Celebrando los 70 años de Mick Jagger

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«No hay que olvidar que él es el hombre que ayudó a modelar el arte del fraseo, el caballero que entre moda y moda dejó obras inmortales, él es quien inventó el rock de estadio»

 

El hombre que ha atravesado décadas, el icono del rock de estadios, siempre en plena forma, por increíble que parezca, cumple setenta años. Juanjo Ordás le rinde el merecido homenaje.

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

Desde hace tiempo se reivindica a Mick Jagger como personaje cool en contraposición al pirata Keith Richards, y qué mejor manera de hacerlo que celebrando su setenta cumpleaños. Quizá es que todos nos hacemos mayores y la pose ya no importa tanto, quizá es que ya hemos aceptado que todos vivimos dando vueltas en el engranaje capitalista y que la autenticidad de Mick tiene mucho que ver con la sinceridad, aunque ciertamente haya gente empeñada en ver en la personalidad de Keith recovecos innecesarios. Sin restarle valor a la figura del guitarrista, hoy es el cumpleaños del cantante, y a él nos debemos.

Tanto, que incluso el término cantante se queda corto, igual que el de showman. ¿Por qué no hablar del competente guitarrista que es aunque a veces disfrute más rozando el culo con la guitarra que tocándola? ¿Por qué no hablar de su maestría a la armónica? En muchas ocasiones se desasocia a Jagger el hombre de Jagger el músico, cuando siempre son el mismo. “Wandering spirit” fue el disco con el que demostró que si no finiquitaba The Rolling Stones para trabajarse una carrera solista fue por vanidad y amor al dólar, no por falta de talento. Ahí había más de media docena de sensacionales canciones del puño y letra de Jagger, a solas consigo mismo. Ahí, en ese disco, está contenida la esencia de Mick como nunca ha escuchado la humanidad, quizá más que en cualquier icónico álbum de los Stones.

Su actitud y estilo aristocrático, siempre han mantenido a Jagger en una misteriosa dualidad que no todo el mundo parece haber entendido a lo largo de los años. Dejando a un lado el reverso oscuro de Keith Richards como contrapeso, las distinguidas maneras de Mick le han mantenido siempre alejado de la plebe de una manera fascinante. Podía sudar en escena como un animal, desatar su vena circense y hacer movimientos provocadores ante su audiencia, pero ese mismo público siempre sabía que cuando el show acabara Jagger volvería a su palacio de cristal para practicar quién sabe qué rituales, quién sabe qué depravaciones.

Él es uno de los últimos miembros de la realeza del rock que se acepta a sí mismo como tal, que no reniega de quién es, ni de lo que ha conseguido. Tampoco de cómo lo ha conseguido, jugando a un juego en el que había que apostar, mover ficha y dinero. Alimentando al público mientras este alimentaba su ego, un ego del que tampoco ha renegado jamás, siendo siempre real. ¿El secreto? Vivir su vida. Como el joven enamorado del blues, como el icono generacional interesado en la revuelta social, como el señor acomodado que aún disfruta exhibiéndose como una bestia. Jagger convence siempre porque, en realidad, nunca tuvo que dejar de ser él mismo. Tampoco cuando tuvo que ser el hortera prendado de los ahora caducos sonidos de los ochenta, el que se negó a dejar de moverse como si tuviera treinta años cuando ya los duplicaba, el que en el fondo compite contra Madonna. Sin embargo, nunca dejó de brillar.

Mick Jagger parece tan fuera de alcance que incita a la admiración, se coloca de forma natural en lo alto de la pirámide estamental, pero no hay que olvidar que él es el hombre que ayudó a modelar el arte del fraseo, el caballero que entre moda y moda dejó obras inmortales, él es quien inventó el rock de estadio, proyectando su figura de una manera que ni Robert Plant ni Jim Morrison imaginaron jamás. Y nunca estará a tu alcance, aún sigue dando lecciones, disfrutando de las multitudes a las que sigue embrujando cada noche desde el escenario, pero especialmente cada día desde un vinilo, un cedé o un mp3. Felicidades por todo ello, Mick, ¡y por tu setenta cumpleaños años también!

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