Cinco debuts (o casi)

Autor:

El radar de César Prieto se detiene esta semana en cinco novedades, cuatro estrenos y un quinto que ha dado un giro estilístico.

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Bobito
El verano de las cenizas
FLOR Y NATA, 2019

Aunque son músicos de reconocida trayectoria, lo cierto es que el murciano Roberto López —desde quien nace el proyecto— y sus acompañantes se estrenan como grupo con este “El verano de las cenizas”. Todo apunta a que no es más que un divertimento mientras espera nuevas producciones de su banda madre, Clara Plath; pero ¡qué divertimento! De esencia más pop que en su otra banda sigue, eso sí, prestando especial atención a los teclados, sensibles en “No puedo entenderte” y enérgicos en “Piramidal”. Incluso hay orfebrería setentera —cuidado en las melodías y detalles vocales— en “Celofán”, que apareció como single. Delicadeza que cierra el círculo en la última de seis, “No hay nada”, que va creciendo poco a poco en intensidad hasta alcanzar el apocalipsis. Esperemos que no sea el proyecto de un solo disco, porque nos puede dar muchas satisfacciones.

 

Bobo
Horizontes
GRAN SOL, 2019

Hermanos mayores, por el nombre, de la banda anterior, el grupo de Agus Alonso y Josué García ya tenían un álbum en el mercado, pero han cambiado de sonido hacia el folk y las texturas clásicas. Su inicio, “Te sigo” sería impagable para un cantante melódico de los 70: orquestación con coros angelicales, capacidad vocal… no desentonaría en el repertorio de Nino Bravo. El crescendo de “Del mar, la orilla” también entraría en este grupo.

En general tiran por sonidos country que pueden ser más pop en “Ninguna” —a lo Kenny Rogers o Willie Nelson— y más grave e íntimo —susurrante, como Johnny Cash— en “Madre”. Y mundo aparte es una balada clásica llena de melancolía que cantan con Iván Ferreiro: “Dulce y violento”.

 

María Guadaña
Remedios paganos
HAPPY PLACE RECORDS, 2019

Otro debut, en este caso sin referencias anteriores y cuanto menos inquietante. El disco de la jienense Herminia Martínez que con su seudónimo quiere asentarse en la figura que recorre sus canciones. Su original propuesta ya emerge en “La no novia”, un ideario de vida fuera de lo convencional, con extrañas estructuras y textos directos que caen como una losa. Como un cruce entre Vainica Doble, Natalia Lafourcade y La Bien Querida.

Y sobre todo la voz, que sabe ser dúctil y tener filo como se demuestra en la más radiada, “La muerte”, con un impactante contraste entre el azúcar que sale de su garganta y la letra, más allá de lo lúgubre, mientras una guitarra hace elegantes arabescos de fondo. No es, en todo caso, un disco oscuro, aunque en “Oxiticina”, por la parsimonia y la explosión del bajo lo parezca, pero pronto arranca con mayor electricidad en un contraste que en “Peregrino” —recuerda a cantares de ciego— llega al límite con una voz dulce y a la vez densa, obsesiva, tétrica.

 

Siete70
La estupidez
SUBTERFUGE, 2019

La estupidez sí es oscuro. Siete70, formado hace menos de dos años por Jordi Montero y Joanra Planell —que estuvo en Love of Lesbian— empezaron sin ningunas pretensiones y poco a poco han añadido músicos y formado la base rítmica que les faltaba. Durante 2018 grabaron sus canciones, que basculan entre la oscuridad y la épica. “Superhéroes” tiene el bajo de Parálisis Permanente y “Veneno azul” subyuga por su magnetismo y su rimo circular. Aparte de esto, es un elepé muy variado. Hay esa parte épica en “Celebración”, con una melancolía de tono menor que contrasta con las notas potentes, hay ecologismo en “El río”, retratos compactos en “Erica” y una emotiva niebla de la que surge una voz versátil en “Taxidermia”. Especial para los que no desdeñan ni la ampulosidad ni el intimismo.

 

Vila Chinaski
Altamar
PASIÓN EVENTOS, 2019

El pucelano Davi Vila estrena con Villa Chinaski una nueva etapa y sus referentes encajan perfectamente en su mundo, hecho a partes iguales de britpop y de guitarras acústicas a lo Wilco de las que siempre había bebido. Si de algo está cercano en el plano peninsular sería, por ejemplo, de Mikel Erentxun en su etapa en solitario con unas gotas de toque latino, no en vano hace un año que vive en Chile.

El folk aparece en “Lista para el baile”, una acústica que concluye cuatro canciones de desamor que se habían iniciado en “El glaciar”, un medio tiempo de estribillo certero, puro pop sin complejos, sencillo y humilde que se resuelve en “Mañana” definiendo un sentimiento de manera clara y certera. Son imágenes naturales, huracanes, glaciares, que en “Vuela conmigo” se van asentando en un sonido consistente y que definen cuatro canciones con nivel excelente.