«Hace tres años tenías tres novelas en el cajón y decenas de cartas de editoriales rechazándolas, con lo cual la satisfacción supera al vértigo»
«Yo fui Johnny Thunders», la nueva novela de Carlos Zanón, está recibiendo elogios por doquier. Eduardo Izquierdo entrevista a este escritor de narrativa negra y adicto al rock and roll.
Texto: EDUARDO IZQUIERDO.
Este barcelonés de 46 años lleva tiempo llamando a las puertas del cielo. Del cielo negro, como el género novelesco en el que se ha especializado y en el que dio sus primeros pasos con «Tarde, mal y nunca» (2009) y «No llames a casa» (2012). Cansado de la buena educación ha decidido aparcar los buenos modales y de una patada llamada «Yo fui Johnny Thunders» echar abajo cualquier parámetro estilístico de un género a menudo anclado en el inmovilismo. Una obra oscura, carnal, cruda y desalmada. En la que las atmósferas dominan por encima de los argumentos. Sangrante y dolorosa, pero sobre todo musical. Muy musical. Como si quisiera romper con la imagen de su texto pide para que le acompañe durante la entrevista un Cacaolat caliente. Servidor, rockero de pro, no quiere ser menos y al hecho de haber llegado a nuestra cita empujando el carrito de Jon, mi hijo de apenas un mes, le uno una Coca-Cola. Zero, por supuesto, que hay que conservar la imagen.
Carlos, vaya imagen del que todos consideran rey de la novela negra ¿no?
Bueno, los personajes se quedan dentro de las novelas [risas]. Tengo que cuidarme, que yo no soy Johnny Thunders [risas].
Oye, por edad no has vivido a Thunders ¿por qué escogerlo a él como enganche del libro? Realmente es un personaje mítico para algunos y desconocido para otros ¿no era arriesgado?
Él era una figura icónica muy potente y no muy utilizada. Y en el fondo muy desconocida. También tiene la parte romántica de que es el artista atrapado en él, que se quema a sí mismo, rodeado de sus propios monstruos, que no sabe lo bueno que es y que se autodestruye. Aunque en sí se trata de un crío que se niega a crecer; ya sabes, el mito de Peter Pan. Por otro está lo que más rabia me da del mito del rock and roll: esta adoración del artista en vez del cantante, del que más se droga, del maldito… La idiotez del yonqui ángel. A mí mucha de esta gente que me gusta mucho me hubiera gustado que se drogara la mitad e hiciera el doble de canciones. Por un lado quería presentarlo como una imagen icónica y por otra parte la idiotez de ese niño que no acepta el paso del tiempo. Es verdad que por edad no me pilló, pero yo viví el post punk del 84 u 85, y hay una cosa del punk que me gusta mucho que era que no necesitabas hacer las cosas bien si tenías algo que decir. Daba igual que fueras feo o vistieras mal. Lo importante era el mensaje. Y eso me gusta mucho incluso en los escritores, más que el hecho de que escriban de forma impecable. Si estudias quince años de piano podrás tocarlo muy bien, pero nunca serás Mozart. La técnica puede joder el talento o la intuición.
Pero coincidirás en que había un riesgo, ¿no? A los que lo admiran se lo presentas como una piltrafa y a los que no lo conocen les parecerá un héroe.
Sí, claro. Era arriesgado y pensaba que iba a pasar eso, que las dos escenas lo iban a rechazar. Al final el arriesgarme y no hacer concesiones, como por ejemplo haber escogido a Sid Vicious, a la gente le ha gustado. Yo a Thunders al principio del libro no le resto genialidad, pero tampoco le convierto en un héroe por no saberse pinchar. Ni le quito ni le doy. Si tú quieres morirte de una sobredosis me parece de puta madre. El tío acabó tocando en sitios para pagarse un chute, y eso es así. Que sin eso no hubiera sido tan genial, fantástico, pero yo no tengo que adorarlo y juzgarlo. Ese equilibrio creo que es lo que ha hecho que tanto unos como otros no disparen al pianista.
¿No da un poco de vértigo la situación que se ha creado después de la novela? Todo el mundo hablando de ti, agotada en muchas librerías….
Claro que da cierto vértigo, porque siempre tienes miedo a que te superen las expectativas. Pero por otro lado hace tres años tenías tres novelas en el cajón y decenas de cartas de editoriales rechazándolas, con lo cual la satisfacción supera al vértigo. Lo tenía todo contra mí y no me rendí. Creo que uno tiene que ser inteligente en estos momentos. En la próxima novela no puedes repetir porque has de conseguir algo mejor y eso pasa por diferenciarse. Hemingway decía una frase que me parecía genial, le preguntaron qué era lo que destrozaba la carrera de un escritor y contestó “el éxito, las mujeres, el alcohol, la falta de éxito, la falta de mujeres y la falta de alcohol”. El éxito te puede joder, pero no tenerlo más. Además yo creo que funciono mejor bajo presión.
«Mi objetivo era hacer una novela negra de rock and roll, pero no limitarme a una pincelada o que el detective cantase imitando a Elvis»
Cuando empezaste a escribir la novela ¿ya ibas con la idea de que fuera tan musical o con tantas referencias musicales?
Sin duda. Yo quería captar la energía que a veces encontramos en algunas canciones. De hecho durante mucho tiempo la novela se llamó «Chien Andalusia», pero cuando ya había explicado varias veces que era algo que decían los Pixies en una canción me di cuenta de que el título no era adecuado. Yo quería que la novela fuera como un elepé de los Pixies. Quería escribir como si se tratara de una canción. Luego el tema Pixies fue quedando algo de lado. Mi objetivo era hacer una novela negra de rock and roll, pero no limitarme a una pincelada o que el detective cantase imitando a Elvis… Quería captar eso que sucede cuando en un concierto de dos horas hay unos segundos que te hacen pensar “por eso me gusta esto”… Mr. Frankie, el protagonista, de lo que se ha quedado enganchado es de eso. De cuando tenías que irte corriendo a la tienda a comprar el disco que acababa de salir. De no poder esperar a mañana porque tenía que ser ahora mismo. Por eso diría que la novela habla mucho del deseo.
Tus novelas siempre han tenido ese punto de decadencia, pero aquí llegas al límite, ¿cómo consigues narrar tan bien eso?
No lo sé. Son personajes que aunque no se parezcan a mí del todo sí que llego a entender sus mecanismos de supervivencia y autodestrucción. Yo los entiendo más que a la gente que invierte en bolsa. Al pringado y al adicto lo puedo entender en otras cosas. Además, las personas se pueden construir hacia fuera o hacia dentro. Hay gente como tú o como yo que se construye bien hacia fuera, es decir, encuentra una pareja que le trata bien, tienen hijos, tiene un trabajo, una casa, se lleva bien con sus padres pero por dentro, en el fondo, somos una mierda. No sabemos lo que queremos, todo nos parece poco, querríamos una casa más grande o un coche mejor, estamos insatisfechos… Mis personajes son todo lo contrario. Hacia fuera lo han hecho todo mal: son drogadictos, prostitutas, mafiosos de poca monta, asesinos a sueldo baratos pero hacia dentro saben qué quieren. Saben adonde van y son concientes de lo que son. Cogen lo que necesitan, lo roban, matan por ello… En el fondo lo que hago es poner eso de manifiesto. Mr. Frankie es un desastre hacia fuera pero siempre ha hecho lo que ha querido, no le ha importados ser un egoísta, mezquino e hijo de puta. En cambio nosotros insistimos en ser amables, pensar en el otro…
También detecto la inspiración para esas descripciones en canciones. Por ejemplo recuerdo cómo explicas la sensación que se tiene al inyectarse heroína y estoy oyendo mentalmente ‘Heroin’ de la Velvet Underground.
Tienes toda la razón. Mi aproximación a determinadas cosas es artística. Hay muchas cosas de la realidad que hemos aprendido a través del arte. Yo sé como se dispara una pistola porque lo he visto en películas, pero nunca he disparado una. En el fondo, aunque parezca una novela muy realista se aguanta porque está idealizada por el arte. Cuando ves «Pulp fiction» y ves a Uma Thurman pegándose un chute aquello es una barbaridad pero parece hermoso porque lo ves de una forma artística.
¿Eso convierte a la novela en algo peliculera?
No, pero tiene un ambiente de irrealidad que se percibe. Es como cuando sales con tus amigos y estás en Terrassa y uno del grupos se enfada con el resto y dice “me vuelvo a Barcelona andando” y piensas “¿dónde vas? Si estás en Terrassa…”, y le ves andando, y en ese momento lo ves normal hasta que a la mañana siguiente te das cuenta de lo irreal de la situación. Es una novela escrita desde la alucinación, desde el delirio, con personajes viviendo situaciones que no pueden controlar… Casi como si fuera un capítulo de «Tom y Jerry», pero la vida es así.
Sé que hace unos meses reescribiste buena parte de la novela ¿puedo saber qué?
Bueno, creí que le faltaba ritmo. Quería hacer una novela muy David Lynch, muy onírica. Había muchos flashbacks. Hay un momento hacia el final en la que Mr.Frankie se tira a una piscina y había capítulos intercalados cortos en los que se leía lo que el tío pensaba mientras estaba dentro del agua, pero me di cuenta de que eso no había quien lo entendiera. Me retrasaba la acción y lo quité. También había una escena con Mr. Frankie llegando a un local de ensayo de unos chavales y tocando con ellos mientras se reían de él. No estaba mal, pero decidí que había demasiadas subtramas. También había cosas que podían llevar al lector a sentirse engañado y las quité. Era importante equilibrarlo todo bien.
¿Cuál era tu objetivo al escribir la novela?
Que la gente que hemos vivido y crecido con la música como parte de nuestras vidas pensáramos “vale, yo he estado ahí”. ¿Cuántas veces has acabado una noche con una gente que no conocías de nada pensando que a las tres de la tarde no te irías con ellos ni a la esquina? Pero en la noche todo es diferente y quería reflejar esa sensación.
¿Alguna vez leeremos una novela tuya convencional?
Puede ser, porque no me cierro, pero creo que no soy muy bueno con los argumentos y se me dan mejor los ambientes. Si en algún momento encontrase una gran historia, ¿por qué no? Me encanta lo que hace John Connolly, por ejemplo, que consigue las dos cosas.
He leído por ahí varias veces la etiqueta de nuevo Vázquez Montalbán ¿qué crees que hay ahí?
No lo sé. Está el hecho de que los dos retratamos Barcelona, aunque él reflejaba muy bien la Barcelona del momento. Además él también era poeta, aunque no acabo de ver clara esa comparación que por otro lado me halaga.
Poeta y escritor de novela negra ¿no parecen mundos antagónicos? Porque se suele esterotipar al poeta como alguien más sensible y al escritor de novela negra como más rudo…
Es que a mí lo que me gusta de la poesía me gusta de la novela: intuición, intensidad y pasión. Los capítulos de mis novelas podrían ser poemas y al revés. Yo escribo igual. El poeta aislado y supersensible a mí me parece ñoño. Es que para mí los poetas eran los tíos que cogían una guitarra. La poesía que viene del romanticismo es el rock and roll. Byron o Rimbaud si hubieran podido hubieran tenido una banda de rock. Son Patti Smith o Lou Reed. Entre eso y lo que hago no hay tanta distancia. Es como si lees «Poeta en Nueva York» de Lorca y luego a Lou Reed, y están hablando de lo mismo. Pero esto es porque ahora caigo en gracia [risas]. Me he pasado toda la vida oyendo que mi poesía era demasiado narrativa y mi prosa demasiado poética.
¿Algún truco para los que empiezan a escribir?
No, que escriban lo que quieran. La poesía suele surgir de un chispazo. La novela se hace más lentamente. Mis capítulos suelen nacer de cosas idiotas, incidentales. Así que se va haciendo un poco sola. No sé más [risas].