Diego A. Manrique se hace eco, en las páginas de “El País», de una de las últimas tendencias en el coleccionismo discográfico, la búsqueda de los “homemade records”, que caracterizados por “su marginalidad industrial. No solían llegar al mercado: los creadores se quedaban con la tirada total para satisfacer su vanidad o como elemento de autopromoción.”
Johan Kugelberg, “un sueco que anteriormente trabajó en discográficas”, con la ayuda de “la secta de expertos rastreadores de discos huérfanos” ha confeccionado “un monumental libro, Enjoy the experience: homemade records 1958-1992, que junta las portadas de 1.200 lanzamientos con textos eruditos. En la tradición de los propios artistas, Kugelberg ha fundado una editorial independiente, Sinecure Books, para editar el tomo. Con el mismo título se ha editado un disco-libro, que en España distribuye Resistencia: un doble CD/LP, con 24 piezas de otros tantos artistas desconocidos.”
Tras los “homemade records”, la vanguardia del coleccionismo ya está explorando “otro extraño filón. Son los tax scam records y obedecen a una tradición tan estadounidense como las anteriores: defraudar a Hacienda. A finales de los setenta, funcionaban sellos pensados para dar pérdidas y permitir desgravar a la empresa matriz: declaraban prensar 20.000 copias de tal título, cuando eran 500 o cantidades menores. La mayoría de los ejemplares iban a tiendas de vinilos rebajados.”
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