Más desconocido de lo que debería, Rory Gallagher vivió poco pero dejó más de una decena de discos en solitario que reflejan su talento. Eduardo Izquierdo nos muestra el camino para llegar a su obra.
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
A Rory Gallagher lo mató el miedo a volar. Curioso, pero cierto. Los sedantes que tomaba para su galopante aerofobia sumado a su alcoholismo devoraron su hígado. Una infección durante su tratamiento se llevó a uno de los grandes guitarristas de blues-rock de la historia cuando solo contaba con 47 años de edad. Un irlandés delgaducho que, después de fundar una banda imprescindible como Taste, inició una sublime carrera en solitario que se resintió en los ochenta por sus problemas con el alcohol. Desconocido por muchos en nuestro país, y probablemente infravalorado por no ser de origen norteamericano, Gallagher fue uno de los grandes. Por eso nos paramos para elegir cinco de sus mejores discos.
1. Deuce (Polydor, 1971)
Rory debuta en 1971 con el clásico disco homónimo y un resultado más que notable, aunque su primer puñetazo encima de la mesa es un trabajo que publica solo seis meses después de haberse estrenado en el estudio. Diez temas compuestos íntegramente por el guitarrista que, en un principio, y en una muestra de las patinadas de la crítica, es recibido con bastante frialdad e incluso con negatividad. Que con los años acabara siendo considerado una de sus obras cumbres lo dice todo. Un álbum variado en el que se abre a otros estilos más allá del blues coqueteando con el pyscho folk, el country rock o el sonido del Dylan eléctrico.
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2. Blueprint (Polydor, 1973)
Tras editar el directo Live in Europe, Gallagher publica su tercer disco en estudio, con siete temas propios y una versión de Big Bill Broonzy. El guitarrista convierte su banda habitual en un trío, incluyendo un teclado, aspecto ese que le da muchas más posibilidades en la interpretación. Cuarenta y seis años después de su publicación sigue sonando muy fresco, quizá por eso suele ser el favorito de muchos de sus fans.
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3. Tattoo (Polydor, 1973)
En 2014 publiqué un artículo sobre este disco en nuestra sección Operación rescate. Y allí escribí lo siguiente: «El cuarto disco en estudio de Gallagher, publicado en 1973, lleva por título Tattoo y es espléndido. Supone la continuación a Blueprint, lanzado el mismo año, pero mientras aquel era algo más clásico, en Tattoo Gallagher se deja llevar, sobre todo, por influencias country y folk”. Temas enormes como “Cradle rock”, “Livin ’like a trucker”, puro Hendrix, o “Who’s that coming?”, precursor del sonido que desarrollarán mucho más tarde The Black Crowes, lo convierten en una auténtica obra maestra.
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4. Irish Tour 74 (Polydor, 1974)
Los seguidores de Rory Gallagher que no pudimos verlo en directo fantaseamos con esa posibilidad. Por suerte tenemos un disco como este, su segundo álbum en vivo, y lo más cerca que nunca vamos a estar algunos de un concierto del irlandés. Grabado durante tres conciertos distintos, presenta a la banda integrada por Rory, Gerry McAvoy al bajo, Lou Martin a los teclados y Rod De’Ath a la batería en plena forma. Cinco temas originales y tres versiones de Muddy Waters, Tony Joe White y J.B. Hutto que demuestran que en ese momento eran una auténtica apisonadora en directo.
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5. Calling card (Chrysalis, 1976)
Para acabar nos quedamos con el disco en el que Rory se aleja ligeramente del blues para acercarse al hard rock, por lo que cuenta con la ayuda en la producción de Robert Glover, bajista de Deep Purple. Gallagher tenía ganas de hacer algo más rotundo y vira hacia un género que había aparecido muy poco en su discografía. De hecho, no es infrecuente encontrar este trabajo reverenciado por seguidores del metal. Cierto es que su arranque se mantiene en el blues rock, pero es en su tercera canción, “Moonchild”, cuando el guitarrista cambia de género y sirve de precursor de lo que haría, por ejemplo, Ritchie Blackmore en Rainbow. Otra perfecta muestra de ese viraje estilístico es la muy hard rock “Secret agents”. Magnífico.