«Atesora la suficiente densidad dramática como para hacer creíble su historia de catarsis en la ficción sin dejar de hacer equilibrios sobre las derivaciones más lacrimógenas del melodrama»
«Al encuentro de Mr. Banks»
(«Saving Mr. Banks», John Lee Hancock, 2013)
Texto: JORDI REVERT.
Resulta curioso contemplar cómo, frente a la dimensión mitológica alcanzada por la compañía Walt Disney, a menudo el espectador adulto se debate entre dos posiciones: la de aceptar sin condiciones sus promesas de felicidad irrompible y eterna, o la de concentrar toda su desconfianza en su creador y sus conocidos y más que discutibles avatares ideológicos. En su inspección de las entretelas emocionales de un cuento tan celebrado como «Mary Poppins», el director John Lee Hancock ha encontrado una puerta trasera que permite replantearse la imparable maquinaria de la «major» desde un punto de vista no menos problemático, pero quizá más justo para con sus intenciones y resultados.
«Al encuentro de Mr. Banks –incomprensible traducción del título original «Saving Mr. Banks»– se adentra en la historia de la escritora P.L. Travers (Emma Thompson), de la herida sentimental que inspiró a su «Mary Poppins» y de los tira y afloja con Walt Disney para cederle los ansiados derechos para su adaptación al cine. Desde dos principales frentes –la Australia de la infancia de Travers y el Hollywood de los años 60–, la película se define como un melodrama con la misma capacidad de seducción que el padre de Mickey Mouse. Desde su llegada a Los Ángeles, la reticencia de la escritora se representa como la posición del consumidor receloso al impoluto y feliz espíritu de la productora. A partir de ahí, el empeño de Disney por convencerle de la bondad de sus propósitos erosiona sus reservas con la misma estrategia que ha levantado su literal parque de atracciones, esta es, la aceptación de los episodios más oscuros de la vida y su transformación en ficciones dispuestas a proporcionar una segunda oportunidad. Por ese camino, la película de Hancock consigue su mayor mérito: en una construcción mítica fundada en el trauma de la pérdida, se interesa más por el dolor del parto antes que por la felicidad final de la obra ya entregada.
En ese proceso, las contradicciones y claroscuros de esa gigante del cine son minimizados y la figura de Walt Disney se conjuga sin manchas en la honestidad del hombre empeñado en entender el mundo en los términos ilusos de la infancia que nunca disfrutó. Complacencias aparte, «Al encuentro de Mr. Banks» atesora la suficiente densidad dramática como para hacer creíble su historia de catarsis en la ficción sin dejar de hacer equilibrios sobre las derivaciones más lacrimógenas del melodrama –los subrayados trágicos sobre el personaje paternal interpretado por Colin Farrell–. Y también, bastante franqueza como para convencer de las bondades de cierto grado de disneyficación de la realidad, no tanto en el buen hacer de un Tom Hanks que simplemente cumple el trámite, sino más bien en el de una Emma Thompson conmovedora a medida su amargura se desintegra ante nuestros ojos.
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Anterior crítica de cine: “La gran estafa americana”, de David O. Russell.