Big swimmer, de King Hannah

Autor:

DISCOS

«Poderosa segunda entrega del dúo, domesticada a veces en la voz de Hannah Merrick, pero siempre con una tensión subyacente»

 

King Hannah
Big swimmer
CITY SLANG / MUSIC AS USUAL, 2024

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

Hannah Merrick y Craig Whittle se conocieron en un bar en el que trabajaban a tiempo parcial. Con su epé de debut, Tell me your mind and I’ll tell you mine ya lo pudieron dejar, confirmando su progresión en su primer álbum I’m not sorry, I was just being me de 2022, un tanto apegados todavía a referentes como Mazzy Star, Portishead o PJ Harvey. Lo que vino a continuación, una gira de dos años por los Estados Unidos, ha condicionado en gran manera su continuación, Big swimmer.

Grabado en buena parte en un pequeño cuarto de baño para obtener el sonido que querían, títulos de canciones como “New York, let’s do nothing”, “Somewhere near El Paso” o “John Prine on the radio” dejan claro que la inspiración la encontraron mientras viajaban, a través de aquellos a los que conocieron, lo que vieron en su periplo o lo que escucharon en la radio (lo de John Prine no deja dudas). Para rematar la función, Sharon van Etten, fanática desde los inicios de la pareja, contribuye con su voz en dos canciones (“Big swimmer” y “This wasn’t intentional”).

Hannah Merrick gobierna en esa tierra ignota, apropiándose del reino recién descubierto o imaginado desde su Liverpool natal. Y Craig Whittle se une a ella en el papel de un guía de aspecto amenazador, que sabe cómo desbrozar la ruta. Sin ir más lejos, su guitarra muestra su mejor faceta a lo Neil Young, recordando también a Bill Callahan, en “Suddenly, your hand”, un tema en el que Merrick recita, más que canta, un relato tenso (como en “New York, let’s do nothing”), acercándose al timbre de Chrissie Hynde y a alguna de las epopeyas de Lou Reed.

Hay más: ecos de Portishead en “The mattres”, grunge con explosión final en “Milk boy (I love you)” o garage rock en “Lily pad”. Y una pieza que parece protagonizada por un descendiente del asesino Cortez The Killer en “Somewhere near El Paso”, que desata una andanada asesina de acordes de guitarra que llevan el tornado del desierto al oyente, y que muerden ferozmente como una astuta serpiente de cascabel con estocadas venenosas y silbidos violentos. Ahí reside el poder de esta segunda entrega del dúo, domesticada a veces en la voz de Hannah Merrick, pero siempre con una tensión subyacente, conscientes de que la dinámica juega a menudo un papel definitivo.

Anterior crítica de discos: Eels time! , de Eels.

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