«Los discos nuevos se enfrentan de una manera muy dura a todo lo que has hecho anteriormente»
Con un cuarto disco solista bajo el brazo, Tropical Jesus, Carlos Sadness ha compuesto doce canciones (más una) entre hoteles y carreteras. Un viaje sónico a través de ciudades y personajes creados en su particular imaginario, del que habla con Carlos H. Vázquez.
Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: FRANCISCO SALMERÓN.
El gringo va al galope de costa a costa. Cruza el Atlántico contra el viento para que el salitre le peine los cabellos. El gringo es presumido y por el camino se refleja en los destellos. Vive del aire, se alimenta de papayas, le arrullan las estrellas. El gringo desayuna café para tostarse el cuerpo.
Como no todo iban a ser música y ukeleles, Carlos Sadness también sabe leer las manos. Tropical Jesus (Sony, 2020), su cuarto álbum, además de un disco (cedé o vinilo) y láminas firmadas, contiene un tarot, porque cada canción tiene su propia carta con una simbología, número y color. Todo el disco es, de hecho, una constelación que retrata personajes que van de ciudad en ciudad (Ciudad de México, Barcelona, Bogotá…) y terminan enroscándose cuando llegan a casa como un gato en un lado del sofá. En la puerta se amontonan las historias, y Sadness se encuentra escribiendo un libro que va retomando de cuando en cuando. Está el chico entre lo divino y lo humano.
¿Qué fue antes: Dios o la papaya?
Es una pregunta muy complicada, porque la papaya es una fruta divina. Hay gente que dice que lo de la manzana Adán y Eva es un pequeño error de teléfono roto, porque generacionalmente se buscó la manzana cuando se adaptó el cristianismo al Mediterráneo. Así que, ¿cómo le explicabas tú a los feligreses de la Edad Media que era una papaya y no una manzana lo de Adán y Eva?
Siguiendo con lo divino, veo que la foto de la portada de Tropical Jesus está hecha en Salvation Mountain. ¿Por qué allí?
Porque buscaba algo que reflejara mucho la idea de Tropical Jesus, pero que no fuera Carlos Sadness disfrazado de Jesucristo con palmeras y papayas. Eso hubiera sido lo fácil, lo que todo el mundo espera. Conocía este lugar y pensaba que tenía una identidad bastante fuerte, relacionada además con los colores que también vengo utilizando, y que era una interpretación de la iconografía cristiana y de Jesús muy diferente a la de la Iglesia y a lo que estamos acostumbrados. Me parecía interesante generar también la propia imagen, apropiarse del Tropical Jesus, no utilizando el recurso sencillo de lo tropical que todo el mundo conocía. Y estuvo guay, porque tenía una excusa para ir por allí. Al final pasé bastante tiempo en California y aproveché para escribir algunas canciones. Fue bueno para mí, porque también paré. Llevaba dos años con una gira y de pronto quería tener unas vacaciones inspiracionales, me venían bastante bien.
¿Tropical Jesus es como el “Personal Jesus” de Depeche Mode?
Que nos suenen bien las dos palabras juntas es gracias a Depeche Mode, aunque tampoco pillé tanto esa generación. Los escuchaban mucho mis hermanas y obviamente conozco la referencia, pero me apetecía hacer el disco con un personaje. Siempre lo había querido, desde que hacía rap [Shinoflow] y presenté El presidente de los estados de ánimo. Esto viene a ser algo parecido: crear un personaje que eres tú y no eres tú, que tiene un poco de fantasía, que te permite renovar tu nombre y que sea una novedad. Estamos en un momento en el que todas las noticias son muy inmediatas y podría sacar un disco con un nombre diferente cada vez, si quisiera jugar a eso. Me parecía más atractivo decir que era un disco de Tropical Jesus que el cuarto disco de Carlos Sadness. Ya que el disco tiene novedades, pues que no sea un cuarto disco, sino un reinicio, aunque musicalmente sí que es un cuarto disco y no se puede hablar de proyecto diferente, porque está demasiado ligado a los anteriores.
Te dieron el Latin Grammy en 2018 por el arte de Diferentes tipos de luz.
Reconozco que eso ha ejercido un poquito de presión en mí.
Y el arte de Tropical Jesus también es tuyo. Un tarot, constelaciones, láminas…
Había que aprovechar la cuarentena [risas]. Es un currazo y me alegra que la gente lo esté valorando. Y luego están los videolyrics que hubo que animar… Al final son trece ilustraciones diferentes adaptadas a muchos formatos diferentes: las cartas, las láminas grandes del vinilo, los vídeos… Ha sido un curro bestia, pero estoy encantado, era la oportunidad de hacer un disco tres sesenta, desde las ilustraciones hasta el trabajo en la producción. El noventa por ciento del sonido del disco lo he sacado en casa. No es un disco de estudio, es un disco hecho en hoteles, de gira, con el portátil en la furgoneta… Es un trabajo homemade, pero es quizá el que mejor suena de todos los discos, lo cual viene a decir que trabajar en casa a día de hoy no es una limitación.
¿Cuál es la canción con las que has venido trabajando desde hace más tiempo? ¿“Isla Morenita”?
Salió en a principios de 2019, que fue cuando hicimos el WiZink. “Isla Morenita” y “Muerte súbita de un caimán” fueron las dos primeras que hice para el disco. Mrcaron un poco el terreno. “Muerte súbita de un caimán”, por cierto, nunca tuvo estribillo. Estaba descartada y me gustaba mucho, pero dos semanas antes de entrar a grabar las voces se me ocurrió el estribillo. Iban a ser doce canciones, pero acabaron siendo trece porque no quería dejar fuera esta canción que tanta guerra me había dado. Pasé de los doce apóstoles a los doce apóstoles con Jesús.
Tengo entendido que “Adiós a los dinosaurios” la escribiste viendo los árboles de la ruta 1.
Sí. Fue una de las que escribí en Estados Unidos. En la ruta 1 pasas por Big Sur, que es un lugar de la costa donde hay secuoyas. Fliparías, porque nunca has visto un árbol así de grande. No sé cuántos años puede tener una secuoya, pero no son como los olivos que plantaron los romanos. “Adiós a los dinosaurios” tiene diferentes lecturas, y una de las que yo me planteo, quizá la más íntima, es si pudiese escribirle una canción a un hijo, aunque no lo tenga.
¿Cómo se escribe una canción pensando en un hijo que no se tiene?
La verdad es que no sé si me inspirará escribir cosas nuevas, porque no lo he vivido. Lo que tengo que hacer es presuponerlo. No fue algo premeditado, cuando la estaba escribiendo el mensaje tomaba esa forma. Y tampoco lo focalizaba tanto en imaginarme como padre, sino en este hecho generacional de que vivimos media vida con nuestros padres y luego, a veces, somos tres personas. Pero no pienso en mí en concreto, hablo de compartir de esa manera la vida.
Observo en la contraportada que cada canción tiene su fecha y el lugar donde se hizo. Empiezas con el primer tema (“Ciclo lunar”) en Los Ángeles y acabas con la última (“Número oculto”) en Los Ángeles también.
Cuando hice “Ciclo lunar” pensé que claramente era la primera del disco. Y cuando hice “Número oculto” supe que era la última. Siempre me ha costado muchísimo, le he dado muchísimas vueltas al orden, pero en este disco, cuando acababa una canción, decía: «Seguro que va a estar entre las tres primeras», «Esta va a estar por el final» o «Quiero que esta esté en medio». No sé por qué, pero esta vez ha surgido de forma muy sencilla, y es la primera vez que me pasa.
Hay canciones como “Todo está bien” que están hechas en Barcelona y Bogotá; “Chocolate y nata” en Bogotá, México y Barcelona; “Isla Morenita” en Barcelona, México y California; “Ahorita” en Cuba y Huesca; “El gringo” en Arizona y México… De hecho, “Isla Morenita” y “Chocolate y nata” se parecen y dices que es como volver a “Isla Morenita” de noche.
Bueno, porque musicalmente me lleva ahí. Tenía una pequeña idea en la cabeza y empezó a ser habitual que la tocara en las pruebas de sonido para probar voz y ukelele. La sensación era probar “Isla Morenita” y después “Chocolate y nata”, que era como una manera de regresar allí. Simplemente es una cuestión paisajística la que me provoca, porque todas las canciones me llevan a un lugar, sobre todo las de este disco, con ese punto muy viajado. En ese sentido, se han hecho aquí y allá a lo largo de dos años, mientras que los discos anteriores los hacía en tres y siempre había algún momento más de descanso. Pero esta vez ha sido todo mucho más cañero y no ha sido un disco tan relajado, como de componer en vacaciones; ha sido de componer en ruta.
En “El gringo” hablas de «vivir a galope» y de «mirar hacia dentro». Pero luego encuentro que “Clorofila” está ubicada «at home». ¿Cuál es tu casa entonces?
Tengo el salón lleno de plantas, y un día, sentado en el suelo y mirándolas mientras tocaba el ukelele, escribí “Clorofila”. Por eso es una canción cien por cien «at home», porque ha nacido y se ha acabado en casa. Sin embargo, “El gringo” es todo lo contrario: me imaginaba como un caballo corriendo por los Monegros o por Monument Valley.
El verdor frente al desierto…
Son dos caras de la naturaleza. Es un disco que tiene mucha playa y mucha selva, pero luego tienes una canción que habla de la soledad, como “El gringo”, en la que el paisaje que le corresponde es el desierto, cuando no hay nada más que te distraiga en el camino que el polvo que levanta el tiempo y el polvo que levanta el movimiento.
En el vídeo de “Ciclo lunar” aparece una langosta que representa a Cáncer, porque la Luna es regente de Cáncer. Pero tú eres Aries…
Era la carta de la Luna. Y esto de ser Aries tampoco es como ser del Barça [risas]. Tampoco creo en los signos. De hecho, “Ciclo lunar” es una canción que ironiza un poco, y es sarcástica, con la creencia en los signos. Tiene un punto melancólico, pero no deja de ser irónica, como “Te quiero un poco” o “Me desamaste”, que tienen un punto que me gusta mucho desde que empecé a hacerlo en La idea salvaje con “Miss Honolulu”, que son los retratos. Yo quería ser pintor, me gusta que las canciones puedan hacer un retrato de ese personaje, y “Ciclo lunar” hace un retrato de un tipo de persona. Veo los discos como temporadas pictóricas, como la época azul de Picasso.
En Tropical Jesus también hay bastantes referencias a la nocturnidad, hablas de las estrellas y de encontrar respuestas en ellas, de los sueños… ¿Significa que la inspiración de este disco ha sido nocturna?
Venimos de dos discos que son muy diurnos, muy luminosos. Y no premeditadamente pienso que ya que he hecho una cosa voy a hacer ahora la otra, pero muchas veces te inspiran las cosas que no repiten y no replican lo que ya has hecho. Por eso creo que Tropical Jesus es un disco un poco menos festivalero. Incluso tiene muchísimos más acordes menores que mis anteriores discos, que son dos trabajos con mucho acorde mayor. Ha sido, creo, por una cuestión de llenar los espacios creativos que ya estaban ocupados por otro tipo de canciones.
Sin embargo, las dos canciones más movidas y más pop de Tropical Jesus son “Aloha” y “Ahorita”.
Sí. Pero también porque son singles. A lo largo de la composición del disco yo veía que una canción podía funcionar como single y alimentar un poco la necesidad de nueva música que había entre disco y disco. Obviamente, “Ahorita” tiene más perfil de single que “El gringo”. Seguramente igual estaban hechas las dos, porque cuando salió “Isla Morenita” estaba “Muerte súbita de un caimán”. Me gusta tener una creatividad absolutamente libre, y luego, sobre la materia prima, elegir y darle un tratamiento de single a una canción o que sea una del repertorio del disco. El single lleva encima más responsabilidad, porque tiene que aguantar un peso y un juicio mayor: lo va a escuchar más gente, va a tener que alimentar una época de conciertos… Entonces se le exigen unas características diferentes que a una canción del repertorio. Pero bueno, eso es algo más de marketing y aposté después de haber creado la canción, porque nunca en la vida me he sentado y me he puesto a hacer un single. Nunca.
Pero sí terminas sabiendo cómo hacer un single.
Bueno, sí. También sabes a veces qué cosas encajan más con un single y qué cosas no. Al final, la esencia de la canción es básica, porque un single puede ser una canción muy tranquila y funcionar súper bien.
«Veo los discos como temporadas pictóricas, como la época azul de Picasso»
¿Por qué se ha quedado fuera “Soñé contigo” (con Marco Mares)?
Por timing. La fabricación del vinilo se hace con mucha antelación y la canción surgió un poco de manera espontánea, así que no pude meterla. Y me da bastante rabia, porque es una canción que me gusta bastante y que además ha funcionado muy bien. Es lo que te digo: fue un single, pero no parece que lo sea por cómo está hecha la canción.
Pero hay más colaboraciones que sí han entrado en Tropical Jesus: “El simpático” (con Crystal Fighters / Sebastian Pringle – Dr. Witchdoctor), “Todo está bien” (con Manuel Medrano), “Aloha” (con Bomba Estéreo)…
Fue algo natural. Tenía estas canciones con ellos, pero tampoco iba a utilizarlas como single, como algo protocolario. ¿Podía haber salido la de Crystal Fighters [“El simpático”] como single? Podríamos haberlo hecho, pero ¿entonces cuándo sacamos el disco? ¿Vamos a sacar una canción con single cada dos meses? Siento que se está utilizando mucho lo de los lanzamientos con colaboraciones como algo protocolario, cuando la colaboración tiene que ser algo más artístico, nacido de una experiencia conjunta entre dos artistas. A mí me piden colaboraciones que es una barbaridad. Si hiciera todas las que me piden, sacaría dos canciones al mes. Y me sabe fatal decir que no, pero pienso que no estamos tampoco obligados, o que tampoco es tan guay sacar constantemente tu parte creativa. Me gustan las colaboraciones, me encantan, pero hay que saber decir que no y valorar mucho más las canciones propias, que es donde muestras más tu universo personal.
¿Qué criterios tienes entonces para hacer una colaboración?
En primer lugar, tener un vínculo con esta persona, más allá de entrar y ver los seguidores que tiene, obviamente; al final estás compartiendo algo que es íntimo. La parte creativa, la parte artística, aunque estemos hablando de música pop, es algo íntimo. Para mí, una canción es como estar en pijama con una persona, pero si no me veo así, ¿por qué tengo que estar compartiendo una canción, que no deja de ser algo íntimo? Partiendo de esa sensación de compartir la intimidad, puede surgir o no surgir. Si has convivido y te han pasado cosas y tienes una relación personal, obviamente mejora las condiciones para que se pueda realizar la colaboración.
¿“Isla Morenita” podía haber sido un dúo?
Podía serlo perfectamente. No descarto algún día rehacerla con alguien, porque es una de esas canciones que dan juego para el dúo, y habrá tenido el recorrido suficiente como para resucitarla en un momento dado.
Hay detalles en Tropical Jesus que me llevan a Shinoflow, porque llegas a hacer algo vocalmente similar, aparte de lo orgánico de algunas canciones.
Lo orgánico es más una sensación, porque en realidad Shinoflow no era nada orgánico: samplers y beats. Lo que sí que puede suceder es que casi todas las canciones se han construido con un beat en vez de con una batería real. También he sampleado muchos sonidos de arpa y he tocado mucho teclado. Al haber trabajado las canciones un poco a mi manera, desde la producción a la composición y sin haber contado tanto con la banda en un estudio, suena un poco más a la manera de hacer de los discos de Drake o Post Malone, que tienen elementos orgánicos como las guitarras o los teclados, pero también una base de sintes, beats, samples… que son el setenta u el ochenta por ciento de la canción. Más que orgánico, diría cálido.
Entonces, ¿cuáles son los puntos en común entre orgánico y cálido?
Entiendo que la palabra «orgánico» es algo que te venga a la cabeza con este disco, porque todos los elementos que hay son muy atmosféricos. Es decir: no hay tanto un patrón rítmico de guitarras, pero genera más atmósferas, entonces tiene como capas, que son voces modificadas, otras son samplers también modificados… Todo eso son elementos orgánicos tratados de una manera electrónica intentando que sea lo más cálido posible, de forma que parezca que tenga una vida la canción y que se estén retorciendo los instrumentos dentro de ella. Mi trabajo de producción en casa fue muy intenso con esa parte de encontrar, de grabarme yo mismo una voz y pitchearla hasta que se convirtiera en un elemento que, cuando lo oigas, no sepas si es la reverb de una guitarra o un teclado. La idea era crear atmósferas de sonidos que no supieras muy bien de dónde venían, pero que sí produjera esta sensación orgánica y cálida.
¿Cuánto te has exigido para este disco con la voz?
Uno puede acertar en hacer un disco más carismático que otro o con mejores canciones que otro, pero obviamente hay algo de lo que no puedes olvidarte, que es que técnicamente vaya a ser mejor, porque has aprendido a cantar, a manejar mejor algunos instrumentos o a sacarles un sonido diferente. Entonces, toda esa parte técnica de aprendizaje y de experiencia tenía que estar sí o sí en el disco, porque es uno de los pilares que hacen que Tropical Jesus se pueda medir a los anteriores. Cuando sale un disco, todo el mundo quiere mucho las canciones anteriores y mira con un poco de duda las nuevas; los discos nuevos se enfrentan de una manera muy dura a todo lo que has hecho anteriormente, pero si te aseguras de que la parte técnica ha mejorado, ya tienes un punto a favor.
“Ahorita” es una respuesta a tu puntualidad. ¿Por quién o qué esperarías tú?
Yo esperaría por una solución a la situación que estamos viviendo. «Ahorita» llega la «nueva normalidad», «ahorita» llega la vacuna… Daría un mensaje de paciencia, que no se nos vaya la olla. Hay gente a la que le ha tocado muy de cerca y el riesgo está ahí. No me gustaría pensar que somos tan irresponsables de volver a caer en esto. Hacemos los conciertos con cuidado, con aforos reducidos, y vamos a ganar una octava parte de lo que se podía ganar antes para que la industria musical del show en vivo no desaparezca.