«Mike Leigh sintetiza la belleza de sus guiones en la naturalidad de los diálogos pero, sobre todo, de las reacciones gestuales, de los rostros que sin palabras lo dicen todo»
«Another year»
(Mike Leigh, 2010)
Texto: CÉSAR USTARROZ.
Al fin se estrena en nuestros cines la última película del director británico Mike Leigh tras cosechar gran reconocimiento de público y crítica a lo largo del pasado año, y lo que llevamos del presente.
Con «Another year», Leigh recupera el mejor tono agridulce de «Secretos y mentiras» («Secrets and lies», 1996) con el que tan soberbiamente esbozó las miserias de la clase media/baja británica de finales de los noventa. Esta vez la crítica social guarda un acento mucho más suavizado, pero permanece intacta la fuerza y espontaneidad con la que da vida a sus personajes, enredados en lazos de afecto que acaban resultando crueles y despiadados al congelarse por culpa de la hipocresía.
Al igual que al Correcaminos, había un par de granujas roedores (que conste que se me ocurren más calificativos) a los que ya de muy pequeño me faltó el tiempo para cogerles una tremenda inquina. El buen rollo y la salida triunfal con los que recortaban a sus malogrados depredadores les hacía disfrutar de las victorias con bastante saña. Punto y seguido. Tom y Gerri, respectiva y genialmente interpretados por Jim Broadbent y Ruth Sheen, se alinean como feliz matrimonio de clase media frente a la infelicidad del aquellos que integran el círculo de amigos y familiares en el que se mueven.
Leigh decide mostrarnos con la mejor acidez del humor británico (irónico y sarcástico) la soledad de los personajes que fluctúan entorno a los exitosos cónyuges. En Mary (inmensa Lesley Manville), compañera de trabajo de Gerri, se materializan las esperanzas perdidas de quien no ha sabido o podido integrarse en el «christian way of live»; o la concreción de quien no ha triunfado en la vida, sencilla y desdichadamente. Estos problemas se agravan cuando acecha la senectud y un refugio mejor se halla en una botella que en la condescendencia.
Si Griffith resumía la belleza del cine en el movimiento del viento entre las hojas, Mike Leigh sintetiza la belleza de sus guiones en la naturalidad de los diálogos pero, sobre todo, de las reacciones gestuales, de los rostros que sin palabras lo dicen todo. De ahí la importancia de ese plano que actúa como muleta gramatical con el que puntúa la tercera lectura, plano en el que se cristaliza la pausa reveladora de significado, la mirada cómplice que humaniza al buen actor y delata al mediocre.
Como prácticamente todo el mundo sabe a estas alturas, el cine de Loach (que quede claro que el que suscribe adora al prolífico director inglés) se enfanga en ocasiones en el excesivo determinismo con el que apunta la mirada del espectador al desnudar su partisano posicionamiento ideológico. En «Another year» no es que Leigh se intente ocultar, pero se agradece que esta ideología se enfatice formalmente. Con el movimiento de cámara de la última secuencia lo dice todo.
En los últimos años comparecemos también ante directores que se jactan de reconocer el poco trabajo que han necesitado para ensayar (gracias al aporte de las superestrellas, claro está, que no necesitan entrenar ni calentar para jugar un gran partido). La franqueza y sinceridad del detalle interpretativo solo se aprecia cuando hay un gran trabajo de ensayo de por medio. Pues bien, la tramoya de «Another year», solo funciona gracias a un trabajo previo con el que solamente se edifica una película de esta condición. Es el momento de ir al cine y comprobarlo.