“En el Palacio de los Deportes, la versión de ‘Los inmortales’ creció y creció, como una iglesia gótica edificada por la mano invisible del hacedor”
Juanjo Ordás realiza un recorrido mental por las giras de Bunbury para detenerse en diez de las canciones que más le han impactado en vivo. Un recorrido muy personal que arranca en 1998 y se extiende hasta 2014.
Texto: JUANJO ORDÁS.
Foto: JOSE GIRL.
‘La fatiga’
12 de septiembre de 1998
Parque de la Arganzuela, Madrid
El show estaba ya en su recta final cuando Bunbury y su banda tocaron ‘La fatiga’. Era el último concierto de la gira de “Radical sonora” (1997) y esa fue la primera vez que escuché la canción. En su momento recibí aquel disco con cierto escepticismo, razón por lo que tardé en ir a un directo y por la que mi conocimiento sobre las caras B de los singles era nula. Así que, cuando me subí al último tren, ya me sabía “Radical sonora” de principio a fin, pero no tenía la menor idea del buen material que se había lanzado como complemento de cada sencillo. Quizá por eso ‘La fatiga’ me impactó tanto, porque no la vi venir. Aquel trabajo podría haber sido un disco de rock industrial firmado por Héroes del Silencio y ‘La fatiga’ podía haber sido una canción de la banda, pero aportaba un sentido dramático distinto y novedoso, una sensación de vértigo existencial. El concierto ya me estaba pareciendo sensacional, incluyendo atrevidísimas relecturas de Héroes del Silencio (sus versiones de ‘La carta’ y ‘En brazos de la fiebre’ me siguen pareciendo mejores que las originales), pero ‘La fatiga’ fue el K.O. absoluto. Después saldría Eva Amaral para cantar a dúo ‘Crawfish’ y la gente perdería la cabeza con ‘El jinete’ como tema de clausura.
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‘Salomé’
27 de noviembre de 1999
La Riviera, Madrid
“Pequeño” (1999) creció poco a poco hasta convertirse en el clásico de la música popular que es hoy, por lo que cuando Enrique arrancó su gira probablemente no sabía qué se iba a encontrar. Madrid le recibió con los brazos abiertos y la sala La Riviera registró una muy buena entrada (si no fue sold out, poco debió faltar). El disco sonó casi entero, dio un salto digno de elogio hacia un sonido de raíces mediterráneas en el que el rock and roll quedaba relegado a ser un ingrediente más, algo casi prescindible. Sin embargo, aquella noche de invierno fue ‘Salomé’ la que hizo tambalearse las paredes de la sala. Era una ‘Salomé’ mejor que la de “Radical sonora”, con Ramón Gacías haciendo temblar el recinto desde su batería y un Bunbury más hipnotista que nunca. Siempre he pensado que esta versión es la mejor posible de esta canción, aunque me parece que Enrique piensa que su versión definitiva es la del “Freak show”.
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‘Iberia sumergida’
19 de mayo de 2000
Plaza Mayor de Madrid
El zaragozano había vuelto de México desbordando energía. No sé si “Pequeño” ya había empezado a crecer, pero el disco en vivo “Pequeño cabaret ambulante” (2000) ya estaba proyectado y ese sí que supondría el espaldarazo definitivo a esta etapa. Fue de los mejores conciertos que le he visto, convulsionó, se arrodilló, se agitó… Parecía que tuviera que expulsar una enorme cantidad de energía a modo de exorcismo. Se le veía feliz. ‘Iberia sumergida’ fue un rescate inesperado del repertorio de Héroes del Silencio y aunque no fue la única sorpresa (hizo una versión muy buena de ‘Han caído los dos’ de Radio Futura), fue un contundente puñetazo. Como revisión fue un éxito. ‘Iberia sumergida’ había sido integrada con inspiración en sonoridades fronterizas que encajaban con el sonido de “Pequeño”, que por otro lado había expandido desde la intimidad hasta un show más grande, amplio y lúdico.
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‘Más que tú a yo’
28 de marzo de 2001
Sala Caracol, Madrid
Entre 2000 y 2001, Elefantes fueron la gran revelación del rock español. En parte fue por la sobresaliente producción que Bunbury hizo en “Azul”, segundo disco de la banda, una colección de canciones brutal que sangraban sentimiento puro. Afortundamente siguen en buena forma, pero el factor sorpresa es el factor sorpresa, y cuando el grupo empezó a pasear las canciones de “Azul” antes de ejercer de teloneros del maño ya se veía venir un clásico en toda regla. Cuando echaron a rodar por sí solos invitaron a Bunbury a cantar con ellos ‘Más que tú a yo’ en Madrid, un tema que pertenecía a “El hombre pez”, su primer disco. Ver a Bunbury en una sala tan pequeña fue curioso, hizo una interpretación jodidamente infernal, pero también ensimismada, como si se encontrara perdido en un laberinto personal. Ignoro qué le pasaría, pero clavó el tema de principio a fin.
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‘El club de los imposibles’
16 de mayo de 2002
La Riviera, Madrid
Cuando el músico arranca un concierto con “El club de los imposibles”, sabes que va a repartir cera. Durante mucho tiempo pensé que esta canción no era más que una simple herramienta, algo accesorio, un estímulo con el que comenzar. Sin embargo, con el tiempo me di cuenta de que encerraba una visión optimista del fatalismo. La entrega del público fue desmedida, y aunque el arranque siempre tiene la ventaja de beberse la euforia inicial, no dejaba de ser una canción nueva. Fue el primer tema rockero per se de su repertorio desde “Radical sonora”, una mezcla brava de T-Rex y Stones. Para la memoria queda la levita a lo Mick Jagger con la que Enrique saltaba a escena. Todo encajaba. Estaba más fuerte. Esta vez hizo dos “Rivieras” seguidas. Su poder aumentaba y el calor en las primeras filas era inaguantable.
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‘Anidando liendres’
4 de junio de 2005
Carpódromo Universidad Complutense, Madrid
Supongo que contar con Movistar como socio fue una maniobra meramente económica. Era raro ver a Bunbury asociado a una marca comercial, pero el negocio a veces funciona así. Pero vamos, dentro de la carpa todo eso daba igual. Parece ser que el día anterior hubo momentos de crispación, pero en este todo parecía más o menos relajado, aunque no del todo. Echando la vista atrás, se veía venir la disolución del Huracán Ambulante, aunque este show fue bastante bueno. La mayoría de sus seguidores aman ‘Anidando liendres’, pero es una canción que nunca me gustó y que, no obstante, en este show sí me resultó interesante. Verle alzar las manos al cielo en plan predicador según ponía en marcha la canción me ayudó a entrar en ella. Nunca más me ha vuelto a pasar. De todos modos, nunca pensé que a “El viaje a ninguna parte” (2004) le sobrara ninguna canción.
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‘Al calor del amor en un bar’
20 de febrero de 2007
Sala Joy Eslava, Madrid
Jaime Urrutia grababa un disco en vivo. Se sabía que Bunbury sería uno de los invitados, ¿pero quién esperaría que fuera a cantarse ‘Al calor del amor en un bar’? Yo me lo imaginaba haciendo ‘Nada por aquí’, el dúo que habían grabado para el último álbum de Urrutia y una canción, por cierto, a reivindicar. Como era de esperar, el maño se entregó a lo bestia, salió de muy buen humor e interpretó teatralmente la pieza. Fue, de largo, el mejor de todos los invitados de la noche y la sala se volvió loca con él. Había hambre de Enrique, hacía un tiempo había dejado de actuar en vivo casi por completo y se apreciaba que la audiencia deseaba verle de nuevo ahí, dando espectáculo, sintiendo las canciones y comunicando. Esta es de sus mejores colaboraciones junto a Urrutia, y eso que a lo largo de los años ha habido para elegir. Para el recuerdo queda también aquella memorable ‘Más dura será la caída’ en el programa “Séptimo de caballería” de TVE.
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‘Opio’
10 de octubre de 2007
Estadio La Romareda, Zaragoza
La reunión de Héroes del Silencio sorprendió al mundo entero. Cuando parecía inviable, los astros se alinearon y ocurrió. Si había unas fechas especiales, esas fueron las dos en el estadio de La Romareda. Al principio el retorno me pareció una pérdida de tiempo, algo estéril que no iba a producir nada de interés más allá de nostalgia pura. Pero me equivoqué, reaccioné a tiempo y acabé ilusionado. Gracias a eso pude disfrutar de un show de estadio en el que el frontman tuvo que adaptarse a escenarios aún más grandes que los que acostumbraba. Considero “Avalancha” el mejor disco de Héroes del Silencio, todo lo que rodea la época de su edición y gira siempre ha tenido un encanto especial para mí, por lo que esperaba algunas de sus canciones con más ganas que otras. El estadio rendido ante ‘Opio’ es un recuerdo imborrable.
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‘Robinson’
20 de abril de 2010
Locales de ensayo, Madrid
Bunbury me invitó a los ensayos para la gira de “Las consecuencias”. Una experiencia muy cool, la verdad. Tuve la fortuna de comerme un ensayo desde las tripas de Los Santos Inocentes sentado en el suelo, bien cómodo y como parte del círculo de músicos. Cuatro horas ininterrumpidas. Eso sí, corrieron rápido, cuando me quise dar cuenta el ensayo había terminado. Allí pude escuchar ‘Robinson’ por primera y última vez hasta día de hoy. Es la canción más gélida de Bunbury, aislamiento puro. ¡Hace frío en esa canción! Es hermosa. Y Los Santos Inocentes la tocaban de lujo. Si no hubiera estado rodeado de esos seis tipos, me habría sentido en Groenlandia y más sólo que la una.
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‘No me llames cariño’
25 de agosto de 2012
Coliseum, Coruña
Ese día comprendí que una canción no es siempre la misma. Lo sabía, lo tenía aprendido, pero esta vez lo comprendí. Nunca había escuchado una versión tan rematadamente buena y sentida de ‘No me llames cariño’. Y me consta que ese día Bunbury estaba muy contento, vamos, que dramatizó la canción en plan método Stanislavski, pero qué bien quedó. ¿Cuántas cosas influirán en las interpretaciones de los artistas? ¿El recinto? ¿El momento? ¿La tensión arterial? En cualquier caso, ese día pasó. Era impresionante mirarle, él mismo se volvió expresión pura. Fue un momento hermoso, real y básico, era la esencia humana.
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BONUS TRACK
‘Los inmortales’
30 de junio de 2014
Palacio de los Deportes, Madrid
Si hay un hit de su repertorio que pide espacios amplios, es este. No vamos a hablar de lo bien hecho que está (que lo está), sino de un factor arquitectónico. En el Palacio de los Deportes la canción creció y creció, como una iglesia gótica edificada por la mano invisible del hacedor. Esto para mí, un ateo, es una definición ya de por sí imposible, pero es lo que más se acerca a lo que ocurre con algunas canciones de “Palosanto”. Su autor nunca me ha explicado la letra y se me antoja bastante críptica, pero hay un mensaje claro que la atraviesa, un muro de carga sobre el que recae el peso. No hay inmortalidad sobre la faz de la tierra. El tema es una reacción a su título, un himno profano al devenir, a lo que viene y se va, al adiós y a la belleza del efímero. La gente la acoge. Todo quedará bien en el deuvedé que se está grabando y que se lanzará bajo el título de “Madrid Area 51”. Mientras suena ‘Los inmortales’, me doy cuenta de que la canción exige recintos grandes, pero no necesariamente un gran despliegue de medios. Solo quiere techos altos para romperlos. Supongo que el calor que hacía fuera me hace delirar un poco, pero esto era un góspel apócrifo.
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Anterior entrega de la Semana especial: Bunbury: El camino latino.