Un disco de Bruce Springsteen siempre merece ser desmenuzado y analizado con tranquilidad. Eso hacemos con Magic, el nuevo álbum del rockero de Nueva Jersey.
Texto: FERNANDO NAVARRO.
El primer coche de Bruce Springsteen fue un Chevrolet del 57 que se compró en el verano del 74 cuando vivía en una pequeña casa de West Long Branch, Asbury Park. Por entonces, las noches las pasaba solo, tirado en la cama con su guitarra y una vieja grabadora mientras escuchaba en la oscuridad discos de Roy Orbison, las Ronettes, los Beach Boys y otros magníficos artistas de la edad dorada del pop de los 60. Sentado en el borde de esa cama, una serie de palabras le llegaron a la cabeza como un meteorito: “Born to run”. Seis meses más tarde, con la E Street Band en primera línea de batalla, la frase daría título a todo un himno y a un álbum que marcó a una generación, y que el insustituible crítico musical Lester Bangs calificó como “un recordatorio de lo que es amar al rock’n’roll como si lo acabáramos de descubrir”. Y aunque Springsteen salió disparado hacia el estrellato, siendo el primer músico en la historia del periodismo estadounidense en ocupar la misma semana las portadas de las revistas Time y Newsweek, la verdad era, como decía Time, que aquella “rata glorificada de los barrios bajos” no había inventado “nada nuevo”, aunque señalaba su genialidad al ser la nueva voz del rock porque sus canciones estaban “llenas de ecos de Sam Cooke y Elvis Presley, de Chuck Berry, Roy Orbison y Buddy Holly. Y Bob Dylan, Van Morrison y The Band filtrados entre sus elaboradas fantasías”.
Más de treinta años han pasado de eso, y aquel desaliñado soñador ahora superestrella mundial sigue sin inventar nada nuevo. De hecho, el Chevrolet que invitaba a correr con sus llantas de terciopelo está aparcado en algún rincón de su memoria. Tampoco hay portada de revista que le falte por cubrir, ni elogio que eche en falta. Pero una cosa está clara: la magia de aquellas escuchas de pop “delicatessen” nunca terminó por apagarse, mientras el letrista iba canalizando con los años sus preocupaciones humanas con el entorno social y político que le rodeaba. Bueno, y otra cosa, por supuesto: treinta años después, la E Street Band al completo sigue dispuesta a hacer más grande su leyenda, bajo la capitanía de su guitarrista de toda la vida, Steve Van Zandt, un pirata con un criterio musical brillante.
Ambas cosas han dado Magic, tal vez el disco que ya Springsteen pensó junto a Steve Van Zandt durante sus fructíferas sesiones para The river y que se quedó por el camino, pero que no llega hasta este otoño de 2007, con el productor Brendan O’Brien poniendo su acento y Bruce más veterano, menos inocente, e involucrado contra los delirios políticos de su país. Un disco de canciones, que rara vez pasan de cuatro minutos, repleto de guiños musicales al pasado más lejano y al más reciente de Springsteen, prometiendo lo mejor que sabe hacer: superar en directo lo que compone con la E Street Band. Un álbum, en definitiva, que aspira a clásico de su tiempo, como pueda ser Time out of mind de Bob Dylan. Porque si en 1975, como aseguraban los aficionados y críticos de entonces, Bruce era la culminación viviente de veinte años del rock; ahora, con Magic, es la culminación viviente de treinta años de Springsteen. Y eso, hoy por hoy, es muchísimo.
“RADIO NOWHERE”
Single de presentación, y el tema que más se aleja en forma del resto de las composiciones. El corte más rockero del disco, arrimándose con descaro y energía al garaje, seguramente, bajo la influencia de Steve Van Zandt. Tres minutos de canción y un estribillo por encima de todo. Sin problemas, podría formar parte del segundo disco de Tracks, donde Bruce canta con ganas y las guitarras y los golpes de batería destacan por contundentes. El saxo nada de poético, más bien afilado y lo justito. “Quiero un millar de guitarras, quiero aporrear la batería, quiero un millón de voces diferentes, quiero tan sólo oír algo de ritmo”. Crítica sin paliativos a los diales de radio.
“YOU’LL BE COMIN’ DOWN”
Cambio de ropaje. El pop empieza a mostrar la cara dentro de esta composición de desencanto. Podría ser un tema propio de Human touch, pero los aires de dramatismo sonoro dejan aún peor a esas dulcificaciones de poca trascendencia de los noventa. Clarence Clemons sopla el saxo como en los viejos tiempos, aunque todos apuntan a lo que vendrá más adelante: un sonido macizo y emocionante. “Estás sonriendo ahora pero averiguarás que ellos acabarán contigo y te escupirán”. Igual que las cosas pueden venir se pueden ir.
“LIVIN’ IN THE FUTURE”
Trae a la memoria de inmediato un clásico como “Tenth avenue freeze out”, con ese solo de saxo que se estira con gracia sólo más empezar. A la mitad, el teclado de Danny Federici y una textura de guitarras envuelven al oyente. “No te preocupes, querida, no te apures, nosotros estamos viviendo en el futuro y nada de esto ha ocurrido todavía”. Es el día de las elecciones presidenciales y Bruce había echado el resto, pero las cartas salieron nefastas partiendo su fe en dos. “Mi barco Libertad navega en un rojo horizonte sangriento”. Un rhythm and blues que termina convirtiéndose en una fantasía pop con ese desvanecimiento coral.
“YOUR OWN WORST ENEMY”
Muchos años después, se siguen escuchando aplausos a las producciones de los Beach Boys. Posiblemente, Bruce tenía que cruzarse con un tío como Brendan O’Brien para trazar juntos la sofisticación y el telón que desprende este corte. Una sinfonía, como sacada de los sesenta, que pone de manifiesto que la composición de Springsteen se torna diferente a lo habitual con letras más impresionistas, en la línea marcada en Devil & dust. Se termina ajustando a ese crescendo final: “Tu bandera voló muy alto, vagó en el cielo”.
“GYPSY BIKER”
El Springsteen de Devil & dust se sumergió, con más o menos fortuna, en mundos revueltos de guitarras acústicas, armónicas, teclados y apuntes sobre la guerra de Irak. Al principio, esta pista se antoja con ese recorrido medio country, pero engaña y empieza a bombear una ejecución clásica de rock, también con la sombra de la guerra planeando. “Esta vieja ciudad ha sido provocada, ¿de qué lado estás?”. Guitarras eléctricas que cargan a la mínima de cambio o la batería que se acelera con el último canto.
“GIRLS IN THEIR SUMMER CLOTHES”
Una de las joyas de Magic. En la lejanía, suena “Waitin’ on a sunny day”, pero los violines y los golpes de batería en primer plano que en “The Rising” intentaban alegrar la jornada aquí se sustituyen, y cómo, por una opereta épica, estremecedora. La voz de Bruce busca la estratosfera, o a su adorado Roy Orbison, que es lo mismo en este mundo de emociones descomunales, donde, simplemente, hay luces fluorescentes, un café a medio llenar y pensamientos por un penique. “Las chicas en sus ropas de verano pasan de mí”. Cuando la juventud es un eco, esas chicas y sus ropas de verano pueden abrir un abismo por el que se cuela la desazón a través de cuerdas y metales. Una viñeta gloriosa y desbordante, escenificada con gran expresividad y romanticismo.
“I’LL WORK FOR YOUR LOVE”
En 1975, Springsteen y Phil Spector tuvieron un memorable encuentro, donde el genuino productor reconoció el talento del cantante pero le dijo que si trabajaba con él sus álbumes serían más limpios y mejores. Es indudable que Spector era un genio con ademanes de ser superior y Bruce un perfeccionista, ya que poco antes estuvo a punto de tirar Born to run a la basura. Testigo de ese encuentro en Hollywood fue Van Zandt, leal escudero y fan como Springsteen del muro de sonido spectoriano. Ambos trabajaron durante años en la búsqueda de ese sonido, haciendo descartes de la categoría de “Loose ende” o “Be trae”. Este tema es la última estación de esa exploración. Por fin, el piano de Roy Bittan introduce una canción con la misma delicadeza y sencillez que lo hizo antaño. El amor hay que ganárselo, cultivarlo. “Otros tal vez lo quieren gratis, pero yo trabajaré por tu amor”. Rebosa pasión.
“MAGIC”
Casi suena anacrónica como título del disco y reproducirse tras las dos flamantes pistas anteriores. Austera, relajada, como si de las sesiones de The ghost of Tom Joad hubiese nacido, pero con la importante salvedad de lo que ya se ha confirmado antes: ni rastro de esos párrafos documentalistas. Los retratos de Springsteen son ahora pinceladas sentimentales. “Deja todas las cosas que conoces, implícate sólo en lo que temes, en la carretera el sol se está poniendo, los cuerpos están colgando de los árboles”. Llevada al directo con toda la banda, el final pide un juego de guitarras que seguro que tiene.
“LAST TO DIE”
El relajante anterior sale por los aires con esta entrada monumental de guitarras. De nuevo, el rock cobra protagonismo con fiereza y cierta agonía en las palabras abrasadoras de Bruce. Porque, otra vez, el punto de mira está en la guerra de Irak. El estribillo recuerda al legendario de la canción de la Creedence Clearwater Revival, “Quién detendrá la lluvia”, para preguntarse por la guerra de Vietnam y que tanto usó Bruce durante años. “Quién será el último en morir por un error, cuya sangre se derramará, cuyo corazón se romperá”. El eco y los coros en segundo plano ayudan al impacto sonoro.
“LONG WALK HOME”
Otra de las piezas más logradas del disco. El horizonte de los primeros compases termina por transformase en una promesa desesperanzada, revestida diestramente con solos de guitarra y saxo. Es el soldado que regresa al hogar después del duro viaje, o el extraño en su propia tierra de extraños. “Va a ser un largo camino a casa, querida, no me esperes levantada”. La ilusión a la que instaba con The Rising tras el 11-S es hoy una razón trillada para comenzar otra vez. Siempre hay un motivo. Orgullo herido que se canta con rabia. “Quiénes somos, qué haremos y qué no”.
“DEVIL’S ARCADE”
Una atmósfera tejida con una estupenda sección de cuerda abre la función. Poco a poco crece el martirio rematado con una instrumentación absorbente. “Y te levantas con el polvo denso del desierto en tu piel”. El soldado dentro del infierno que tiene sueños pero es presa de sus pesadillas. No puede detener el latido de su corazón, batiendo y repitiéndose hasta la culminación orquestal, aunque el cierre, alejándose, invita a la amargura.
“TERRY’S SONG”
El sentimiento de perdida enlaza con el conjunto del disco. Es un homenaje a corazón abierto al gran y afable Terry Magovern, fallecido el pasado verano. Magovern fue un asistente muy cercano de Springsteen, al que conoció en los sesenta en las altas horas de madrugada rock del Upstage, garito de la escena de Asbury Park. Desde 1987, formó parte del equipo de Springsteen, coordinando giras y asistiendo a Clarence Clemons en solitario. Una vez, Bruce fue preguntado por el papel de Magovern dentro del organigrama que asiste al cantante y contestó: “Terry Magovern es Terry Magovern. Y punto”. Ahora, también, es el protagonista de esta escalofriante balada de piano y armónica. “Cuando te construyeron, hermano, rompieron el molde”.