Christina Rosenvinge: Tu labio superior desde dentro

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Christina Rosenvinge Tu labio superior desde dentroEn este interesantísimo texto, escrito al finalizar la grabación de Tu labio superior, su nuevo disco –que se pondrá a la venta el 4 de noviembre–, Christina Rosenvinge cuenta en primera persona cómo fue el proceso de realización de un trabajo con el que ha regresa al castellano.

Texto: CHRISTINA ROSENVINGE.
Foto: JOSÉ LUIS TABUEÑA.


Domingo 16 de julio.

Toco el último acorde en el piano. Lo dejo sonar un buen rato, la silla cruje, contengo un suspiro, el magnetofón para, ya está. Entro en la sala de control. John ya está volcando. Ha mezclado mientras yo grababa. Trabajo concluido. Hora del gintonic. Perfecto. O no. Pero en todo caso es lo que hay. Son las 11´45, hace calor. Hay luciérnagas en los jardines, chicos hablando italiano en los porches, oficinistas sacando el perro, parejas besándose en los rincones oscuros y una aparente calma, una noche de verano perfecta en definitiva. Esto es Hoboken, la ciudad natal de Frank Sinatra. Esta noche me puedo quedar en la habitación encima del estudio. Mañana llegan los siguientes, unos noruegos góticos que se comerán mis restos de la nevera. Mis amigos no están, unos están de gira, otros enterrando familiares, otros persiguiendo novias o huyendo de ellas, recojo el disco duro del estudio antes de hacer la maleta. Esta es la última vez. Llevo 20 años diciendo lo mismo. 15 canciones en castellano.  No había hecho esto desde el 94. Llevaba 5 años sin pisar suelo anglosajón y he perdido el pulso de este idioma. Pero creo que estoy recuperando el pulso del otro, menos mal.

Las canciones toman sus propias decisiones y uno no tiene más que seguirlas. Deciden en qué idioma quieren ser escritas, deciden si quieren vestirse de noche o de sport. Yo sólo soy una antena. De lo colectivo se pasa a lo personal y esto es sólo una transmisión en directo, señores. Sacudiéndome los escombros de mi vida personal sigo con lo mío, cantando fuerte, claro y con buen humor (es un decir). Igual que cuando estaba embarazada veía embarazadas por todas partes ahora sólo veo personas en proceso de deconstrucción, o reconstrucción o lo que sea. Les miro en sus vitrinas, exponiendo sus debilidades, arrebatados por una visión nebulosa de no se sabe qué, enamorados de un minuto o una noche, que es lo mismo, dolientes y egoístas como adolescentes, de flamante luto por lo destruido, a la caza de un futuro esquivo al que a su vez vuelven a esquivar, repitiendo errores como estribillos, sexo, claro, este es el mundo de los solitarios, heridas y rondas nocturnas, bajos instintos disfrazados de cualquier otra cosa, ejem, sangre y fuego, todo tipo de excesos, aunque las manecillas giran en todas direcciones están bien sujetas en el centro, es idiota, es divertido a ratos, en fin, un mundo de locos, la falta absoluta de razón. Y yo que estaba tan cómoda en la grada me encuentro de nuevo en la pista del circo haciendo cabriolas entre los trapecios. Bueno, el amor es el mejor pretexto para hacer canciones y se requiere experiencia de campo, bienvenido sea.

Hace dos inviernos empecé a escribir estas canciones durante una gira por teatritos, las tocaba la misma noche que las acababa. Charlie iba conmigo y me ayudó a darle forma a más de una, magníficas ideas de un chico que tiene un futuro brillante como una sardina. Seguí escribiendo durante la gira con Nacho, y por supuesto en casa por las mañanas, después de llevar a los niños al cole. En esas horas que son sólo mías, cuando la gente trabaja, compra, corre, cumple, yo me encierro a buscar algún tipo de iluminación y parece que, por un rato, tengo el control sobre algo. Quería hacer algo más sencillo de lo que había hecho últimamente, claro, clásico, bases sólidas para emociones inestables. Busqué inspiración en el cabaret berlinés, en Kurt Weill y Bertolt Brecht, música para supervivientes. Irónica, ligera, y al tiempo brutal. Cavando en esa mina topé con “Negro cinturón”, “Anoche” y “Animales vertebrados”. Seguí buscando en la veta que había descubierto con “Tok tok” en el disco anterior, el lirismo oscuro, donde la voz cumple una función rítmica más que melódica. Susurrando es más fácil ponerse por encima de una banda que me supera en kilos y experiencia, juego sucio, puede ser, cada uno tira con lo que puede. Esas canciones, “Eclipse”, “Alta tensión”, escritas en el piano, son las que tienen el arreglo más meditado. En “Alta tensión”, hasta el piano es eléctrico. Hay que ser consecuente con el título. Encontré una canción, “Las horas”, que empecé a escribir con Jeremy en su última visita a Madrid, acordes con varios apellidos que resultan evocadores y obsesivos, pura sofisticación para una canción que acaba hablando de autodepuración. “La distancia adecuada” y “Nadie como tú” son sin embargo la vuelta a la sencillez más absoluta, tres acordes y un corazón roto. Se cierra el círculo por donde empecé

Un día llamo a Steve Shelley. Tengo unas cuantas canciones que hay que grabar. Él dice, “bueno, déjame ver si podemos hacerlo en mi estudio”. Pocos días después me responde. Tenemos el fin de semana de Memorial Day. Todo el mundo está de puente. Aaron quiere hacerlo. Jeremy se apunta, Charlie también. Acabo de conocer a Chris Brokaw en el Tanned Tin Festival, tocamos un poco, intercambiamos discos y hubo ese a-ver-si-hacemos-algo que casi nunca lleva a nada, también le apetece estar en el disco. Ensayamos cuatro días y grabamos en otros cuatro. 15 canciones en total. 16 pistas analógico. No hay mucha reflexión. Steve, Jeremy y Charlie están acostumbrados a mis explicaciones metafóricas y tienen paciencia infinita conmigo, repito ciertos adjetivos que llevo diciendo desde que surgió este proyecto, contenido, vertebrado, intemporal, ensoñador, y, no sé muy bien por qué, centroeuropeo. Chris se parte de risa. Grabamos entre diez y doce horas diarias. Salimos a comer sandwiches de mozarella, café y donuts. El último día, cuando todos menos Steve se han ido, grabo voces. Esta es una grabación sin lujos. Aún no sé quién lo va a sacar. Duermo en casa de mis amigos. Cambio a menudo para no molestar mucho. Cuando vuelvo a Madrid hay unas cuantas cosas más por hacer. Suso sugiere que lo acabe en el estudio de Ángel Samos, en Rivas Vaciamadrid. Ángel Medina y yo nos ponemos delante de la mesa y abrimos el disco duro. En realidad hay poco que añadir a lo dicho. Cambio algunas letras y vuelvo a cantar. Otro día vienen Charlie y Aurora. Falta algo sucio aquí, algo rasposo allí, algo arrebatado allá. Charlie y Aurora ejecutan las recetas y convierten en tangibles las ideas vagas que les doy. Nacho viene un día y hace coros en “La distancia adecuada”. Suso se pasa también por el estudio, da sus bendiciones y se entretiene un rato manipulando el solo de cello-serrucho que metimos en “Anoche” y se va por donde ha venido.

Las mezclas se hacen en Hoboken. Se cumple la simetría. Esta vez es Watermusic y John Agnello, al que no conocía aunque trabaja con muchas de las personas que tengo alrededor.

Son días largos de nuevo. Tenemos visitas en el estudio. comidas más lujosas, porque Warner lo ha comprado, ja, vuelvo a una multi después de años de indigencia. Tengo la oportunidad de regrabar un par de canciones en el maravilloso piano de cola del estudio el último día, sólo hay tiempo para un par de tomas. Es la primera vez que lo hago así, a lo Nina Simone. Y por un momento me parece que he aprendido mi oficio finalmente. Todo lo que parecían piezas sueltas se juntan milagrosamente… Ah, esto era lo que andaba buscando.

El próximo martes, 4 de noviembre, coincidiendo con la publicación de Tu labio superior, podrás encontrar en EFE EME una entrevista con Christina Rosenvinge realizada por Eduardo Guillot.

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