FONDO DE CATÁLOGO
«El disco fue un retorno en toda regla al espíritu de sus inicios»
Manel Celeiro nos acompaña a finales del siglo pasado para recuperar el disco en el que los Black Crowes volvieron a sus orígenes: puro rock and roll de canciones cortas, voces pasionales y riffs certeros.
The Black Crowes
By your side
COLUMBIA, 1999
Texto: MANEL CELEIRO.
En plena era del auge del rock alternativo y el rollito indie, los sureños revindicaron las bondades del buen y viejo rock and roll. Aquel que venía del blues, del soul y de nombres como los Stones, Humble Pie o los borrachines The Faces. Bourbon, cerveza, marihuana y alegría de vivir frente a la aridez, la heroína y la ansiedad vital de, por ejemplo, los chicos del grunge. De su álbum de debut, Shake your moneymaker (Def American, 1990) se vendieron más de cinco millones de copias y su sucesor, el maravilloso Southern harmony & musical companion (Def American, 1992) —uno de los mejores trabajos de los noventa, y me atrevería a afirmar que de toda la historia del rock norteamericano—, siguió la estela colocando en lo alto de las listas sencillos como “Remedy” (once semanas en el número uno), “Thorn in my pride” (cuatro semanas), “Sting me” o “Hotel illness”. Póker de números uno extraídos de un solo disco. No está nada mal, ¿no?
Tras esa triunfal irrupción vinieron Amorica (American, 1994) y Three snakes & one charm (American, 1996), grabados de manera más relajada, con más horas pasadas en el estudio, dando vueltas y vueltas alrededor de las canciones y donde otras influencias, la escena jam band, la psicodelia, el country cósmico estilo Gram Parsons o Grateful Dead, se abrían paso alejándose de la inmediatez y la urgencia de los dos anteriores. Curiosamente, Southern harmony se grabó en pocas sesiones y prácticamente en directo. Seguían siendo igual de buenos, por supuesto, majestuosos representantes del legado del linaje clásico del rock, pero los discos se vendieron (bastante) menos. Gran parte de sus fans echaba en falta la potencia guitarrera que se había trasformado en desarrollos instrumentales fumetas y largas improvisaciones que funcionaban bien en estudio, y esos discos que crecen como la espuma, en directo no eran tan bien recibidos. Asimismo, las relaciones entre ellos se empezaban a agrietar tras innumerables giras sumadas a la tensión del lado salvaje de la carretera. Ya saben a qué me refiero: las presiones por volver a tener grabaciones que generaran ventas más abundantes y el famoso carácter de los hermanos Robinson, especialmente el de Chris.
Así llegamos a By your side, con Eddie Harsch (teclados) y Sven Pippen (bajo) substituyendo a Marc Ford (guitarra) y Johnny Colt (bajo), que habían abandonado debido a esas rencillas personales y a otros «asuntillos». Las guitarras las grabó todas Rich Robinson, aunque para la gira de presentación ficharon a Audley Freed (Cry of Love). El disco fue un retorno en toda regla al espíritu de sus inicios, canciones cortas y que muerden la yugular, riffs certeros que golpean directamente en la boca del estómago y el mayor de los Robinson, Chris, volviendo a su rol de vocalista tempestuoso y pasional, exprimiendo las cuerdas vocales en cada interpretación.
El huracanado trío de inicio, compuesto por “Go faster”, “Kickin’ my heart around” y “By your side”, deja las cosas claras desde el principio: se acabó el rollito hippie y el incienso, volvemos a rocanrolear. Y ahí están composiciones como “Only a fool”, bailable y festiva, reforzada por una pujante sección de vientos y dueña del espíritu hedonista de Rod Stewart y la picaresca de Keith Richards, la turgencia y sensualidad negroide de “Diamond ring” y la energía de “Then she said my name” y “Virtue & vice” para demostrarlo. Solo levantan el pie del acelerador en “Welcome to the goodtimes”, balada típica, sin ánimo peyorativo, que sirve de respiro entre tanto amplificador chisporroteante de electricidad.
Algunos lo recibieron con cierto escepticismo, aduciendo que era un paso atrás en la evolución artística del grupo por ese regreso a los patrones creativos que les habían aupado al estrellato, pero para otros fue todo un acierto. Sus seguidores más amantes de la fiesta lo recibieron con alborozo y buena parte de la crítica se complació con ese hecho. Y más cuando en la gira consecuente, el Souled out world tour, se comieron a buena parte de las bandas principales para las que abrían. Su concierto en Barcelona teloneando a Aerosmith sería una buena muestra de ello, y cuando ejercían de cabezas de cartel, lo bordaban. Su concierto en Madrid dentro del elenco del Festimad’99 fue entusiasta e intenso, con Chris envuelto en lentejuelas con un sombrero de plumas pegando saltos y contorneándose como una serpiente al frente de una banda que echaba humo. Quedará como un recuerdo imborrable en mi álbum de memorias de los Crowes, una de las bandas de mi vida. ¿Se me nota en exceso?
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Anterior entrega de Fondo de catálogo: Victory mixture (1990), de Willie DeVille.