COMBUSTIONES
«Sorprende que el eterno viajero, el de las botas embarradas y las gafas oscuras, lo haya guardado todo y durante medio siglo»
Esta semana, Julio Valdeón desgrana algunos de los tesoros más interesantes del archivo de Bob Dylan, fundamentales para entender la gestación de los discos del compositor.
Una sección de Julio Valdeón.
Encuentro una entrevista a Clinton Heylin sobre el archivo de Bob Dylan en Tusla. Un texto fascinante. De los que abren ventanas y revientan puertas y te dejan convencido de que aguardan prodigios. Sorprende que el eterno viajero, el de las botas embarradas y las gafas oscuras, lo haya guardado todo y durante medio siglo. Los papelitos del hotel donde apuntaba un verso. Los prospectos del antibiótico con un boceto de letra. El posavasos en el que corregía una estrofa. Cientos de cuadernos. De 1966 en adelante, Heylin estima que solo se habrá perdido un 10% de todos los materiales relacionados con la gestación de cada uno de sus proyectos. Un potosí que permite reconstruir la génesis de las canciones al detalle. Algo esencial tratándose de un escritor que corrige con furia. Alguien que arranca a escribir desde el tuétano autobiográfico y que después, mediante reescrituras sucesivas, desemboca en una versión definitiva más literaria y, de paso, también más críptica. Hay que protegerse, claro. El caso paradigmático sería Blood on the tracks y, dentro de este, Idiot wind.
Heylin confirma que, si bien en el estudio suelen fallarle los superpoderes, sobre todo entre 1979 y 1987, y aunque a menudo elige las versiones más flojas y/o descarta grandes canciones, en el momento previo, durante la escritura, su intuición sería casi infalible. Más todavía: incluso aunque uno no comparta las decisiones en el estudio, por mucho que pueda fastidiar y sorprender el olvido de monumentos como “Red river shore” o “Blind Willie McTell”, dos cumbres absolutas de su producción, olvidadas en un cajón durante años, Heylin explica que al acercarse al proceso de creación comprendes bien sus razones. O mejor. Entiendes que hay razones. Asunto distinto será que las compartas. Pero no hay caprichos ni arrebatos, no se trata de decidir al pedo y/o de guiarse solo por el afán de autoboicotearse y joder al prójimo, sino un laboratorio con un científico obsesivo a los mandos, una mente hiperactiva que tiene muy claras sus intuiciones y que para alcanzarlas los sacrificios cuentan y el riesgo, la posibilidad de saltar y caer, resulta imprescindible. También fascina su relación con Leonard Cohen, al que admiraba en la distancia y al que siguió al detalle.
Rompe esquemas descubrir que lejos de la imagen del poeta de combustión casi instantánea muchos de los asuntos e influencias de sus trabajos, y no pocas canciones, tuvieron una gestación larga. Se entiende mejor así la proximidad de álbumes tan aparentemente dispares como Street legal y Slow train coming: aunque los afanes proselitistas y la fe justiciera corresponden a finales de los setenta, el estudio de los asuntos bíblicos y, sobre todo, el conocimiento de su imaginería, viene de muy atrás, de los tiempos de John Wesley Harding y su retiro en Woodstock con The Band, los profetas del Antiguo Testamento, un botiquín lleno de caramelos y Shakespeare. Y están las mil y una gemas que esperan sus consiguientes lanzamientos discográficos. Las sesiones de todos los discos, registradas al milímetro, con tomas de veinte minutos de “Most of the time” mientras improvisa junto al productor Daniel Lanois en busca de la temperatura exacta y miles de conciertos.
Eso sí, ay, no existe registro de Salt Lake City, 1976. Olviden, por tanto, el sueño de escuchar la única versión conocida en directo de “Lily, Rosemary and the Jack of Hearts”. Pero tampoco se quejen. En mayo llega el mastodóntico documental de Scorsese sobre la Rolling Thunder Revue, y en cualquier momento una caja con ni se sabe cuántos conciertos de la primera parte de la gira, la de 75. Con, rumorean, audios y, uh, conciertos filmados. Completos. ¿Ojalá? Y luego quizá otra, más adelante, con las sesiones de Desire. Y los conciertos del 76. Acaso el especial para televisión. Quién sabe si Renaldo y Clara en Blu-ray. Dylanitas del mundo, amantes de la belleza, yonquis de la mejor poesía y el rock and roll con sexo y seso, agárrense y gocen: nos esperan todavía, Bootleg series mediante, tardes de gloria.
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Anterior entrega de Combustiones: Bunbury: Especiado y sabroso en Manhattan.