Brakaman (1977), de Brakaman

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DISCOS DESCATALOGADOS

«Fueron pioneros y casi únicos adalides de un sector del rock que casi nació extinguido en España. Pura arqueología»

Explorador incansable de joyas fuera de catálogo, César Prieto rescata esta vez el debut de Brakaman, una fugaz banda de los setenta en la que militaban Borja Zulueta o el propio Jaime Stinus, adscritos al glam rock desde el corazón de San Sebastián natal.

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Brakaman
Brakaman
RCA, 1977


Texto: CÉSAR PRIETO.


Cuesta creer que Brakaman no tengan su disco en todas las cubetas como un clásico hispano. No vale ya la excusa de que estaban desubicados y por eso nadie les hizo caso. En pleno 1974 o se era progresivo o se era cantautor, así que un grupo de San Sebastián que bebía del glam —que era lo que iba a torcer la evolución del rock, no nos engañemos— estaba condenado al ostracismo más absoluto. Así que Brakaman —o Burning, con quien veremos que tienen tantas cosas en común— no llegaron al gran público ni a los medios de comunicación entonces, aunque los madrileños se rehicieron y marcaron posteriormente toda una época.

Así que es pecado y es mortal que en nuestros días nadie se haya preocupado de reeditar a Brakaman. Miento, sí que hubo una reedición del elepé y sus singles anteriores en 2000, pero fue tan escasa, tan volcada en el mercado de serie barata, que yo creo que ni llegó a las tiendas. La primera razón ya la hemos dicho: fueron pioneros y casi únicos adalides de un sector del rock que casi nació extinguido en España. Pura arqueología. La segunda son sus componentes; el fundador y vocalista era Borja Zulueta —hermano de Iván, quien hace la portada— y tenían como guitarrista a uno de los mejores músicos que ha dado nuestro país: Jaime Martínez Stinus, que después propició parte del éxito de la Orquesta Mondragón. Curioso, uno escucha “Pito loco” y parece totalmente de repertorio de Javier Gurruchaga, incluso en la voz circense que aparece también en otros temas.

Eran vascos, de Guipúzcoa, y consiguen —tras los bolos de calentamiento— ser teloneros de Rory Gallagher, con lo cual ya pueden aparecer en los medios como grupo de poderoso sonido y extravagante imagen y ser fichados por la Columbia española. Ahí despliegan un par de singles que tuvieron un pequeño impacto, llegando a actuar en el Estudio abierto de José María Íñigo, y son seleccionados para representar a España en el European Pop Jury de 1975, un festival en el que las emisoras nacionales —en nuestro caso, Radio Nacional— presentaban grupos de rock. No sé de quién fue la idea, pero acertaron. Fueron escogidos junto a Burning, que a la postre ganaron el certamen.

Estos dos primeros singles son esperanzadores, pero no están del todo conseguidos. Guitarreros y repetitivos a lo T. Rex en “Things” —cara B del primer single—, el segundo de los 7” si tenía un “Solitude” más original, una delicada pieza evanescente que se iba creciendo poco a poco hasta que llegaba una explosión súbita de rock. Pero han de esperar aún un par de años para tener un elepé en condiciones, en 1977 y con RCA.

Un único elepé

Dos años han pasado, son los inicios del rock urbano, y ellos se siguen considerando glam. Su posición les lleva a hacer versiones de Bowie y Lou Reed en sus conciertos. Y así se deben leer las canciones de su único largo discográfico, “música de maricones” según la caterva aparentemente progresista de entonces y según le confiesa Stinus a Salvador Domínguez en su biblia del pop español.

El elepé, sin embargo, es excepcional. Y el paso del tiempo no lo ha estropeado. Hay algún ejemplo de rock lento, “Me encanta”, que se abre con un excepcional solo de Stinus, y “Y tú y yo, ¿qué?”, pero en esencia son sepultados por la energía que se concentra en las siete restantes canciones.

Abren con “Bettydora”, rock de tiempo medio que deja claras las intenciones: la guitarra de Lou Reed y una chulería arrabalera en la voz de Zulueta. Las guitarras más duras de “¿Qué te crees?” podían estar integradas perfectamente en el naciente punk hispano. Y, como hemos señalado, en ocasiones les vence el ambiente circense y la ironía adopta un desenfado que recuerda a Steve Harley. Escuchen “Será difícil que veas otra igual” y descubrirán que el rock español tiene calas que ni imaginaban.

Quizás si hubiera que destacar alguna canción excepcional, que merecería pasar a la historia de la música de nuestro país, a la menos comercial y más emocionante me refiero, es la que cierra el disco y a la vez lo anticipó como primer y único single, “Una suave marea”. Ahí hay suavidad canalla de verdad, con el grupo en plena epifanía. Borja Zulueta parece cantar en una madrugada vacía y los instrumentos son un delgado colchón, terciopelos de guitarra en los que descansa una letra de existencialismo adolescente.

La salida del disco les lleva a actuar en el festival punk de Mont de Marsan, cerca de Burdeos, donde se codean con The Clash, The Jam, unos primerizos Police o su adorado Lou Reed. Las puertas parecen abiertas para que se conviertan en la banda española que pudo actuar de hermano mayor del naciente punk, pero a finales de verano, cuando estaban en posición de ser uno de los grupos que se podían asentar en el nuevo panorama del rock, cuando ya tienen disco y presencia en festivales, de repente desaparecen. Están cansados de luchar; llevan tres años y les parece que no llegan. No quieren dejar San Sebastian y la única forma de acceder a más parece ser instalarse en Madrid. Así que rescinden su contrato con RCA, como antes habían hecho con Columbia, y tiran cada uno por su lado. Stinus en la Mondragrón y Zulueta en uno de los primeros grupos punk de Euskadi: Negativo. Habían dejado un disco soberbio que aún sigue en el limbo.

Anterior entrega de Discos descatalogados: Cambia de cara (1983), de Slogan.

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