Cine: «El abuelo que saltó por la ventana y se largó», de Felix Herngren

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«Deja la extraña insatisfacción de ser una comedia amablemente adocenada pese a su revestimiento ácrata e imprevisible»

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«El abuelo que saltó por la ventana y se largó»
(«Hundraåringen som klev ut genom fönstret och försvann», Felix Herngren, 2014)

 

 

Texto: JORDI REVERT.

 

 

En la recapitulación final de «Quemar después de leer» («Burn after reading», Joel y Ethan Coen, 2008), la conversación mantenida entre David Rasche y J.K. Simmons en un despacho del Pentágono daba como resultado una de las escenas más hilarantes del cine de los hermanos Coen: la suma de situaciones absurdas derivadas de una trama de «noir» de post Guerra Fría venida a menos era la mejor explicitación del humor nihilista, de no retorno desplegado por los hermanos Coen en una obra que podría ser el reverso ligero de la oscura exploración de la naturaleza humana de «No es país para viejos» («No country for old men», 2007).

Casi en su conclusión, encontramos una secuencia prácticamente idéntica en «El abuelo que saltó por la ventana y se largó». El inspector que ha perseguido sin éxito al fugado y centenario Allan Karlsson (Robert Gustaffson) habla por teléfono con un superior y ambos ponen sobre el tapete la absurda concatenación de hechos en los que presuntamente se ha visto involucrado el fugitivo. El efecto, sin embargo, es bien distinto. Lejos de la carcajada amarga de «Quemar después leer», el ejercicio de síntesis de la comedia de de Felix Herngren apenas es capaz de arrancar una sonrisa del espectador más predispuesto. La comparativa entre ambos momentos es la mejor prueba de que algo falla en esta adaptación del mayúsculo éxito editorial de Jonas Jonasson, algo que tiene que ver con la personalidad y carisma de sus imágenes, y no tanto con su material de base.

Una película en la que un anciano deja un accidental reguero de muertes, una elefanta aplasta a un sujeto y algunos secundarios vuelan literalmente en pedazos debería exhibir un músculo para la incorrección política y lo salvaje mucho más pronunciado que el que aquí se deja ver. Sin embargo, el film de Herngren deja la extraña insatisfacción de ser una comedia amablemente adocenada pese a su revestimiento ácrata e imprevisible. Tampoco es que encuentre de manera clara una voz propia en las latitudes más cómodas del género: lejos de alcanzar el estatuto de entusiasta vindicador del carpe diem, el relato de las peripecias de su protagonista por la historia mundial del siglo XX a lo «Forrest Gump» (Robert Zemeckis, 1994), apenas contagia de entusiasmo y vida o lanza una invitación a una existencia alocada. Eso sí, los más conformistas lectores verán recompensadas sus expectativas en la fidelidad al original, quizá el menos interesante de los potenciales atractivos para el cine que ofrecía la obra de Jonasson.

Anterior crítica de cine: “Dos vidas”, de Georg Maas & Judith Kaufmann.

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