«Hoy en día todo huele a nostalgia, es una locura, pero espero que este disco sea clásico en el sentido de que es un disco de su tiempo, porque me interesa lo que ocurre hoy en día»
Seis años después del aclamado “Comfort of strangers”, la vocalista británica que se dio a conocer cantando para The Chemical Brothers y William Orbit regresa con “Sugaring season”, un delicioso álbum folk pop producido por Tucker Martine (The Decemberists, My Morning Jacket) y grabado en Portland (Oregon).
Texto: EDUARDO GUILLOT.
Se ha tomado su tiempo, pero ha valido la pena esperar. Beth Orton regresa con “Sugaring season”, un álbum en la estela de “Comfort of strangers” (2006), que se edita el 2 de octubre y ratifica a la cantautora británica como una de las voces más personales del folk pop contemporáneo.
Seis años es bastante tiempo. ¿Qué has estado haciendo?
Bueno, por un lado tuve un hijo. Y, por otro, tuve un segundo hijo [risas]. Dejé de tocar en directo, y aunque había escrito muchas canciones, no me sentía preparada todavía para grabar un disco. Y con los niños…
El anterior disco salió con EMI, pero “Sugaring season” está editado por Anti-. ¿Cómo ha sido el cambio?
Muy bueno. Estoy contenta con ellos, son gente fantástica, un gran sello. También estuve mucho tiempo con Heavenly, antes de EMI, y la verdad es que es un placer estar rodeada de gente que ama la música.
¿Fue negativa la experiencia con EMI?
Nunca tuve problemas con ellos ni con Heavenly. Pero EMI pasó por dificultades, y durante una temporada no apoyó ninguno de sus lanzamientos, lo cual afectó a “Comfort of strangers”.
En aquel disco quedaste muy contenta con la producción de Jim O’Rourke, pero esta vez has trabajado con Tucker Martine. ¿Por qué?
Jim se ha mudado a Japón, y no está muy interesado en seguir produciendo. Tucker estaba disponible e hizo que fuera muy fácil trabajar juntos. Una de las razones que me convencieron fue la banda con la que íbamos a grabar. Conocía a Brian Blade [batería], Marc Ribot [guitarra], Sebastian Steinberg [bajo]… Todo fue muy natural.
¿Ha sido una grabación muy diferente de la anterior?
En muchos sentidos, la verdad es que no, porque volvió a ser casi todo en directo, y ambos discos se grabaron muy rápido. “Comfort of strangers” se hizo en dos semanas, contando las mezclas, y esta vez grabamos el grueso de los instrumentos en tres días, y después usamos un par más para los teclados y otra semana con Sam Amidon en las voces, para después mezclar.
¿Crees que se pueden establecer dos etapas en tu discografía? La primera abarcaría los tres álbumes publicados por Heavenly, y la segunda los dos últimos.
Estoy de acuerdo, absolutamente. Yo también siento que es así.
¿Y cómo ves ahora aquellos tres primeros discos?
Les tengo cariño, y creo que contienen algunas canciones realmente increíbles. De hecho, estoy disfrutando mucho volviendo a arreglarlas ahora para tocarlas en directo y que encajen con mi sonido actual. Lo estoy haciendo como si fueran temas de otra persona, y está siendo un trabajo muy interesante, aunque no dejan de ser parte de mí.
“Sugaring season” suena clásico. ¿Estás de acuerdo?
Me gusta. Entiendo que dices clásico sin ser retro o nostálgico. Hoy en día todo huele a nostalgia, es una locura, pero espero que este disco sea clásico en el sentido de que es un disco de su tiempo, porque me interesa lo que ocurre hoy en día. A veces es duro conseguir algo así, porque todos tenemos influencias muy potentes del pasado. Hay temas como ‘Candles’ en los que se encuentran algunos de los ritmos más duros que he grabado. Pero son sutiles. No creo que sea un disco obvio. Y, desde luego, no es nostálgico, aunque ‘Poison tree’ destile cierta nostalgia del primer folk inglés.
Y ‘See through blue’ es un vals.
Sí, es un vals anticuado, como de los años cuarenta.
¿Puedes hablar de tu proceso de composición?
Intento traducir mis emociones mediante la guitarra, siempre lo saco todo a través de ella y de las canciones. Trato de dar cierto tono poético a las letras, porque creo que, de ese modo, mis sentimientos personales pueden llegar a hacerse universales. De alguna manera, si eres honesto y hablas de cosas que sientes de manera profunda, ser muy personal te hace comunicar a un nivel mayor. A mí me pasa mucho cuando escucho a otros artistas con los que puedo identificarme. Me encanta la poesía, quizá porque no sé leer música. Entiendo la estructura de las canciones, claro, pero siempre he estudiado la poética de las letras, es un proceso que disfruto mucho. No quiero que suene pretencioso hablar de poesía, pero es lo que intento.
En el disco llama la atención la presencia de Brian Blade, un batería de jazz. ¿Era el más adecuado para las canciones?
Fue Tucker Martine quien lo sugirió. Yo le conocía porque trabajó en “Wrecking ball” (1995), el disco de Emmylou Harris. No estaba segura de que fuera a funcionar en todo el disco, pero fue fenomenal, y supo captar el sentido del ritmo. Sus primeras tomas eran magníficas. Sabía que era un riesgo, pero lo asumí. No tuvo miedo de tocar fuerte, algo que a veces les pasa a algunos músicos cuando trabajan con mujeres, un cliché horrible. Le dio vida a las canciones.
Has comentado que Roberta Flack y Pentangle fueron fuentes de inspiración en este disco. ¿En qué sentido?
Me encanta «First take» [1969], el debut de Roberta Flack. Es un disco muy hermoso, está orquestado de manera maravillosa, las canciones son clásicas, atemporales, y yo quería dar más protagonismo al piano en “Sugaring season”, ir un poco más allá con él, aunque no lo toco especialmente bien, porque nunca recibí clases. Y el disco de Roberta Flack, decisivo. Siempre me ha interesado lo que ha hecho Bert Jansch, y en 2006 colaboré en tres canciones de “The black swan”, uno de sus discos en solitario. El ritmo y el groove de Pentangle son estupendos. Crecí escuchando sus discos, fueron parte de mi educación, y en términos estrictamente musicales, creo que es su vertiente jazz y el ritmo lo que más me ha inspirado.
¿Eres consciente de que no son las referencias más «cool» del momento?
Sí [risas]. ¿Pero sabes qué? No me importa. No trato de hacer música «cool».
Además de Brian Blade, Marc Ribot toca la guitarra en dos temas y hay una colaboración vocal de Sam Amidon. Imagino que no van a acompañarte en directo.
No, va a ser muy complicado. La primera parte de la gira, en Estados Unidos y Gran Bretaña, la voy a hacer sola, porque las canciones funcionan perfectamente. Me pasé mucho tiempo componiendo, están muy hilvanadas a lo largo de seis años, porque ni siquiera tenía contrato discográfico y no tenía ninguna urgencia. Brian ya me ha dicho que le encantaría tocar en directo conmigo cuando gire con banda. Y Marc en realidad toca solo en dos canciones. Creo que será posible contar con el resto, ya veremos… Sería maravilloso que Sam se viniera de gira. Estaba desesperada porque participara en el disco, y cuando grabamos ‘Poison tree’ le llamé y le pedí que viniera al estudio. Me dejó anonadada, canta de una manera maravillosa.
Te diste a conocer cantando música electrónica. ¿La echas de menos?
No, y por eso no la he utilizado en este disco, pero tampoco estoy cerrada a experimentar. Siempre me ha gustado trabajar con Tom Rowlands [The Chemical Brothers]. Son mis amigos y sigo abierta a cualquier posibilidad, pero no es lo que más me interesa en este momento.