Eduardo Izquierdo celebra esta semana la discografía de Doug Sahm, rey del rock fronterizo que falleció hace justo veinte años. Recorremos cinco imprescindibles de su obra.
Texto: Eduardo Izquierdo.
El tejano Doug Sahm es uno de los grandes artistas de la historia de la música norteamericana. Un músico, por otro lado, prácticamente desconocido a este lado del charco. Algo curioso, si tenemos en cuenta su magnitud y la calidad de su obra. Quizá, el que nos dejara cuando los tiempos de Internet apenas arrancaban para la plebe (falleció en 1999), fue un impedimento importante para que sus canciones atravesaran el Atlántico. O quizá fue su estilo, demasiado arraigado a un lugar, el estado de la estrella solitaria, con una idiosincrasia que se nos hacía, en aquel momento, ajena, marcada por la inmigración que provenía del otro lado de la frontera.
Pero Sahm era como Elvis, si se me permite la osada comparación. Muchos son los que discuten si Presley merece el hipotético trono de rey del rock and roll, y citan como más adecuados nombres como Chuck Berry o Little Richard. Esto, a todas luces conversación banal y sin más valor que el anecdótico, es un ejercicio divertido que nos sitúa a cada uno en un bando. Yo estoy en el de Presley y para ello suelo basar mis argumentos en aspectos que van más allá de la calidad. Elvis es el rey del rock and roll no solo porque era muy bueno, como Chuck y la Reina, sino también por repercusión, trascendencia mediática y, sobre todo, posicionamiento de género. Sin él no sabemos si el rock and roll se hubiera hecho un hueco en la cultura popular. Con él, sabemos qué pasó. Y lo mismo sucede con Doug Sahm respecto al rock chicano o rock fronterizo. Él es el indiscutible monarca del género. Y aunque nombres como Augie Meyers, Flaco Jiménez o Freddy Fender —todos, por cierto, relacionados con él— podrían aspirar al trono, ninguno de ellos fue capaz de poner esa mezcla de rock norteamericano con música tex mex y conjunto donde la puso Sahm. Por eso hemos decidido, con ánimos también de solventar una injusticia histórica, escoger los cinco discos que mejor nos pueden ayudar a acercarnos a un mito. Veremos si lo conseguimos.
Sir Douglas Quintet: Mendocino (Smash Records, 1969)
Este niño prodigio de la música tejana fue una de las opciones por las que las discográficas de Estados Unidos decidieron apostar para hacer frente a la invasión británica, con The Beatles al frente. En el caso de Doug, la apuesta era “She’s about a mover”, una adictiva canción que, en su momento, no dio el fruto esperado. La canción acabaría incluida en el segundo disco de Sir Douglas Quintet, banda en la que también encontramos a Audie Meyers. Mendocino, ese era su título, cumple ahora cincuenta años, y en su tema titular encontramos toda la base de la música futura de su líder, Doug Sahm: esa mezcla de sonido puramente tejano con aromas del otro lado de la frontera. Sí, esa en la que Trump quiere montar un dichoso muro.
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Doug Sahm: Doug Sahm & Band (Atlantic Records, 1973)
En 2015, Sergio Makaroff escribía un artículo para EFE EME sobre Sahm titulado “Doug Sahm o la tormenta perfecta”. En él recordaba las declaraciones de Bob Dylan, asegurando que sus grupos favoritos de la época eran Paul Butterfield Blues Band, The Byrds y Sir Douglas Quintet. Dylan fue solo uno de los muchos invitados de Doug Sahm and Band, el debut en solitario de nuestro artista, y que debía llevarle a ser toda una estrella. Allí estuvieron junto a Dylan, Dr John, Flaco Jiménez, David Bromberg o David “Hathead” Newman. La cosa no funcionó como Atlantic y su capo, Jerry Wexler, esperaban. Pero dejó un disco para la historia, con canciones como su versión de “Is anybody going to San Antone”.
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Doug Sahm: Groover’s paradise (Warner, 1974)
La trilogía mágica de Doug Sahm se cierra con Groover’s paradise, aunque los discos posteriores no bajan demasiado el nivel. Producido por Doug Clifford, batería de Creedence Clearwater Revival que también toca en el disco, muestra la conjunción perfecta entre blues, rhythm and blues, música norteña, country y cajun. No es que sea bueno, es que es muy bueno. Y, por cierto, del bajo también se encarga el bajista de Creedence Clearwater Revival, Stu Cook. Y, ya que estamos, la portada es magnífica.
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Doug Sahm: Hell of A spell (Takoma, 1980)
Planteado como un recopilatorio de sus últimos años, pero a todos los efectos un disco convencional, Doug Sahm muestra aquí su faceta más blues. De hecho, el álbum está dedicado a unos de sus ídolos de juventud, el guitarrista de blues Guitar Slim. Aunque la cabra tira al monte, y Sahm no puede estarse de meter sonidos tex mex y rockabilly en algunas canciones. Uno de sus mejores temas, eso sí, es la versión que hace del propio Guitar Slim, “Things that I used to do”.
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Texas Tornados: Texas Tornados (Reprise Records, 1990)
En 2016 recuperaba este disco para nuestra sección Operación rescate. Poco puedo añadir a lo dicho sobre esta superbanda integrada por Sahm, Freddy Fender, Flaco Jiménez y Augie Meyers. Sin un solo momento malo, el disco fue el punto de partida de un grupo que debía comerse el mundo, pero, como en tantas ocasiones, se quedó muy lejos de lo que su discográfica preveía y, sobre todo, de la calidad que atesoraban.
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Anterior entrega: Cinco canciones para descubrir a Jackson Browne.