DISCOS
«Una escucha detenida explica por qué Idol fue uno de esos ilustres músicos británicos que consiguieron conquistar Estados Unidos. Tenía imagen y carisma»
Billy Idol
Billy Idol (reedición 2023)
UNIVERSAL, 2023
Texto: JUANJO ORDÁS.
Si un disco se reedita, no debe ser solo para dotarlo de una buena remasterización o para proporcionarle una segunda juventud, que también, sino que es fundamental que ese relanzamiento lo sitúe en su contexto. ¿Cómo se consigue? Con material adicional y, en ese sentido, el retorno del disco de debut de Billy Idol cumple de sobra.
¿Y qué decir del álbum original? Una joya. Lo cierto es que, ya que en la actualidad Idol se encuentra en un buen momento —sus dos últimos epés, The roadside (2021) y The cage (2022), son notables con momentos francamente magníficos—, podía aprovechar la alegría y dar continuidad a sus reediciones, porque en los ochenta era imparable y estaría bien que en sucesivos años llegaran versiones ampliadas de Rebell yell (1983), Whiplash smile (1986) y Charmed life (1990). Pero vamos con Billy Idol (1982), que es la que nos ocupa y es, además, el álbum que puso todo en marcha.
Siendo rápidos, contiene “Hot in the city” y “White wedding”, dos superhits que todo el mundo conoce. ¿Hacen falta más razones para explicar por qué Billy Idol es uno de esos discos que hay que tener? Siendo lentos, una escucha detenida de estas dos bombas explica por qué Idol fue uno de esos ilustres músicos británicos que consiguieron conquistar Estados Unidos. Tenía imagen y carisma. Tres elementos que sabía colocar en su interpretación vocal. Fijaos en cómo eleva por momentos la intensidad de “Hot in the city”, en su elegancia a lo largo de la oscura “White wedding”. La primera, placer veraniego para el animal de ciudad; la segunda, un tema de goth rock en toda regla. Todo consistente y sentido. El que les daba su personalidad.
Tras los extintos Gen X, este hombre tenía que triunfar de una u otra manera y desembarcar en Estados Unidos es lo mejor que pudo hacer. Al poquito demostraba que cuando se tiene una actitud blindada no hay por qué ser prejuicioso y, tras versionar “Mony mony”, llegaba este primer disco, en parte próximo a las coordenadas de la dominante new wave, pero también alejado. ¿Qué cantante del movimiento tenía esta chulería? ¿Quién se hacía acompañar de un salvaje quema mástiles como Steve Stevens? Y no nos quedemos solo con los sencillos, “Come on, come on” y “Dead on arrival” empujaban sin perder caballerosidad callejera, había algo más detrás del aparente lumpen.
Hablábamos antes de contexto, y precisamente ese viene dado por un segundo cedé con un concierto de la época, registrado con buenos medios en el Roxy de Hollywood. Canciones del epé Don’t stop (1981), del calibre de la citada “Mony mony”, se mezclan con temas del debut y con rescates de Generation X como “Untouchables”, “Ready steady go” y la inmortal “Dancing with myself”, explicando de donde venía Billy Idol, y aglutinan en un solo espectáculo todo lo que podía ofrecer entonces, que ya era mucho. Porque la idea, muy probablemente, era la de buscar diversión en la jungla, sin dejar de reconocer a esta como un lugar en el que había que saber moverse. Risas, sí, pero también sensación de peligro inminente.
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