“Cat danza y se contonea como un hada por el escenario, casi como antaño”
Solo unas semanas después de publicar su último álbum, “Wanderer”, Cat Power visitó Madrid para presentarlo en vivo en el Circo Price. Allí estuvo David Pérez Marín.
Cat Power
Circo Price, Madrid
2 de noviembre de 2018
Texto y fotos: DAVID PÉREZ MARÍN.
Muy pocas voces consiguen desdibujar ficción y realidad, barajarlas en cada fraseo y transmitir con una sensibilidad extrema en un solo susurro, algo que se acerca tanto a la vida misma que la supera. De Billie Holiday a Janis Joplin, de la Niña de los Peines a Nina Simone, de Amy Winehouse a Silvia Pérez Cruz. Belleza y fragilidad que se asemeja al aleteo de una mariposa, que parece desmoronarse en cada movimiento y sin embargo, puede desatar en pocos segundos el mayor de los terremotos.
Esos temblores sísmicos no tardan en recorrer los cimientos sentimentales de Madrid, tras los primeros parpadeos de Chan Marshall sobre las tablas. Cat Power está de vuelta con “Wanderer”, estrenando maternidad y luz renovada. Atrás queda su anterior visita como protagonista a la capital, cuando en avanzado estado de gestación, titubeaba nerviosa y cortaba canciones para pedir correcciones de sonido, o disculpándose cada vez que erraba a la guitarra. Si aquella noche en la sala La Riviera, con su fragilidad emocional a flor de piel, la magia apareció fugazmente al piano y entrelazando versiones de Otis Redding que pararon el tiempo, en el show del pasado viernes la lluvia de perseidas fue continua bajo la carpa roja del Circo Price.
La bienvenida nos la da el reconfortante folk-pop a fuego lento de Marem Ladson, que nos refugia del frío brindándonos lo mejor de su notable disco homónimo. Se apagan las luces y se eriza la noche con ‘He turn down’, primer zarpazo de los tres que nos conectará del indispensable “Moon pix” (1998). Nos reflejamos y fundimos en los cristales rotos de ese último “‘It’s not me I am pretending / I’m not saved he turned me down, he turns down”, y Chan Marshall abre del todo el tarro de las esencias, con uno de esos medleys que quema hasta la última manecilla de reloj de la sala. Caemos en sus brazos para siempre con el ‘Into my arms’ de su admirado Nick Cave, recorremos de su mano la calle oscura con el ‘Dark end of the street’ de James Carr, y un pequeño fragmento de su eterno ‘I don’t blame you’ nos lleva del ‘I’m stretched on your grave’ de Sinéad O’Connor a ‘Horizon’, primera pieza que brilla de su flamante “Wanderer”, a la que le sigue su hermana de surcos ‘Robbin Hood’.
Arropada por una batería y percusionista, una guitarrista y un teclista que alterna también las seis cuerdas y el bajo, Cat danza y se contonea como un hada por el escenario, casi como antaño. Esta vez no toca teclas ni guitarra, solo se vale de dos micros que desatan a la perfección cada susurro y rugido de su voz, que sigue abriendo y cerrando heridas a su antojo. El ‘These days’ de Nico (Jackson Browne) funde con una deslumbrante ‘Song to Bobby’, seguida de una ‘Woman’ que separa el Circo Price del suelo.
“‘Manhattan’, de su anterior ‘Sun’, marca el momento más luminoso y bailable del show, dando paso a la popular ‘He was a friend of mine’ que cantó Dylan”
De la sorprendente y ya familiar en su repertorio ‘Pa pa power’ de Dead Man’s Bones, pasa a mecernos con ‘Me voy’ y nos deja tocados y hundidos con una bellísima ‘In your face’, delicatessen que fusiona con el ‘Bad religion’ de Frank Ocean. Las alegrías no cesan y rescata el ‘Great waves’ que grabó junto a Dirty Three, en el “Cinder” (2005) de los australianos, pasando luego a arañarnos por dentro con la imprescindible ‘Metal heart’. Cogemos algo de oxígeno en la versión de ‘White Mustang’ de su amiga Lana del Rey, para volver a nadar mar adentro en ‘Moon Pix’ y sumergirnos con ‘Cross bones style’, que termina chocando con la afilada ‘Nude as the news’, único fragmento salvaje que suena del ‘What would the community think’ (96).
‘Manhattan’ de su anterior “Sun” (2012) marca el momento más luminoso y bailable del show, dando paso a la popular ‘He was a friend of mine’ que cantó Dylan, desembocando en un maravilloso laberinto emocional solo al alcance de Lady Marshall, que termina por reventarnos el pecho. Recorriendo callejones sin salida que pasan de puntillas por el ‘Oh! Sweet nuthin’ de la Velvet y estallan una y otra vez en el ‘Shivers’ de Rowland S. Howard, ese que cristalizó hasta el último escalofrío en el ‘Door, door’ (1979) de The Boys Next Door, y que Cat Power remata batiendo sus alas de ave fénix y entonando “I’d make wine from your tears / I told you that we could fly / Cause we all have wings / But some of us don’t know why”, del ‘Never tear us apart’ de INXS. El mundo se podría haber acabado, pero de milagro seguimos en pie y nos elevamos hasta tocar el cielo en una ‘Good woman’ de belleza cósmica, seguida del tema titular de “Wanderer”.
Hemos tocado la luna y allí nos quedamos, con Chan endulzando la irremediable despedida con una ‘The moon’ que sabe a nana crepuscular, acompañada solo por el guitarra sobre las tablas. Ovación antológica y Cat Power, que creíamos ya exhausta, termina a corazón abierto dándonos todo lo demás con ‘I can’t give you anything but love, baby’, sola en el escenario y a capella. Y es que, aunque la felicidad es esquiva y parpadeante, como dice ese estándar de jazz final de Jimmy McHugh y Dorothy Fields, “we’re here to find happiness”. Gracias a noches como esta, podremos contar que encontramos esa sensación tan escurridiza (aunque volviera a escaparse), con la voz de Chan Marshall flotando en el aire.