“Llega un momento en el que tienes muchas ganas de componer pero no tienes ganas de repetirte, ahí empieza el dilema. Con la guitarra sé dónde voy siempre, sin embargo el piano es un lenguaje nuevo y me ha ayudado a ir a sitios diferentes”
Después de sus dos primeros discos en solitario, el músico ha decidido desprenderse de lo que llama “canciones de montaña”, desanclarse y dejarse llevar por un disco cuyo título lo dice todo: “La idea salvaje”. Chema Domínguez le entrevista.
Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
«La idea salvaje» representa uno de esos escasos y singulares enlaces entre la utopía y la realidad. Cuando pensamos que el pop ya no tiene nada que decir, que está sepultado bajo los escombros de la comercialidad, de lo previsible; que no es capaz de relacionarse con el rock, la electrónica y otro sinfín de elementos sonoros, el animal que lleva dentro gente como Carlos Sadness sacude toda nuestra apatía con ‘La idea salvaje’. ‘Qué electricidad’, ‘El día que volviste a la Tierra’, ‘Perseide’, ‘Bikini’, ‘Miss Honolulu’ o ‘No vuelvas a Japón’ con Santi Balmes (Love of Lesbian), forman parte esencial de uno de los discos de la temporada. La mejor prueba están siendo sus directos, Sadness está llenando y convenciendo en paradas tan importantes como Madrid y Barcelona. Su emotividad, nervio y frescura sobre las tablas recuperan la idea de poder disfrutar con la música, de impresionarse, de conmoverse. Carlos Sadness no quiere amaestrarse, ahí es donde la imaginación se materializa y el viento sopla a su favor.
Después de la tempestad viene la calma, pero en tu caso es al revés. Después de «Ciencias celestes» (2012) y «Monteperdido» (2014), «La idea salvaje» llega así.
«Ciencias celestes» es más dulce y viene de un momento de mi vida más tranquilo y se refleja en el disco. «La idea salvaje» es al revés, tampoco me complico mucho con los títulos (ríe), pero sí, es más visceral, más sanguíneo… Es más extremista, porque tiene canciones más luminosas pero también tiene canciones más oscuras, creo que es un disco más de extremos, que ha nacido en una época de cambios personales, de crecimiento musical que te hace vivir cosas especiales. También de encontrar falta de elementos, porque tocando «Ciencias celestes» echaba de menos soltarme un poco más la melena, gritar un poco más, poder enfadarme un poco más, tener un punto más ácido en algún momento. Todo eso que quizá echaba de menos se ve en este disco, que lo veo continuista pero sin domar. Más salvaje.
Más evolucionado.
De hecho, tenía otro título, pero preferí «La idea salvaje» porque se me ha ido de las manos, no he sabido pulir tanto como en «Ciencias celestes», que cada canción era muy redondita, no pinchaba por ningún lado.
La parte salvaje ha hecho que subas el ritmo de las canciones, aportando una velocidad que contrasta con la calma de «Monteperdido», por ejemplo.
Me había saturado un poco de todas las canciones en la montaña, todas las hacía con la acústica. Aquí me he soltado un poco más, tenía miedo de repetirme. Llega un momento en el que tienes muchas ganas de componer pero no tienes ganas de repetirte, ahí empieza el dilema. Nunca he utilizado el piano y aquí hay canciones que he compuesto con piano, simplemente por cambiar el chip de componer. Con la guitarra sé dónde voy siempre, sin embargo el piano es un lenguaje nuevo y me ha ayudado a ir a sitios diferentes y en busca de ese baile que hay en este disco, de esos elementos más tropicales, guitarras españolas…
Te ha quedado muy colorido, desde luego: la percusión, los beats y la batería ayudan a transportarte lejos de la montaña.
Es un viaje al Dorado, sigue habiendo aquello pero sí que intento quitarme un poco de encima esa casita nevada en la que he pasado tanto tiempo.
La responsabilidad en la composición es íntegramente tuya.
Está totalmente compuesto por mí excepto ‘En mis retinas’, que al final salió un poco en el estudio con mis compañeros, con Daniel. En el disco anterior iba muy mitad-mitad, y en este caso he sacado todas las canciones desde cero, quizá me ha dado una confianza mayor hacerlo yo solo, sin decirle a nadie “ayúdame a esto”. Pienso que las canciones se basan más en el instinto que en la técnica. No soy técnicamente tan bueno como músicos con los que he compuesto otras canciones, pero he seguido fiel al instinto de componerlas. Al final el resultado, a veces, es incluso más brillante, porque sí me acompaño de músicos para producirlas o para hacerlas grandes, sí que es un disco diferente: es cien por cien mío y firmo las canciones al cien por cien.
¿Has contado con una banda distinta?
La banda del directo no la llevo al estudio. Compongo solo, y luego, a la hora de producir las maquetas, cambian muy poco en el disco. Lo que tenía como maqueta ha cambiado muy poco. Algunos temas sí, les hemos dado más vueltas y hemos considerado que el disco tenía que coger un poco de otras personas para que respirase más, tenía algunos giros que son muy identificables, míos, y me apetecía que alguien dijera: “Bueno, vamos a hacer esto de otra forma”. Al final los arreglos los he hecho con ayuda de Dann Hammond y Stefano Maccarrone.
Stefano es habitual.
Sí, siempre, es como mi brother de música y enseguida pilla lo que quiero. Él domina mucho el tema de las teclas y tenemos un idioma, una jerga: «Esto házmelo más francés, esto un poco más húmedo y esto que brille más», y a partir de ahí ya nos entendemos.
“No digo que nos pongamos a hacer canción protesta, porque a todos no se nos da bien, y a veces hay que hablar de otras cosas también, pero hay que romper más”
En las canciones ‘En mis retinas’ y sobre todo ‘Astronomía en el Tibidabo’ vuelves a tu marca más original. Son la excepción en «La idea salvaje».
‘Astronomía en el Tibidabo’ es una canción que no estaba en el disco, no existía y ya tenía el disco acabado. Entonces vi «Interstellar» y me moló mucho, llegué a casa y me quedé con el drama este de los mensajes, de la comunicación. No tenía la guitarra, y tenía un teclado. Al final la canción son tres acordes, simplemente es un cambio en la posición de la mano. Pensé: “Venga, voy a utilizar un poco otra vez el rap para contar esta historia tal cual”. En el último momento, quizás porque el cuerpo te pide algo, casi una regresión, sentí que tenía que incluirla. Luego encaja muy bien en la historia, porque está entre ‘Sputnik, el día que dejaste la Tierra’ y ‘El día que volviste a la Tierra’. Se podría haber llamado ‘El día que estuviste’. Es un disco conceptual, no todos los temas, pero es una historia contada a través de un viaje gráfico, una metáfora sobre el distanciamiento de dos personas.
Conceptual a tramos, igual que puede suceder con Zoé en “Prográmaton» (2013), que no sé si has tenido ocasión de escucharlo y te ha servido de estímulo…
El cantante de Zoé iba a salir en este disco…
¡No me digas!
Sí, estuvimos pendientes de la gira y la grabación no pudo ser, quedo pendiente una colaboración.
‘Arrullo de estrellas’ de Zoé conecta perfectamente con ‘El día que volviste a la Tierra’.
Al final este disco es como estar viendo las estrellas desde la selva. Es como galac-tropical un poco. Quería contar lo que sucede ahí pero un poco desde la Tierra, no quería que fuese tan galáctico. Me gustaba ese punto de la persona que está aquí, observando lo que está lejos. Un punto de vista terrenal, no quería hacer un punto mega místico.
¿Cómo lo vas a trasladar al directo?
Solo un músico más. Necesito un guitarrista más porque es un disco en el que el papel de las guitarras ha crecido mucho. En «Ciencias celestes», dos nos lo quitábamos de encima, pero aquí no. Seguramente quien se incorpore será Sergio de Miss Caffeína.
Aunque es tu segundo disco largo en solitario, tu trayectoria ya es importante. ¿Es ahora el momento de reafirmarte?
Sí, es lo que parece, al final los discos son como oportunidades. El primero ha ido bien, lo que pasa es que con un disco tampoco te consolidas como algo, tienes que volver a hacerlo bien y si puedes, hacerlo mejor. Es la primera vez que he sentido esa curiosidad por ver qué va a decir la gente, antes venía de cero y si lo escuchaban ya estaba bien, pero ahora quiero que guste más que el otro. Me daría rabia leer que les gustaba más el anterior. Quiero ampliar un poco el universo de la gente que está conmigo, una dosis más, y quiero que le cojas ese cariño que tenías a las anteriores y que hagamos más con esto.
La colaboración con Santi Balmes tiene miga por el título en el que participa, ‘No vuelvas a Japón’, teniendo en cuenta los «Cuentos chinos para niños del Japón» (2007) de Love of Lesbian. ¿Es el guiño que parece?
Un poco. Es una canción muy complicada, a la que más vueltas le he dado. Fue la segunda que hice para el disco y no la he acabado de hacer hasta el final. Hubo un momento en que la canción me sonaba muy Love of Lesbian. Quizá es la más críptica, habla de un montón de cosas. Se la enseñé a Santi y le dije: «¿Qué hacemos con esto, me ayudas a resolverla?». Yo quería que la resolviera otra persona, cuando quedé con él le enseñé como tres estribillos diferentes, varias maneras de hacer la canción, y él me dijo cómo. A pesar de que la composición sea mía, le dejé el marrón de tomar esas decisiones… No te exagero si he tenido siete estribillos diferentes en esa canción, me ha acompañado a lo largo de todo el disco y es la que me ha dado más dolor de cabeza. Al final tengo la satisfacción de que por lo menos la canta un artista que admiro, que me gusta, que es de mi ciudad, que está en una escena como la mía. Además, llegó y lo hizo mejor de lo que podía imaginar.
¿Seguís siendo compañeros de oficina de management y contratación?
Sí, sí, sí. Ellos descansan este año.
¿Les tomas el relevo este año?
Bueno, el relevo quizás queda un poco grande, pero por lo menos la gente se encontrará aquí un poquito de Love of Lesbian.
No es tiempo para conformarse con un sólo territorio. ¿Fuera de España está teniendo repercusión Carlos Sadness?
Hay un reclamo súper importante en México y hay que ir, pero hay tanto que hacer aquí que cuando hablo de aquello me dicen: «Carlos, no has empezado aquí y quieres ir allí». Pero es porque allí el público es súper insistente, tengo que ir sí o sí, pero claro, no me voy a ir si todavía tengo tarea aquí.
Bueno, quizá te pase como a otros y tengas que triunfar primero allí, y encuentres allí un público más constante. Salvando las diferencias estilísticas, me vienen a la memoria Rocío Dúrcal y Ángeles del Infierno.
(Ríe) Vale, sí. ¿Sabes qué pasa? Creo que allí voy a conectar más, porque allí la gente tiene una cosa que en España se ha perdido un poco a partir de los ochenta: la admiración artística. Se busca más la normalidad, se busca más que el cantante pudiese ser tu vecino, y yo tiendo a envolver mis obras en un poco de misticismo, un poco del personaje. Me gusta que el personaje sea un buen protagonista en las historias, incluso en la estética. Aquí, parece que si te sales un poco te van a reñir.
Criticar por criticar.
Aquí nadie se imagina a Bisbal pintándose la cara, pero allí sí lo viven. En lo artístico México me invita a desfasarme un poco más y eso me gusta, tengo muchas ganas de ir para poder salir al escenario pintado con un poncho y con plumas, algo que aquí dirían: “¡Pero dónde vas, flipao!”. Tengo ganas de explotar allí en ese sentido.
¿Crees que se ha diluido lo pasional en las cifras, en el mercado, como puede pasar en el fútbol?
No creo que tanto como en el fútbol. La gente no es tonta y busca lo artístico, además hoy en día la radio no manda tanto, la gente puede elegir. Pero a veces se normaliza y se busca hacer que todo sea tan apto y correcto que tampoco está bien, porque al final lo artístico tiene que ser también un poco extravagante. No digo que todos nos pongamos a hacer canción protesta, porque a todos no se nos da bien, y a veces hay que hablar de otras cosas también, pero hay que romper más. Yo echo de menos eso de los ochenta, que a veces era más importante las pintas del tipo y lo que dijera que cómo cantara. Hoy es impensable eso, hoy es cómo está producido, cómo canta, luego que las pintas sean las del yerno perfecto y luego lo que cuentas. Me gustaría que se desordenase eso un poco, que lo primero fuese lo que cuentas, luego cómo lo cuentas y esa actitud que creo que se pierde un poco.