«Las canciones que recoge el triple disco son un impecable resumen de la trayectoria de Extremoduro, y la tarea no era fácil»
Mientras el regreso escénico de Extremoduro se vuelve cada vez más utópico, Warner edita un recopilatorio para subrayar por qué fue una de las bandas más influyentes de la escena. Escribe sobre él África Egido.
Texto: ÁFRICA EGIDO.
Fotos: JAVIER SALAS.
La historia de nuestro rock difícilmente puede entenderse sin la presencia de Extremoduro, la banda que ayudó —con Barricada y Platero y Tú— a mantener viva la antorcha que una década antes había prendido Leño. Su rock transgresivo, la voz asalvajada del carismático Robe Iniesta y su manera de escrutar la suciedad y hallar en ella una lenitiva belleza los convirtió en el grupo que inspiró a toda una oleada de bandas que buscaron cobijo en el rock estatal desde la década de los noventa.
Conscientes del inmenso legado que deja el combo liderado por Iniesta, Warner Music ha editado Canciones 1989-2013, un triple cedé que recopila 44 canciones de su repertorio extraídas de diez de sus once discos de estudio (queda fuera, claro está, el experimental Pedrá). Una buena noticia para quienes se quedaron con las ganas de la gira de despedida que el grupo anunció en 2019 y que después canceló sine die a causa de la pandemia y del nuevo lanzamiento de Robe.
«El recopilatorio es un fiel y placentero paseo por la cosmología, el estilo y la evolución del grupo»
Las canciones que recoge el triple disco son un impecable resumen de la trayectoria de Extremoduro, y la tarea no era fácil. Quizá por eso se agradece el respeto al orden cronológico (imprescindible para recorrer una biografía musical) y la minuciosa selección de los cortes. Pero ya sabemos que hay tantos pulsos musicales como seres humanos pisamos este planeta, y mi pulso ha echado en falta títulos como “Romperás” (Rock transgresivo), “Villancico del rey de Extremadura” (Canciones prohibidas), “Cerca del suelo” (Yo, minoría absoluta) y su “Pequeño rocanrol endémico” (Para todos los públicos). No obstante, y lejos de las puntillosas necesidades musicales de cada cual, el recopilatorio es un fiel y placentero paseo por la cosmología, el estilo y la evolución del grupo.
La nostalgia no solo recorre el interior del disco —libreto incluido con créditos e imágenes— sino también la portada. Inspirada en una fotografía del vocalista tomada por César Urrutia para el suplemento Tentaciones en 1996, la imagen se convierte en un recordatorio de que hace un cuarto de siglo el rock estaba de moda (¡O tempora, o mores!, que diría Cicerón). Y de que la banda, como advierte la sudadera que viste en la portada, ya anunciaba que no quería ser como ninguna otra. En las canciones de esta recopilación está la contundente evidencia de que lo logaron.
Robe Iniesta ha reiterado en sus últimas entrevistas que «no tiene sentido volver a Extremoduro». Afortunadamente, los que estamos a este lado sí podemos hacerlo y, aún mejor, nos permitimos resguardarnos (incluso revivirnos) en sus canciones. Eso sí, sin perder la esperanza de despedirnos a la antigua. Frente a frente, escenario mediante.