Black bayou, de Robert Finley

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DISCOS

«Lo que suena es soul y blues, justo lo que uno espera y quiere escuchar de un veterano como Finley»

 

Robert Finley
Black bayou
EASY EYE SOUND / CONCORD – MUSIC AS USUAL, 2023

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

Los buenos músicos no tienen fecha de caducidad. Uno de los mejores ejemplos es, sin duda, Robert Finley. Este veterano de guerra y ex carpintero de Luisiana de 69 años, ciego desde hace una década, se abrió paso hace apenas siete años con su debut Age don’t mean a thing, un disco lleno de soul cálido y blues en el que su voz ronca captó inmediatamente la atención. El disco le ganó una base de seguidores leales y propició otros dos discos posteriores al mismo nivel, una gira mundial e, incluso, alcanzar las semifinales de America’s got talent.

Para su nuevo álbum, Finley colabora ​​por cuarta vez con Dan Auerbach, el todoterreno musical conocido como cantante y guitarrista de The Black Keys. En esta ocasión, ambos intentaron algo diferente cuando se metieron en el estudio: Finley no llevó nada escrito, sino que todo se creó allí improvisando con músicos como Patrick Carney (The Black Keys), Jeffrey Clemens (G. Love & Special Sauce), el bajista Eric Deaton y el guitarrista Kenny Brown, más la hija y la nieta de Finley en los coros.

Que nadie espere nada rompedor o atípico. Lo que suena es soul y blues, justo lo que uno espera y quiere escuchar de un veterano como Finley. En Black bayou, Finley nos traslada al pueblo pantanoso en el que creció para dar cuenta de cómo es su vida en Luisiana, lo que mejor conoce, con su voz moviéndose, sin aparente esfuerzo, entre el falsete, los tonos más graves y el soul sensual.

Los singles de avance “Sneakin’ around”, “What goes around (comes around)”, “Nobody wants to be lonely” y “You got it (and I need it)” ya lo dejaban claro, y el resto de Black bayou no decepciona lo más mínimo. Así lo confirman el blues lento y atmosférico de “Livin’ out a suitcase”, la joya “Gospel blues”, que comienza con guitarras de blues como serpientes de cascabel crujientes, el más áspero “Waste of time”, con su piano honky-tonk, o “Miss Kitty”, con un riff misterioso que evoca la versión que Creedence Clearwater Revival hizo en su día de “I heard it through the grapevine”.

Anterior crítica de discos: Roseland NYC Live 25, de Portishead.

 

 

 

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