DISCOS
«Un disco que se sostiene básicamente por la hondura lírica y por el trabajo sublime de las guitarras»
StinusVidal
Canvis
SATELITE K, 2019
Texto: CÉSAR PRIETO.
Aunque la trayectoría de Xavi Vidal es conocida con su grupo de rock en catalán La Gran Aventura y sus discos en solitario, Jaime Stinus le lleva varios proyectos de ventaja. No solamente con su primer grupo, Brakaman —junto a los primeros Burning, el único de aire glam-rock en España—, sino también como finísimo guitarrista de la Orquesta Mondragón y produciendo, asesorando, componiendo para Radio Futura, Calamaro, Bunbury o Loquillo. Si ya desde sus principios su versatilidad a la guitarra dejaba maravillado al público, todas esas experiencias musicales van haciendo que calen en él muchas estéticas.
Ambos se conocen a principios de los años 90 y las frecuentes colaboraciones los llevan en este 2019 a un proyecto en común que se materializa en las once canciones de Canvis. Un disco que se sostiene básicamente por la hondura lírica y por el trabajo sublime de las guitarras que saben ajustarse a cada tema —y a la vez irlo creando— con perfección artesana.
Tómese, por ejemplo, la canción que abre el disco y que fue escogida como single, “A l’ombra del fum”. Algo hay en ella de la progresión del “Heroes”, pero lo que enamora es esa guitarra mesurada, elegante y con pequeños y sobrios detalles que la adornan. Este es un camino, el otro consiste en vitamina y energía. Ahí están “Canvis”, más rockera, dejando aire para un solo que sostiene el entramado, o “Cap a la felicitat”, la más enérgica, donde la guitarra se destaca densa y potente.
En general, todo deriva de la amplitud de criterios de la que hablábamos y con la que han tomado el proyecto. No dan bandazos de un estilo a otro, pero sí que son pequeños detalles los que crean la ambientación. Como la delicadeza casi country de “L’estranger”, con un comedido sentimiento de melancolía y un fondo que podía pasar por una canción de Roy Orbison. O el funky blanco que ofrece un colchón sonoro exquisito y envolvente a “Via Làctia”, a lo que ayuda mucho la colaboración vocal de Shuarma. Y el aire soul pero también elitista —esas exquisiteces de los ochentas más selectos— a “Jardi Japonés”, con coros de Silvia Comes y el saxo de Dani Nel·lo.
Pero si hubiera que destacar alguna, este cronista se iría casi al cierre del elepé. El baño de belleza le asaltó al final y apuesta por “Camps Elisis” como una de las maravillas del año. Partiendo de una base, como siempre, de refinamiento sonoro, aparece un mágico aire arrabalero. De nuevo emerge el saxo y, de repente, un sonido de acordeón embruja y la lleva a la calle, hasta que al final el piano de Xavier Ibáñez —emocionante, de jazz, de club nocturno— vuelve a subir la canción al cielo, a esos Campos Elíseos que en la letra son el ejemplo de la superación, del poder de la voluntad.
Unas letras que, según me confirma el propio Stinus, están traduciendo al castellano, para conciertos y para entrar al estudio con ellas; de hecho alguna ya está grabada. Si se sienten más cómodos escuchándolas en español, pues tendrán esa suerte, aunque en el fondo es una cuestión baladí. ¿Qué importa la lengua? ¿Qué más da? Frente a tanta elegancia que rezuma de las canciones, frente a tanto asombro ante los arreglos y el buen gusto, preocuparse por el idioma en que esté cantado el disco es algo que resulta tan banal como estúpido.
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Anterior crítica de discos: Nick Waterhouse, de Nick Waterhouse.