Capital desierto, de El Hijo

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DISCOS

«Un álbum que suena a lo que debería aspirar cualquier artefacto que pretenda radiografiar lo que es vivir en 2019 o ya directamente en 2020»

 

El Hijo
Capital desierto
INTROMÚSICA, 2020

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

La vida debería ser de los que arriesgan, aunque el devenir del pop no depare precisamente un reguero de argumentos para creerlo: el mundo está repleto de valientes que —precisamente por serlo— se despeñaron. Abel Hernández (anteriormente en Migala y Emak Bakia) corta definitivamente cualquier cordón umbilical que pudiera unirle al post rock o al folk con un álbum que suena a lo que debería aspirar cualquier artefacto que pretenda radiografiar lo que es vivir en 2019 o ya directamente en 2020.

Electrónica alérgica a los caminos trillados, autotune, arrobas de un sarcasmo que no tiene por qué ser liviano (si fuera ligero sería postmodernismo bobo, y de eso ya nos sobra) y ritmos arábigos se suceden en un auténtico torrente de ideas que reflejan lo que es medrar en estos tiempos de consumismo descerebrado, dislocaciones virtuales, mentiras (viejas) con pintón (y nuevo) envoltorio que nos tragamos dobladas y una realidad cuyos límites cada vez se emborronan más con los de la sinrazón.

Una extraordinaria forma de digerir las ortografías urbanas (la rítmica hip hop, la adherencia del trap, la fisicidad del rhythm and blues contemporáneo) que, con las colaboraciones de lujo de Laura LaMontagne, David T. Ginzo o Tórtel, va mucho más allá de lo que los conciertos de presentación de sus dos anteriores epés (Fragmento 1 y Dentro, de 2015 y 2018, respectivamente) prometían. Canciones como “Nuevo brutalismo”, “Repite”, “Cerebro plagado de loops”, “Ojos que miran”, “Bolsas de Primark” o “Espejo selfie (Su amor_GIF)” dan la razón a quienes creen que este fue uno de los mejores discos españoles de 2019.

Anterior crítica de discos: Animal, de Messura.

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