Carlos Chaouen: El alma humana en diez canciones

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Hace dos décadas debutó uno de los nombres más respetados de la canción de autor: Carlos Chaouen. África Egido recorre su discografía en busca de una decena de piezas imprescindibles.

 

Selección y texto: ÁFRICA EGIDO.

 

A veces bastan diez canciones para abocetar el sonido de un artista. No es el caso del poliédrico Carlos Chaouen. Ni su poesía ni su música caben en un decálogo sonoro, pues disco a disco ha modelado tantos climas emocionales como estados caben en un ser humano. Con esencia de cantautor de bar, aromas de andalucismo y ráfagas de su pasado rockero, pasea con la misma comodidad por la sencillez de cuatro acordes que por líneas armónicas imprevisibles y encabalgamientos asombrosamente agradables.

Sus canciones son viscerales, como las pulsiones humanas. A veces cálido, a veces crudo, tan pronto dulce como áspero, sexual, espiritual, terrenal, etéreo. Su música está tan ligada a la tierra como a esas nubes tan presentes en su música. Suena al mar de Cádiz y a las calles de Madrid, a campo agreste y a asfalto. Y es que sus composiciones se mueven siempre de un lado a otro de la frontera, como cantaba en su último disco de estudio.

Estas diez canciones quizá solo son un débil esbozo de su sonido, pero todas ellas, eso sí, recogen una buena colección de colores del alma humana. Según Carlos Chaouen.

 

1. ‘Me he pintao’ («Carlos Chaouen», Fonomusic,1998).


Tras acabar la carrera de Psicología y dar sus primeros pasos musicales en bandas de rock alternativo, Carlos Chaouen comenzó su trayectoria en solitario en 1996. Solo tardó dos años en publicar su debut homónimo, un álbum en el que, de momento, no habría rastro de ese rock alternativo aunque sí matices rockeros, aires andaluces y alguna que otra insinuación pop. ‘Me he pintao’ es la canción más descarnada del disco y una buena aproximación a su cosmología, que descansa aquí sobre un colchón de acordes desnudos de guitarra y su voz rota. En primer plano, lo terrenal, el deseo, el sexo (una constante en su lírica). Atención al vendaval de metáforas final. Un canto al cuerpo, la biología, el instinto, el origen… A la naturaleza humana.

 

 

 

2. ‘Maldita’ («Maldita», Fonomusic 2000).

Dos años después de su debut, vio la luz «Maldita», su segundo álbum de estudio. El sexo, las drogas, el amor y el deseo confeccionaron entonces el paisaje sobre el que bailarían muchas de sus metáforas, con permiso de aves y flores, que siempre han decorado sus cuadros sonoros. Este disco es más incisivo que el primero, más rockero y con una paleta rítmica más amplia. Con ella dibujaría canciones tan atractivas como ‘Carita de pena’, ‘Seré’, ‘Vente’ o ‘Maldita’. Esta última es un buen ejemplo de esa apertura estilística y de su habilidad para crear estribillos que se adhieren —sin pastosidad— al oído. Brota aquí, además, otra constante en la lírica de Chaouen, las referencias religiosas: «Maldita tú eres entre todas las mujeres pues tu ángel de la guarda está de fiesta…».

 

 

3. ‘Vente’ («Maldita», Fonomusic, 2000).

‘Vente’ es una de las grandes embajadoras del intimismo y el recogimiento de Chaouen, y —a la vez— una de las canciones más ligadas a su temperamento de cantautor. Pero al modo del gaditano: el que hace convivir un piano dulce y emotivo con una lírica paradójicamente cruda. De amor y adicción. O viceversa: «Y la infecta jeringuilla es tu cuerpo y me parece que me devuelve la vida… y es a ti a quien me devuelve».

 

4. ‘Semilla en la Tierra’ («Universo abierto», Cienfuegos, 2003 / «Totem», BMG, 2005).

«Universo abierto», su tercer álbum, es el que contiene más cortes resistentes al paso del tiempo. Es el caso de ‘Ninfa de miel’, ‘Pintando el cielo’, ‘Privado’, ‘Desfile de Gaviotas’ o ‘No me canso’ (cuesta dejar algunas en el banquillo…). Pero si hay un tema con vocación de eternidad en ese trabajo y en su discografía es ‘Semilla en la Tierra’. Es la canción. Su canción. Hoy es su tema más popular y una de las mejores canciones para explicar la vida: la que duele, la que tiembla, la que ríe, la que vive «a veces por compasión». En sus estrofas, puentes, estribillos (hilvanados con tremenda delicadeza), cada palabra es relevante, como cada nota, cada acorde (¡oh, esas armonías!). Musical y poéticamente es una de las joyas de su música.

 

 

5. ‘Pintando el cielo’ («Universo abierto», Cienfuegos, 2003).

La orquestación con la que arranca ‘Pintando el cielo’ parece augurar una balada épica. Pero no. Porque a eso juega, al trampantojo (como titulará un tema de su siguiente disco), a confundirnos el cielo con la tierra, los ensueños y la realidad, la mente y la emoción. A bajarnos de las nubes para buscar aparcamiento, tener citas de domingo o desatar pasiones en cada semáforo. Y a subirnos después al cielo de un soplido, y enamorarnos de las gaviotas que vuelan a nidos ajenos. Así es el universo “chaoueniano”. En esta canción que gira en torno a la búsqueda, abundan los ejemplos de sus habituales analogías religiosas.

 

 

6. ‘No me canso’ (“Universo abierto”, Cienfuegos, 2003).

‘No me canso’ fue el tercer corte de «Universo abierto», pero la canción se dio a conocer al mal llamado «gran público» dos años después, cuando Ana Torroja la incorporó a su disco «Esencial» y la llevó al número uno de una conocida radiofórmula. Sin embargo, su interpretación (y sus arreglos) evaporaron muchos de los aromas de la composición original. Si en boca de Torroja, la canción resultaba amable, ligera e incluso luminosa, de la mano de Chaouen, la escena es costumbrista, de tarde silenciosa, íntima, melancólica. Y con peso. Si hay que elegir…

 

 

7. ‘Amapola’ (“Totem”, Cienfuegos / BMG, 2005).

En 2005 salió al mercado «Totem», el álbum con el que empezaría a crecer exponencialmente su legión de seguidores, más aún después de su presentación en el Teatro Calderón con invitados como Quique González, Kutxi Romero o Ismael Serrano. Dicen que nunca se ve luz al final de ese túnel triste y melancólico por el que transita la música de los cantautores. Pero en el alma humana también existe la luz, y Chaouen ha sabido capturarla en ‘Amapola’, una acuarela repleta de flores, lunas, soles, olas… y una constante sensación de plenitud (no euforia). «Tengo los bolsillos tan llenos de cigarrillos / que no me cabe la necesidad. / Tengo la cabeza con tantos grillos / que cuando quiera puedo echar a volar».

 

 

8. ‘Retinas de alquiler’ («Horizonte de sucesos», Maldito Récords, 2008).

Tres años después de «Totem», la discografía de Chaouen seguía engordando con «Horizonte de sucesos», un álbum menos comprendido por parte de su público, pero con cortes sobresalientes como ‘La vida tiene estas cosas’, ‘Fuera del cielo’, ‘Comer acero’ o este ‘Retinas de alquiler’. En este disco se agudiza su tendencia a romper rítmicamente las canciones, ganan intensidad las guitarras y la psicología del ser humano empieza a envolver gran parte de su poética: «Como el espejo que soy de los otros / los otros me devuelven a mi voz…», canta en ‘Retinas de alquiler’. Las proyecciones humanas, el yo frente al otro o el yo frente al mundo, estarán muy presentes en sus trabajos posteriores.

 

 

9. ‘Flores secas’ («Respirar», Arudavel, 2011).

Con producción de Joaquín Calderón, en 2011 se publicaba «Respirar», un trabajo menos explosivo que su antecesor y más impregnado del aroma de sus primeros discos. Si el talento de una persona es aquello que fluye natural, espontáneo y casi místicamente perfecto, aquí se manifiesta en ‘Flores secas’. Sus guitarras y la percusión de Juan Makandé envuelven con una emotiva delicadeza una sucesión de escenas empapadas de sencillez, cotidianeidad y ternura. En cuanto a la lírica, el título lo dice todo: el frío, el vacío, la búsqueda, la desidia, la pérdida. ¿Qué hay más inerte que una flor seca? ‘Flores secas’ es una de las canciones más abiertamente impregnadas de nostalgia de su discografía: «Siempre nos quedará un alto el fuego…».

 

 

10. ‘Bienvenida soledad (El sol en ti)’ («En la frontera», Maldito Records, 2014).

«En la frontera» es su último álbum publicado hasta la fecha y su disco más cargado de guiños a su pasado rockero y su cercanía al rock urbano. De hecho, J.L Campuzano ‘Sherpa’ (Barón Rojo) y Andreas Lutz (O’Funk’Illo) participan en dos cortes que fusionan el “sonido chaouen” con el estilo que acuñaron estos compositores. En este disco, la psicología impregna como nunca antes su lírica, con momentos que parecen auténticos viajes por la psique. Cerramos nuestro particular paseo por el alma humana, según Chaouen, con un blues que abraza los dos estados que conviven en la música del gaditano: la luz y la oscuridad. «Baila sin miedo y verás una luz transparente / Todo brilla en libertad, danza dulcemente / Y ahora grita a los cielos tu boca / Y ahora tienes el sol en ti».

 

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