TREINTA ANIVERSARIO
«Llama mucho la atención, cuando se escucha este disco, la gran paleta de estilos que desfilan por él»
Fue difícil encasillarlos porque su propuesta era demasiado ecléctica en tiempos de hegemonía grunge. Aun así, Blind Melon supieron pasar a la historia gracias a un sorprendente disco de debut y al carisma de Shannon Hoon. Fernando Ballesteros celebra aquel trabajo y se adentra en su historia.
Blind Melon
Blind Melon
Capitol Records, 1992
Texto: FERNANDO BALLESTEROS.
En un mundo dominado por el éxito de Nirvana y lo que, entre unos y otros decidieron llamar grunge, surgió una banda que nos transportaba a una estética hippie y sonidos que, con las décadas de los sesenta y los setenta, como referente, picaban del folk y la psicodelia. Iba a ser difícil meterles en algún saco y ya sabemos que la industria suele necesitar etiquetas para vender mejor. Digamos que la coyuntura no era demasiado favorable para su propuesta pero, Blind Melon, contaban con algunas bazas que terminarían transformándose en cartas ganadoras.
La principal, la voz de uno de esos artistas sobrados de carisma que parece que han nacido para ser estrellas. Porque sí, han pasado los años; y es cierto que a veces idealizamos aquello que nos hizo vibrar en nuestra más radiante juventud, como es el caso. Pero lo de Shannon Hoon va más allá de esa fascinación juvenil o del hecho de que su temprano adiós haya hecho crecer su leyenda entre los fans.
Los Blind Melon serían la mayor pesadilla de un etiquetador profesional: había rock sureño en su música, por supuesto, también algo de rock duro y, cómo no, la influencia hippie no era sólo estética. Algunos de los integrantes de la banda se habían fogueado en bandas de jazz, y algo de esa libertad y creatividad se filtra en un sonido al que no le cuesta moverse con soltura, picoteando de aquí y de allá para terminar facturando canciones tremendamente personales.
Con Rick Parashar encargándose de la producción, la banda huyó de artificios para intentar captar en su sonido el clasicismo que respiraban aquellas composiciones que venían de atrás; algunas desde la formación de la banda, con la década de los noventa aún por estrenar, cuando Shannon Hoon, que venía de Indiana, conoció al guitarrista Roger Stevens y al bajista Brad Smith. Ellos, que procedían de Mississippi, convencieron a Glen Graham, que se ocupó de la batería, y al guitarra Christopher Thorn para que Los Ángeles se convirtiera en el cuartel general del nuevo quinteto. Habían nacido Blind Melon.
Da la sensación, cuando repasamos la historia de algunos de los grupos de aquella hornada, de que todo ocurrió muy rápido. El caso de los Melon va también por ese camino. En 1991, Capitol Records les echa el guante y el grupo se marcha a Chapel Hill, en Carolina del Norte, donde alquilaron una casa que se iba a convertir en el hogar en el que crecieron sus canciones. Las que iban a formar parte de un disco histórico que se abre con la variada “Soak the sin” y sus aires de jam, y que continúa con una de las canciones que fue elegida como single. Se trata de “Tones of home”, donde van más al grano y demuestran, aunque lo mejor de ese apartado esté por venir, que son capaces de clavar un buen estribillo que mire directamente a las listas.
“I wonder” también camina por varios terrenos diferentes y se mueve entre el aire acústico de su comienzo y los riffs poderosos que van siguiendo la dirección que marca la cautivadora voz de Shannon, capaz de manejar un registro tan versátil con el que puede acariciarnos en un instante para, al siguiente, sacar toda la rabia con un grito sobrecogedor. La poderosa convivencia de sonidos acústicos y eléctricos, está presente en “Paper scratcher”, igual que en “Dear ol’ dad” con unas guitarras que suenan a gloria.
Aunque es la parte central del disco, la que va a marcar, definitivamente, la diferencia: “Change” es una deliciosa balada acústica, una maravilla de esas en las que los sentimientos se desbordan y que anticipa la llegada de una canción que lo cambió todo para ellos. Uno de esos temas que, cualquier mínimamente aficionado al rock, habrá escuchado unas cuantas veces y cuya fama trasciende a la de la banda. Porque sí, hay gente a la que le sonará familiar “No rain” y que, probablemente, no sea consciente del grupo que la interpretaba.
“No rain” un single perfecto. La catapulta hacia el éxito
Fresca, optimista, vital, pegadiza, son muchos los adjetivos que se me vienen a la cabeza tras escuchar el gran hit de los Blind Melon por enésima vez. Su éxito se vio amplificado por un muy buen video que programó con insistencia la MTV, sí, el de la niña abeja que trata de encontrar su lugar en el mundo. Ellos, desde luego, parecían haber encontrado el suyo en la industria del rock and roll. El elepé se había editado en septiembre del 92 y fue el vuelo de este single el que les hizo dar el salto definitivo en las listas, y alguna que otra portada, cuando ellos seguían trabajándose el futuro en giras como teloneros de Neil Young o los mismísimos Guns n’ Roses.
Pero volvamos al disco, hay que reconocer que la segunda parte no alcanza el nivel sobresaliente logrado en las siete primeras canciones. Que no enciendan las alarmas, porque las seis últimas canciones del álbum son un notable alto como una casa. Y la media es esa gracias, por ejemplo, a ”Deserted”, uno de esos títulos donde demuestran que cuando subían el volumen también sabían enamorar. Una gran canción, una explosión a la que sucede la más calmada “Sleepyhouse” -la casa en la que se gestó el disco-, antes de que “Holyman” sirva como vehículo para que Shannon demuestre hasta qué límites podría llevar su voz.
“Seed to a tree” suena a rock clásico, “Drive” mira a esas raíces que, en mayor o menor medida, siempre están presentes en el elepé; y “Time” le pone el colofón a la obra presentándose casi como un resumen de muchas de las virtudes que se han escuchado en los doce cortes anteriores. Fin del trayecto.
Llama mucho la atención, cuando se escucha este disco, la gran paleta de estilos que desfilan por él. Hay canciones que miran descaradamente al sur, otras le hacen ojitos a un rock más fuerte y, por ahí, como quien no quiere la cosa, se deja escuchar algún que otro ramalazo alternativo. Y eso sin contar con que, en ocasiones, esa diversidad estilística la podíamos encontrar sin cambiar de corte. Lo dicho, no era tarea fácil meterlos en un cajón.
Shannon Hoon, mucho más que el paisano de Axl Rose
Cuando se habla de Blind Melon resulta inevitable no dedicar un capítulo especial a Shannon Hoon, su excéntrico y recordado frontman. Antes de que el mundo supiera de su grupo, él ya se había dado a conocer gracias a su relación con Guns n’ Roses; con cuyo vocalista, el inefable AXL Rose, compartía orígenes y cierta amistad. Ese fue el motivo que llevó a los gunners a contar con él en las sesiones de los Use your illusion. Ambos procedían de Lafayette y Rose era bastante amigo de la hermana de Hoon. Pues bien, de allí nació un vínculo que iba a acompañar siempre a Shannon. Antes de ser conocido por el trabajo de su banda, fue el chico que salía en el video de “Don’t cry”.
Luego llegó el éxito y, con él, también se multiplicaron los peligros de los excesos. Hoon, como tantos otros creadores, encontró su talón de aquiles en las drogas y, aunque desde fuera veíamos a un chaval sencillo y muy vital, diría que optimista, la procesión iba por dentro.
Las mieles del triunfo también traen consigo la presión. Digamos que la continuación de este debut de platino caía de lleno en la categoría de «difícil segundo disco», ese en el que la compañía va a tratar de que revalides lo logrado en el debut y se va a encargar de recordarte tu fracaso si no llegas a la misma cifra de discos despachados.
Blind Melon respondieron a lo grande, todo hay que decirlo, porque Soup (1995) es un disco aún mejor que su puesta de largo. Las ventas, sin embargo, no alcanzaron los niveles de su predecesor y la salud de Shannon tampoco andaba en su mejor momento. Así que, tras la publicación de Soup, decidió internarse en un centro de rehabilitación para intentar vencer su adicción. Lamentablemente, sus planes se vieron truncados por las servidumbres a las que se ve sometido una estrella del rock emergente. Su sello le presionó para que saliera de gira, había que apoyar ese disco que no terminaba de despegar comercialmente, la máquina no podía detenerse. Llegados a este punto, lo que decidieron fue contratar un tutor y un guardaespaldas que no le iban a perder de vista. Sobre el papel, iban a conseguir mantenerle alejado de las drogas. La realidad se encargó de desmentir estos planes.
Solo así se explica lo que terminó ocurriendo. En la mañana del 21 de octubre de 1995, el resto de miembros de Blind Melon encontraron muerto a Shannon en el interior del autobús de la banda. Tenía 28 años y una carrera brillante que dejaba dos fantásticos discos y unos cuantos momentos de esos que se quedan en el recuerdo para siempre. El más icónico, el que protagonizó en Woodstock. En aquel cartel estaban los grandes nombres del momento, con los Chilli Peppers, Metallica y Green Day a la cabeza; pero si he de quedarme con dos imágenes que marcaron la cita, elijo a Nine Inch Nails reinando en el barro e incluso por encima de ella, la de Shannon Hoon derrochando carisma y magnetismo.
Woodstock 94: Una actuación para la Historia
Si había algo de espíritu hippie en aquel festival, se lo debió de quedar todo el vocalista de Blind Melon. Era su momento, con un debut que le había puesto en el mapa y poco antes de lanzar el que tenía que suponer su consolidación, Shannon brillaba como lo hacen los elegidos. Ya por aquel entonces, se contaba en la prensa que había abandonado un programa de rehabilitación para estar en aquel escenario y, si fue así, lo abandonó con todas las consecuencias porque aquel día salió muy drogado. Al parecer había tomado LSD antes de actuar con un vestido blanco largo que le había cedido su novia para la ocasión. Con el pelo recogido con pasadores de colores y maquillado no con demasiado tino, Hoon nos regaló una imagen para la posteridad y un concierto mágico.
Los supervivientes de Blind Melon tuvieron dudas, en algún momento se plantearon seguir adelante; pero el peso de Hoon era tanto que sus cuatro compañeros no pudieron reponerse a su desaparición y decidieron separarse, de forma oficial, en 1999. La historia, sin embargo, cambió en 2006 cuando se incorporó al grupo Travis Warren. Fue una sorpresa para todos, incluso para los chicos del grupo que un día vieron como Warren se acercó a ellos para ofrecerles sus servicios. Ellos, quizá seducidos por su osadía y viendo lo convencido que se mostraba Travis, decidieron, tras comprobar que además de atrevido tenía talento, que el grupo contaría con una segunda vida. Y actuaron en directo, y grabaron, y seguramente lo volverán a hacer, pero esa es la historia de otra banda. Los Blind Melon de los que hablábamos en este artículo, murieron hace 27 años en aquel autobús de gira.