Brujería, de La Bien Querida

Autor:

DISCOS

«Un viaje por las diferentes fases del amor»

 

La Bien Querida
Brujería

ELEFANT RECORDS, 2019

 

Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.

 

«Protege al corazón contra los venenos, / protege al cerebro de los malos encantamientos, / protege contra las mordeduras de serpiente, / calma la cólera, da valor, fortaleza, atrae la bondad…». “Recitando este “Intro: Hechizo protector” se abre, a modo de amuleto mágico contra las penas de amor, Brujería. El sexto álbum de estudio de Ana Fernández, La Bien Querida. Pequeños y diferentes conjuros nos protegerán y acompañarán también por escrito (en la cuidadísima edición física) cada letra, además de los geniales dibujos de Mario Rivière.

Tras ese escudo mágico, comienza este viaje por las diferentes fases del amor, con “La verdad” por delante. Cantándole al flechazo a primera vista y a los miedos que no dejan fluir libremente ese sentimiento tan cierto y palpable, el que brota, a veces, entre dos desconocidos que se buscaban sin saberlo.

«Y no me imagino un día más perfecto que los dos sin frenos». Frase clave y resplandeciente para el desenlace positivo de la historia inicial, en la claridad de un “Te quiero” que quizás sea el tema más a corazón abierto del lote, con una repetición continua de esas dos palabras que le dan nombre, que pocas veces han sonado tan verdaderas y luminosas al ser cantadas.

El amor es imparable y sigue su curso unificador en Brujería, avanzando por los surcos y conectando cada tema como un eslabón inseparable que se une a la pista siguiente. De la electricidad inicial (“La verdad”), a romper los muros para que todo fluya (“Te quiero”), dejando paso a las etapas de plena luz y disfrute, con la inevitable perdida de la noción de realidad por momentos (“Déjame entrar” y “¿Qué?”), pasando por la aparición de nuevos miedos e inseguridades, del ni contigo ni sin ti (“Miedo” y “Me envenenas”), la acechante ruptura y el intento de olvidar, la añoranza de lo que fue y pudo haber sido (“Nubes negras” y “Domingo escarlata”), el aferrarse al espejismo y la herida hasta, por fin, desistir, dejar de hurgarse las penas, levantarse, empoderarse y volver a caer en un nuevo hechizo (“Morderte” y “La fuerza”).

Esas atmosferas y magia que brillan en cada una de las letras y hechizos se extienden y fusionan con la instrumentación, en forma de medios tiempos y baladas, pero con una creciente intensidad instrumental que te pueden llegar a volar la cabeza en un parpadeo. Especial fuerza y protagonismo asumen los sintetizadores y una omnipresente y muy cuidada sesión de cuerdas. Y dentro de esa unidad y armonía sónica con sello propio encontramos referentes claros, como The Cure, Cigarrettes After Sex, New Order, Beach House, Los Planetas, M83 o My Bloody Valentine, entre otros.

Muy presente queda la figura de Carlos René en la producción y el trabajo en el estudio de Juan Pedrayes a la batería (Carolina Durante, Axolotes Mexicanos), y las guitarras de Mario del Valle (Carolina Durante, Axolotes Mexicanos) y Lucas Vidaur (Axolotes Mexicanos, Confeti de Odio); además de Lucía Palacio al chelo y Esther Muñoz a los violines.

Y si en su anterior Fuego (Elefant Records, 2017) las voces invitadas fueron Joan Miquel Oliver, Muchachito, Jota (Los Planetas) y David Rodríguez (La Estrella de David), esta vez Ana Fernández comparte micro con Diego Ibáñez (Carolina Durante) en el adictivo y explosivo adelanto de “¿Qué?”, que rezuma New Order y The Cure por los cuatro costaos; más dos duetos con compañeros habituales de viaje, David Rodríguez (guitarra también en “Déjame entrar”, “Me envenenas” y “¿Qué?”) en la emotiva y sincera “Déjame entrar”, y con J en la nostálgica balada con regusto noventero “Domingo escarlata” y “La Fuerza” final (coros).

Once hechizos y canciones que nos reflejan los claroscuros de esos sentimientos, tan familiares y extraños, sin los que las noches y los días pierden todo sentido. Un disco para dejarse embrujar por La Bien Querida y recordar siempre aquella frase de Neil Young: «El amor y solo el amor perdurará».

Anterior crítica de discos: Pero no pasa nada, de Amaia.

 

 

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