OPERACIÓN RESCATE
«La capacidad de reinvención fue sustituida por la mera necesidad de supervivencia musical y de proyecto»
Después de bucear en la historia de la Allman Brothers Band en el Cuadernos 22 de Efe Eme, Manolo Tarancón se centra en el disco que editaron en 1973, Brothers and sisters. Un cancionero notable facturado en un momento personal muy difícil.
The Allman Brothers Band
Brothers and sisters
CAPRICORN RECORDS, 1973
Texto: MANOLO TARANCÓN.
Reacios a decir adiós y adaptándose a las circunstancias, los Allman Brothers Band consiguieron, en 1973, firmar uno de los mejores discos de su carrera. El mérito fue llevarlo a cabo sin dos de sus componentes principales. Contextualicemos. A finales de los setenta, los hermanos Duane y Gregg Allman habían dado forma a una banda con dos baterías y dos guitarristas solistas. Habían convertido el cementerio Rose Hill, en el municipio de Macon, Georgia, en su lugar de reunión. También en este enclave se grabaría el disco que nos ocupa. En plena oleada de bandas de rock sureño con músicos de raza blanca prácticamente en su totalidad, contaban desde su fundación con un batería negro, detalle que les causaría problemas en algunas ciudades a las que llevaron su directo. Originales y polémicos como eran, contrarrestarían los insultos y la frialdad con su destacado sentido del humor.
Un disco grabado en directo, At Fillmore East, les había encumbrado dos años antes. En aquella grabación a lo largo de de tres noches recuperarían algunos temas propios de sus dos anteriores entregas, que habían pasado desapercibidas, revisitándolas con su particular forma de adaptar, a través de jam sessions, sus propias canciones. Con el éxito a cuestas, su líder Duane Allman fallecía en octubre de ese mismo año al estrellarse con su moto contra un camión. Todavía sin asumir lo ocurrido, el bajista Berry Oakley, amigo inseparable de Duane y pieza clave en la influencia de la banda, haría lo propio un año después de un modo sospechosamente parecido.
Es necesario relatar estos hechos para entender de la dificultad del momento. Y resaltar el mérito que supone firmar un trabajo como Brothers and sisters a pesar del entorno. El resto de componentes, esta vez capitaneados por el controvertido guitarrista Dickey Bets, se dirigen hacia una lógica evolución a pesar de las adversidades y el dolor. Se incorporan Lamar Williams al piano y Chuck Leavel al bajo sustituyendo al fallecido Oakley y se ponen manos a la obra para continuar con el objetivo de dar forma a un nuevo disco. Las influencias del ahora líder originan cortes más country, como en la aclamada pieza “Ramblin’ man” (a destacar el buen trabajo vocal de los coros y las armonías) firmada por el propio Bets, o el tema de cierre, “Pony boy”, con un precioso slide guitar al que se le suman elementos a medida que la pista avanza en un claro homenaje a los ancestros del blues.
Los desarrollos en las canciones siguen siendo extensos y dirigidos hacia su habitual sonido, dejando espacio para largos solos de guitarra que van combinando y doblándose en diferentes octavas, todo tan marca de la casa, manteniendo ese sonido peculiar que los había convertido en únicos y auténticos. Los teclados (mención especial para los momentos del Hammond y el piano en la preciosa y pausada “Jelly jelly”) también cuentan con una gran presencia en los siete cortes del disco, firmados por Gregg Allman y Dickey Bets.
Desaparecen los cameos hacia el jazz sin perder la esencia de lo que siempre fue el grupo. La instrumental “Jessica” es la canción que más recuerde a sus inicios: las dos guitarras eléctricas doblándose en un riff sobre una guitarra rítmica acústica que ataca enérgica desde el comienzo es prueba de ello. Recuerda a sus temas de larga duración (supera los siete minutos, la más extensa de todo el trabajo). El blues con cierto toque soul toma si cabe más protagonismo en la bailable “Southbound”.
Últimos bajos de Oakley
La emotividad no estará exenta, ligada a los desastrosos y graves acontecimientos, y tendrá su protagonismo en la faceta visual. La nostálgica foto de portada en la que aparece Vailor Trucks, hijo pequeño de Butch, uno de los dos baterías, se suma a la trasera, que es para Brittany, hija del fallecido Berry Oakley (ambas fotos disparadas en la misma localización), en un claro homenaje al pasado, por desgracia demasiado reciente y todavía presente durante el proceso. Oakley llegó a grabar los bajos en “Ramblin´man” como en el tema de apertura, “Wasted words”, antes de su muerte. Muestra de que ya pensaban en nuevas canciones antes de la segunda desgracia.
Brothers and sisters, de apenas cuarenta minutos de duración, editado por Capricorn Records durante el verano de 1973, producido por el propio grupo y por Johnny Sandlin, supone un gran éxito de ventas y convence de sobra tanto a sus acólitos como a la crítica, en un momento donde la capacidad de reinvención fue sustituida por la mera necesidad de supervivencia musical y de proyecto. El creciente consumo de drogas y alcohol de sus miembros seguirá en aumento (ya supuso un grave problema desde su misma fundación) y acabará con la primera de las disoluciones de tantas que más tarde se dieron. Pero hay dos cosas que no se les puede negar a The Allman Brothers Band. La primera, su capacidad de innovar en una época de una gran eclecticidad musical para convertirse en una banda original y fundamental, dándose a conocer al gran público en su tercer trabajo, precisamente un disco en directo, su principal baza. Y la segunda, el talento para reponerse a las adversidades y firmar un trabajo como Brothers and sisters, más que notable. A pesar de las circunstancias.
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Anterior entrega de Operación rescate: Naturaleza sangre (2003), de Fito Páez.