«Un puñado de recuerdos que caben en los bolsillos, ese es el patrimonio que le basta a un hombre para vivir. Si le dejan»
«Crulic, camino al más allá»
(«Crulic – drumul spre dincolo», Anca Damian, 2011)
Texto: CÉSAR USTARROZ.
“Quejoso de mi fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?”
No hace falta completar el poema de Calderón de la Barca, ni por arriba ni por abajo, pues de más nos han aficionado a satisfacer el placer del ojo posterior. De todos es conocido, que los medios audiovisuales se hacen eco de las genuflexiones sociales ante los naufragios económicos y políticos. En consecuencia gozamos en los últimos años de una parrilla televisiva que acoge por géneros, como dompedro abrazando posaderas, las necesidades biológicas de una gran mayoría. A juzgar por los “biopics” de tonadilleras y exbanqueros, se podría interpretar que no merma el apetito por conocer de cerca, por recuperar a través de la ficción los infortunios de referentes con solera y “honoris causa” venidos a menos.
Si el atracón de fantoches nos deja con alguna fuerza, concedamos una oportunidad a “Crulic, camino al más allá”. Un puñado de recuerdos que caben en los bolsillos, ese es el patrimonio que le basta a un hombre para vivir. Si le dejan. Ay del pobre rumano, contenedor de sospechas cuando abunda la escasez. A Crulic lo agarran por sorpresa; acusado de hurto, la justica polaca descarga como feroz tormenta la resolución más inequívoca, donde la presunción de inocencia suena poco menos que a esperanto. La firmeza con la que exculpar injusticias aporrea la lápida. Y se siente desde este mundo, pero con un tono resignado, afectado por la ingravidez de la esperanza proporcionada por la burocracia.
Con una frescura narrativa propia de las crónicas de ultratumba de H.P. Lovecraft, Anca Damian combina diferentes técnicas de animación para sustentar la simplicidad que delimitan los acontecimientos que conoce el espectador desde el punto de partida. El deseo de saber parece frenarse con un planteamiento que parte desde la conclusión, pero esa misma resolución dramática será fundamental para dar paso a una fascinación creciente, animada por la conmoción que supone asistir al testimonio post mortem en primera persona.
La reconstrucción mediante la ficción añade al tono documental el componente de veracidad ubicua que nos sitúa no solo en el pasado reciente, sino en cada una de las etapas vitales de Crulic. El uso del “stop motion” o el “collage” reanima el recuerdo de un muerto a través de imágenes residuales, con un lenguaje hipertextual que nos aproxima de forma efectiva al punto de vista del protagonista, superando la frialdad con la que restaura el pasado el metraje de acción real. Con la animación se multiplican las posibilidades expresivas por medio de una retórica cargada de metáforas y simbolismos, permitiendo visualizar los estados de conciencia, la materialización de la experiencia sensible sin que sintamos el fórceps que provoca el falso documental de actores de carne y hueso. En ese sentido, “Crulic, camino al más allá” cruza la frontera. A través de la imaginación.
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