CINE
“A pesar de la supuesta ambigüedad, no es otra cosa que una película hipócrita y normalizadora”
“Captain Fantastic”
Matt Ross, 2016
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
No existe nada fuera del texto, decía Derrida, en referencia a la imposibilidad de comprender el mundo más allá de las categorías y estructuras a través de las cuales lo conocemos y percibimos. En cierta manera, la gran pregunta que se hace (y nos hace) “Captain Fantastic” es: ¿se puede realmente ser antisistema? En cuanto uno se para a pensarlo un poco, resulta una extraña paradoja: como producción realizada dentro de un régimen capitalista organizado y pensado como maquinaria para maximizar beneficios, por definición ninguna película puede ser un verdadero instrumento antisistema.
Es verdad que de vez en cuando uno se encuentra con películas conscientes de este problema o que incluso recurren a recursos más o menos originales (las metáforas, la parodia, la exageración) para tratar de dar un rodeo y no verse ahogadas por esta cuestión. “Captain Fantastic” no es una de estas películas conscientes de su condición de perpetuadora del statu quo, sino que parece ser el tipo más peligroso de producto mediático de comunicación masiva, el que cree no serlo e incluso insiste en que no lo es.
Sería injusto negarle una cierta indeterminación discursiva (el filme no es un descarado panfleto) y que en ciertos momentos parezca idealizar e incluso defender el intento de vida alternativa planteado por Ben Cash (Viggo Mortensen) para su familia. Sin embargo, su proyecto es finalmente presentado como una innecesaria y peligrosa excentricidad, romántica y bella pero imposible. En definitiva, la idea que domina es la necesidad de promover un compromiso, de aceptar que hay ciertas cuestiones fuera de nuestro control (y en este sentido el maniqueo uso que se hace en la película de la enfermedad mental es especialmente llamativo); en resumen, que lo “radical” no conviene. Las actitudes de los niños criados alejados de la civilización terminan por ser simplemente recursos narrativos para generar situaciones de comedia por su incapacidad de adaptarse a lo estándar, y su inteligencia y conocimientos humanísticos son minusvalorados frente a la imposibilidad de actuar “como corresponde” en un contexto social. ¿Cuál debería ser la prioridad?
A nivel visual, la película es preciosista y tiene una estética cuidada, colorista y enormemente agradable a la vista, además de contar con gran cantidad de escenas y secuencias entrañables y divertidas. Pero es un dardo envenenado. A pesar de la supuesta ambigüedad, no es otra cosa que una película hipócrita y normalizadora. Si ha de verse y servir para algo, que al menos sea para enfrentarnos con nuestra propia hipocresía y hacernos sentir incómodos por seguir quejándonos, pero no hacer absolutamente nada al respecto.
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Anterior crítica de cine: “Los siete magníficos”, de Antoine Fuqua.