LIBROS
«En este estudio costumbrista, Carlota Gurt es especialmente hábil al reflejar situaciones cotidianas»
Carlota Gurt
Cabalgar toda la noche
NAVONA, 2020
Texto: CÉSAR PRIETO.
Algo entendemos de los ambientes que crea Carlota Gurt si pensamos que uno de sus múltiples trabajos fue en La Fura dels Baus, ese grupo teatral que hizo de la provocación su sistema teatral, actuando de manera mecanizada como reflejo de una sociedad mecanizada. En sus cuentos también hay personajes que se mueven de manera mecánica, obsesiva, casi muñecos. Ocurre, por empezar con un ejemplo, en “Un mundo sin balanzas”, donde la protagonista, que regenta una frutería, vive únicamente para usar la balanza, a veces con su propio peso, a veces con su mercancía. Hecho común en estos relatos suele ser que logren, a veces, escapar de esta obsesión, aunque sea desapareciendo ellos, y que la realidad que miran muestre, por algún resquicio, momentos que se apartan de la lógica cartesiana.
El conjunto de trece relatos, que fue galardonado con el premio Mercè Rodoreda hace un par de años, se presenta ahora en traducción al castellano. Esta disposición de las tramas como mecanismos perfectamente encajados a los que un pequeño hecho destruye tiene tradición en la literatura catalana. Pere Calders, por ejemplo —quizás lo conozcan ustedes por el espectáculo Antaviana— nos presenta siempre mundos donde una realidad que tiende al bostezo se ve asaltada por un pequeño hecho que no tiene explicación lógica. En este estudio costumbrista, Carlota Gurt es especialmente hábil al reflejar situaciones cotidianas.
Ejemplo de ello es “El verano eterno”, la mujer que se baña desnuda en la piscina y el vecino que entra cada día con cualquier excusa, en una visión actual del landismo y las películas de Rodríguez, pero matizada y hecha literatura por sus extraños simbolismos; más sangrante es “Bestias carnívoras” donde cinco amigos de una estupidez irritante proponen una barbacoa.
También deja una sensación de regusto amargo “A por todas”, donde una niña de nueve años celebra con su tío su cumpleaños en un centro comercial: creps y cine. Mientras su tío va al lavabo, la niña, a la que deja con su móvil para que se entretenga, juega con aplicaciones. Entre este ámbito, pues, y el simbolismo, se inscriben los cuentos. Este último aparece de forma clara en “Un agujero muy profundo”: Gaspar va a podar levemente una higuera de su jardín. Con cada rama que corta está cortando una parte de su vida.
En el género del cuento, uno ha de quedarse siempre, tras la última palabra, con cierta intranquilidad, con una sensación de que hay algo que no funciona en la vida. Este es uno de los síntomas de su calidad. Y Carlota Gurt lo consigue con creces.
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