Can’t lose my (soul), de Annie & The Caldwells

Autor:

DISCOS

«Un poderoso tratado de soul a la vieja usanza»

 

Annie & The Caldwells
Can’t lose my (soul)
LUAKA BOP, 2025

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

No hay en el caso de la música nada parecido al de Staples Jr. Singers, trío que editó su segundo álbum el año pasado, cincuenta años después de su debut. Fue en 1974 cuando tres adolescentes grabaron un disco titulado When do we get paid en Tupelo, Mississippi, prensando ellos mismos quinientas copias que vendieron por la zona. Se llamaron Staples Jr. Singers, en honor a sus ídolos, The Staple Singers, y nunca más se supo de ellos, aunque siguieron tocando de vez en cuando. En el 2019 el sello de David Byrne, Luaka Bop, editó un recopilatorio de góspel que reveló la existencia del hasta entonces desconocido trío, lo que condujo a la reedición de su único disco y a que en 2022 salieran por primera vez de su estado y de su país, llegando a tocar en el Womad de Gran Canaria.

Pues bien, a Annie Brown (voz), quien está al frente del trío, no le pareció suficiente, y se decidió también a lanzar un nuevo disco de su otra formación, Annie and The Caldwells, con la que lleva cuarenta años tocando, sobre todo los fines de semana, con la intención de mantener a la familia unida y cercana al góspel y a la iglesia de su familia, sin abandonar su devoción por el funk y el soul. En ella le acompañan su marido desde hace cincuenta años, Willie Joe Caldwell, Sr. a la guitarra, y sus hijos Willie Jr. Caldwell (bajo) y Abel Aquirius Caldwell (batería) en la sección rítmica, con sus hijas Deborah Caldwell Moore y Anjessica Caldwell y su ahijada Toni Rivers en las voces.

Grabado en una pequeña iglesia de West Point, Mississippi (The Message Center), aquí nos encontramos con un poderoso tratado de soul a la vieja usanza, lo que evidencia el propio título (No puedo perder mi soul o, también, No puedo perder mi alma). Hasta dividen el trabajo en dos discos de unos dieciocho minutos, como si se tratase de las dos caras de un vinilo y hubiese sido grabado en los años setenta, cuando empezaron.

Estas seis canciones, recuperadas con un tratamiento más crudo de sus dos discos anteriores de 2013 y 2018, que pasaron totalmente desapercibidos, están ahí para ser escuchadas y disfrutadas como una experiencia personal en solitario, pero también pueden ser bailadas o cantadas en comunidad. Siempre con las melodías y su sonido sin pulir en el centro de atención. Del funk vibrante de “Wrong” o la percusión polirrítmica de “I made it” pasamos al soul de “I’m going to rise”, sirviendo también epopeyas seductoras de diez minutos como la pieza que le da título o los más de siete de “Don’t you hear me calling”. Y, cuando llega el final con “Dear lord”, la poderosa voz de Annie sigue emocionando, con la experiencia de toda una vida detrás para convertir sus plegarias desde lo más profundo de su alma en un gozo sin par.

Anterior crítica de discos: Is, de My Morning Jacket.

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