LIBROS
«No desmerecen ni un gramo en la pulsión de vida y de barrio»
Carlos Zanón
Cien formas de romper un glaciar
SALAMANDRA, 2023
Texto: CÉSAR PRIETO.
Descubrimos a Carlos Zanón como poeta, allá por el inicio de los años ochenta. Después, entró en el terreno de la novela, aunque su adscripción al nuevo género venía precedida por un par de libros sobre música, varios discos y escenarios con su grupo Alicia Golpea y la colaboración en varias cabeceras periodísticas. En la novela llegó a su culmen en 2014 con Yo fui Johnny Thunders, un volumen lleno de sangre reseca, más fuera que dentro de la piel, de barrios obreros, hijos pródigos, amores insanos y puros, en las calles de una Barcelona que es tan dura como frágil, con la fragilidad de una telaraña de la que no puedes desasirte. La editorial Salamandra ha tenido la estupenda idea de reeditar esta y otras obras narrativas del autor, que no desmerecen ni un gramo en la pulsión de vida y de barrio de esta que señalamos.
Al mismo tiempo, añade a las reediciones una antología con las colaboraciones del autor barcelonés en La Vanguardia, donde escribe desde mayo de 2016. El mismo autor organiza el libro en diez bloques temáticos de diez piezas cada uno que tratan de conformar un recorrido sutil por las calles y la actualidad. La finura de poeta y el ojo avizor de novelista hacen que este centenar de columnas sean modélicas.
Ya el prólogo de Manuel Jabois —otro grande— deja claro cómo se construye una columna y qué es lo que lo va a quedar para la posteridad de nuestro siglo XXI, los hechos cotidianos, la intrahistoria. Sabrán, así, cómo el poner lavadoras de madrugada se había convertido en una actitud estética tanto como política y lírica a la vez, con lírica y humor de tango, porque en muchos de los artículos de Zanón domina el humor, que no la gracia; por ejemplo, cuando habla de su madre. Otras, por el contrario, son estremecedoras. La pintura que lleva nombre de cuadro romántico o neorrealista, “Padre al lado de hijo muerto” es la descripción de una de esas fotografías terribles, que vemos pasar lamentándonos del horror desde fuera, pero en las que nunca nos detenemos para que se nos abra la piel y la conciencia.
La división en diez capítulos hace que los temas sean variados. Hay retazos costumbristas como en “Beyoncé”, actualidad en la muerte de Domingo Villar y la reina de Inglaterra, comentarios atinados sobre política —uno de ellos a raíz del pájaro Dodó, ejercicios cortazarianos como las instrucciones para quemar un contenedor o salir de un grupo de WhatsApp y elogios del vinilo por razones que nadie ha argumentado. Y todo se salpica de referentes cinematográficos —Tarantino— o musicales —El Último de la Fila—.
A pesar de la presencia de artículos dispersos, hay un eje común en todos ellos. Carlos Zanón tiene mirada, sabe ver la vida desde los rincones de un barrio donde unos vecinos asisten cada día desde sus balcones a las discusiones de una pareja o donde la gente aún se sienta en los bancos. Las calles del Guinardó —unas calles que compartimos— son Barcelona y son el mundo. Ahí, en el logro más difícil y conseguido de la crónica, el ver un trocito de acera y hablar del hombre y de la vida, es donde se encuentra el mérito del teclado periodístico de Zanón.
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Anterior crítica de libros: Tierra inestable, de Claire Fuller.