Cine: «Dos días, una noche», de Jean-Pierre Dardenne & Luc Dardenne

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“Dos días, una noche’, una melodía glótica que asoma del abismo de la crisis para gritar esperanza”

dos-dias-una-noche-25-10-14

«Dos días, una noche»
(«Deux jours, une nuit», Jean-Pierre Dardenne & Luc Dardenne, 2014)

 

 

Texto: CÉSAR USTARROZ.

 

 

Estimado jefe,
En primer lugar quisiera disculparme por cagarme en la puta madre del pelotillero de su contable, pero no pude contenerme al recibir la noticia de mi cese. A toro pasado confieso que me hubiera gustado partirle el morro. No seré yo quien se atreva a estropear las extraordinarias aptitudes bucales del señor zalamero para con su culo. Aunque este vergonzoso incidente me dejó afectado el ánimo, enseguida se alejó la fatalidad; resulta que ayer era la fiesta del cine, así que lleno de júbilo decidí citarme con “Torrente 5” por no más de tres euros.

Ahora seguro que goza: entradas agotadas. No tuve más remedio que meterme en la sala contigua donde me topé con “Dos días, una noche”. Reparé en que la protagonista se encontraba en una situación parecida a la mía (una tal Cotillard). La película la dirigen unos hermanos belgas, bastante conocidos en Cannes; de apellido Dardenne, uno se llama Jean-Pierre y el otro Luc.

Le cuento un poco la historia. No, no se preocupe, no le acuso a usted de nada, todos tenemos clarísimo que la culpa es de los bancos y de los políticos. Pero vayamos al grano, porque pronto observé el mismo proceder larvario en el administrador de la empresa que acababa de despedir a la pobre muchacha. Cierto, tiene razón, también les ofrecían horas extras a sus compañeros. Usted es un lince, por eso es el jefe. No, no, no. Por supuesto que sin remunerar, pero creo que les daban una bonificación, así que de momento se quedaban todos muy contentos…

El caso es que Sandra (el personaje que encarna Cotillard) lo pasa muy mal intentando convencer a sus colegas para que lo reconsideren. Empieza a tomar pastillas. No, de esas que tomo yo, no. Las que toma la moza deben de hacer el efecto contrario. Pues eso, se queda todo planchada pero ojo, no se viene abajo eh. Peor lo pasé yo. La cámara se movía mucho, y en cada plano veíamos muy de cerca a Sandra: una sensación de agobio muy jodida. Además se repetía la misma situación continuamente. A la salida escuché a dos tipos de gafas muy tremendistas diciendo algo de una espiral y que al final del túnel aparece la luz… La finura del hablar los delataba: “’Dos días, una noche’, una melodía glótica que asoma del abismo de la crisis para gritar esperanza”. No me jodan señores petulantes, háblenme en la lengua de Cervantes: la Sandra y yo nos vamos a la calle con los cojones por delante.

Anterior crítica de cine: “Relatos salvajes”, de Damián Szifrón.

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