CINE
“Un original relato de madurez emocional y sexual marcado tanto por la felicidad y la esperanza como por la frustración y la tristeza”
“Call me by your name”
Luca Guadagnino, 2017
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
Desde su consolidación como espectáculo social y colectivo en una sala oscura en la que toda nuestra atención se centra en la luminosa pantalla, el cine siempre ha sido considerado una experiencia envolvente. Reteniendo los que quizás son nuestros sentidos más perceptivos, la vista y el oído, los buenos filmes son capaces de hacernos ignorar el resto de estímulos e integrarnos en el mundo creado en ellos gracias a las imágenes y los sonidos. Existe sin embargo otra categoría, películas más difíciles de encontrar, que son aquellas que consiguen apelar a sensaciones más allá de las visuales y sonoras, aquellas que transmiten sensualidad, humedad, calor, frío, e incluso diferentes sabores, aquellas que se sienten en la propia piel, aquellas que casi se pueden tocar. “Call me by your name” es una de ellas.
Elio (un intensamente sutil y al mismo tiempo expresivo Timothée Chalamet) es un joven erudito de diecisiete años que pasa el verano con sus padres (Michael Stuhlbarg y Amira Casar) en una villa del norte de Italia. Oliver (Armie Hammer) es un estudiante de doctorado que pasa unas semanas trabajando con el padre de Elio. En lo que no podría ser sino un cruce casual de destinos, Elio se siente inexplicablemente atraído por Oliver, lo que les llevará a entrar en un precioso vals de obsesiva seducción. La confusión del joven, su timidez, su incapacidad para expresarse y, a la vez, la claridad y luminosidad de lo que ocurre en su interior componen lo que no puede sino describirse como un ballet de emociones y sensualidad. La sensorial puesta en escena nos traslada el calor y humedad del verano italiano, pero también la inigualable sensación que es el tacto de un cuerpo deseado y deseante: todas y cada una de las texturas en pantalla parecen estar al alcance de nuestros dedos si solo la fascinación por lo presenciado nos dejara estirar el brazo hacia delante.
El deseo de los personajes se convierte así en el de toda la audiencia, ofreciendo una oda a la belleza del cuerpo masculino (tanto el de los actores como el de las esculturas clásicas que estudia el padre de Elio), un original relato de madurez emocional y sexual marcado tanto por la felicidad y la esperanza como por la frustración y la tristeza. “Call me by your name” es mucho más que una mera película. Es una experiencia casi inigualable, una mezcolanza de sentimientos, emociones y sensaciones invasivas que continuan mucho después de que la sala de cine vuelva a iluminarse. Se podría decir que es magia, que es una pieza de arte o incluso una obra maestra, pero lo único que se puede realmente afirmar es que “Call me by your name” es inefable, y que estas palabras no le hacen justicia.
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Anterior crítica de cine: “Tres anuncios en las afueras”, de Martin McDonagh.