«Es un viaje en el que la única norma es el susurro de Charlotte. El minimalismo será solo un arma a utilizar si necesario, ‘IRM’ apuesta por la dinamita en forma de intensidad, melancolía y un maremágnum emocional. Perfecta combinación»
La polifacética hija de dos leyendas como Jane Birkin y Serge Gainsbourg no deja de crecer. No solo está dando lo mejor de sí como actriz de cine sino que, poco a poco, va grabando excelentes discos de pop alternativo. “IRM” , su nueva obra, es exultante.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Charlotte Gainsbourg es turbadora en sí misma. Se trata de su personalidad. Desde que su padre la presentara al mundo mediante la canción ‘Lemon Incest’ y su correspondiente clip (la pérdida de cabeza definitiva de Serge Gainsbourg), Charlotte no ha dejado de expandir su inquietante estilo. Partiendo de un primer trabajo producido por su progenitor y perdido en el tiempo, la fémina ha ido dejando hueco entre sus proyectos cinematográficos para ir escribiendo lentamente pero con muy buena letra lo que parece una carrera discográfica seria. La elegancia de Jane Birkin y la provocación de Serge son solo algunas de las aristas que la retratan.
A sus 38 años, Charlotte Gainsbourg es la misma mujer capaz de clavar un valiente papel en el film de Lars Von Trier “Anticristo” (con escenas eróticas y salvaje masturbación incluida) y de firmar discos memorables con escuderos de categoría. Si en “5:55”, su álbum de 1996, se hacía acompañar de nombres de primera fila del mercado alternativo como Air, Jarvis Cocker, Neil Hannon o Nigel Godrich, esta vez es Beck, Beck Hansen, el que comparte tareas creativas con la anglo francesa para firmar un disco magnífico. Ella interpreta, Beck compone y todo cuaja.
“IRM” (Because Music) es un trabajo de puntos cardinales bastante definidos, complejo en su estructura, aunque sencillo en su intención. La música, sin duda, es un vehículo de expresión perfecto para una artista de la talla de quien nos ocupa. No es una boutade, tras su escucha queda claro que el talento de Gainsbourg es sólido. ‘Master hand’s’ presenta el ambiente, dejándolo todo listo para el tema titular, el cual juega con la electrónica garajera para finalizar en una expansión sonora que, sencillamente, atrapa al oyente y le prepara para un viaje en el que la única norma es el susurro de Charlotte. El minimalismo será solo un arma a utilizar si necesario, “IRM” apuesta por la dinamita en forma de intensidad, melancolía y un maremágnum emocional. Perfecta combinación.
Sin momentos flojos, el disco se pone a punto con un ritmo que poco a poco irá intensificándose, desde una perfecta versión del ‘Le Chat du Café des Artistes’ de Jean Pierre Ferland (con la que Gainbsourg y Beck modernizan la chanson francesa canadiense) o la sosegada y fantasmal ‘In the end’, hasta el single de aroma británico ‘Heaven Can Wait’ (¡esas melodías melancólicas!).
Al modo de un vinilo (de hecho, el arte del disco lo emula), tras la folkie y minimalista ‘Me and Jane Doe’ y la espectral ‘Vanities’, comienza una cara totalmente distinta, que seguirá siendo ecléctica pero que permite que la intensidad se resuelva de forma más directa. Llega ‘Time of the assassins’ para cuadrar su lenta estrofa con sus dos antecesoras, únicamente para reventar con un estribillo de preciosa melodía y magistral apoyo de teclado y cuerdas maestro. ‘Trick pony’ remite a la escena del rock indie más actual con su añejo riff, una canción la altura del mejor tema de The Kills, con una saturación que encaja perfectamente con las traviesas melodías de Charlotte. La electrónica domina la dinámica ‘Greenwich mean time’, en contraste total con la orgánica ‘Dandelion’ y su grueso contrabajo (Elvis habría estado encantado de cantarla). Las épicas cuerdas de la exótica ‘Voyage’ encaran el final, con una acústica vibrante y unos leves arreglos electrónicos bien impresos en su ritmo tribal, aunque el honor de cerrar “IRM” le corresponde a la suave y triste ‘La Collectionneuse’, pieza delicada que acompaña al oyente hasta el final del minutaje con una intensas cuerdas finales realmente arrebatadoras que la permiten insertarse en esta segunda cara sin problemas.
Evidentemente, la mano de Beck se deja notar, en su forma de ordenar instrumentos, en su manera de dotar al sonido de color y grosor, se mantiene en su papel de escudero, aplicando la taciturna paleta que Charlotte precisa, firmando una producción que reviste a la perfección a la protagonista. Como autor, Beck firma todos los temas salvo la citada versión, y una vez más demuestra que es un escritor de canciones del más alto nivel, moviéndose entre géneros con gran soltura.
Quienes se hagan con la edición limitada podrán disfrutar de un tema extra (la divertida ‘Looking Glass Blues’, que no tiene nada de blues) y de un DVD adicional bastante completo que incluye imágenes de los ensayos y entrevista con sus dos autores.