FONDO DE CATÁLOGO
«Once pepinazos en apenas treinta y nueve minutos saturados de boogie macizo y hard rock humeante»
Hasta el corazón de California nos lleva Manel Celeiro para hablarnos de California crossing, el séptimo disco de la banda de stoner rock Fu Manchu, con influencias de acid rock y hard rock de los 60 y los 70 y bebiendo de nombres como Black Sabbath, Led Zeppelin o Deep Purple.
Fu Manchu
California crossing
MAMMOTH RECORDS, 2002
Texto: MANEL CELEIRO.
Los de Orange Country siempre han ido por libre en el mundo del stoner. En una escena dominada por ritmos densos e hipnóticos, creados para dejarse llevar por el mágico encanto del cielo nocturno del desierto, Fu Manchu siempre han preferido las playas, el surf y todo lo que vaya sobre ruedas, coches, monopatines, bicicletas, motos e incluso platillos volantes antes que planear envueltos en los nebulosos vapores de la marihuana. No por ello han dejado de batirse el cobre a buen volumen, con los amplificadores al once y los pedales de fuzz como arma letal, pero siempre teniendo en cuenta uno de los principales mandamientos del punk y el hardcore: lo que puedas decir en tres minutos no lo hagas en seis. Salvo algunas contadas excepciones, sus composiciones huyen de enredarse en un minutaje excesivo, centrándose en la canción. Algo que llega a su cenit en el álbum que rescatamos hoy, California crossing, con poco más de cuatro minutos para el corte más extenso.
Pero vamos a analizar un poco su situación en aquellos momentos, en los primeros compases del siglo XXI. Venían de varios trabajos que habían cimentado su posición en el negocio y les habían granjeado cierta popularidad, discos como In search of… (1996), The action is go (1997), Eatin’ dust (1999) —que contiene su celebrada versión del “Godzilla” de Blue ÖysterCult— y King of the road (2000). Este último recibió una avalancha de críticas elogiosas por buena parte de la prensa musical de su país, incluso de la generalista, y el total beneplácito de los fans. Tras la extenuante gira de presentación del mismo se empezaron a plantear su siguiente larga duración, que entraron a grabar en los estudios Sound City en medio de un período de ciertas tensiones. Una vez finalizado, no tuvo lo que se dice el santo de cara. Inicialmente previsto para pisar las calles en septiembre del 2001, se retrasó su lanzamiento a causa de los ataques terroristas del 11 de septiembre. Unos sucesos de impacto internacional que dejaron conmocionada durante meses a la sociedad estadounidense. Finalmente, California crossing se puso en las tiendas de Europa en octubre y en las de los USA a principios del siguiente año, concretamente en enero del 2002.
Lo que citábamos al final del primer párrafo es la tónica general de la grabación. Canciones cortas, con mucha más carga melódica que en anteriores ocasiones y que desde la foto de portada sublima la joie de vivre que otorga el brillante sol californiano. Once pepinazos en apenas treinta y nueve minutos saturados de boogie macizo y hard rock humeante. Empiezan pisando gas a fondo. “Separate kingdom” y “Hang on”, esta última con un ligero toque garajero, despejan el camino para que “Moongose”, que ya había aparecido con anterioridad en Eatin’ dust, entre a tumba abierta en una nueva versión con el cencerro —¿recuerdan el famoso sketch de Will Ferrel en Saturday Night Live?—, marcando el tiempo. El tema titular define a la banda a la perfección, con unos solos de guitarra muy destacables, y un estribillo arrollador, y en “Wizkid” se puede comprobar que las lecciones impartidas por Black Sabbath son difíciles de olvidar.
La segunda mitad mantiene el tono, quizás con un pelo menos de inspiración, con minutos de más contundencia. “Squash that fly”, “Ampn’” y “Bultaco” — con la parte vocal doblada con Keith Morris (Circle Jerks, Off!, Black Flag) como invitado— ponen énfasis en los ritmos monolíticos que culminan con una oda, ¡cómo no!, al skate en “Downtown in dogtown”. El último corte, “The wasteoid”, es la pista más cercana al espíritu fumeta del stoner, una pieza instrumental de riff pesado y repetitivo que cuenta con una gran labor a los tambores, con pequeño solo de batería incluido, de Brant Björk en el que sería su último servicio a la banda, ya que poco después de finalizar la grabación anunció su marcha. Fue sustituido por Scott Reeder, que ha permanecido en sus filas hasta hoy.
California crossing no es el cenit creativo de Fu Manchu, ni su álbum más redondo en términos generales, pero es una perfecta introducción para aquellos que tengan curiosidad por adentrarse su obra. No se dejen engañar: han sido una formación ninguneada, en cierta manera, por la banalidad de sus letras y por su eterno espíritu adolescente. Se les ha tildado, con cierta sorna, de ser los Ramones del stoner, pero facturan rock and roll directo al estómago, sin pretensiones pero muy válido a la hora de divertirse sin buscarle tres pies al gato. Y se mantienen activos y engrasados: su postrer disco, Clone of the universe (2018), está entre lo mejor de su producción y la última vez que los vi en directo, Azkena Rock Festival 2022, ofrecieron un concierto corto pero muy intenso.
—
Anterior Fondo de catálogo: Amor primero (1983), de Patxi Andión.