DISCOS
«Un manifiesto de punk y hard rock social y político»
Bala
Besta
PIAS, 2024
Texto: MARÍA CANET.
La rabia contenida puede explotar en cualquier momento. La suma de cargas, injusticias, estrés y sinsabores del día a día amenazan como dedo a punto de pulsar un botón que haga que todo estalle por los aires. Ese botón activa un exorcismo que libera a nuestra bestia interior. Un acto salvaje, violento, pero también poderoso, que Bala han transformado en un arrollador disco, Besta (PIAS, 2024), su nuevo trabajo.
El cuarto larga duración del dúo gallego, grabado y mezclado por Santi García en Cal Pau Recordings y Ultramarinos Costa Brava, y masterizado por Víctor García, es un manifiesto de punk y hard rock social y político. Doce disparos al sistema con los que Anxela Baltar (guitarra y voz) y Violeta Mosquera (batería y voz) combinan su potencial combo melódico (guitarra-batería) con letras que señalan, denuncian y reclaman asuntos ligados a la salud mental, la precariedad laboral y económica o el feminismo.
El elepé arranca con una reivindicación del error, que la sociedad actual rehúye cual monstruo. “Equivocarme”, que cuenta con la colaboración de Dani Miller, Laura Villar y Ana Curra, es un grito desesperado de tempo acelerado en el que Anxela canta con la rabia de un animal que se retuerce «estoy hablando desde el fondo/desde el fondo de mi pecho/para decir que ya no puedo/que ya no quiero/ escuchar esos consejos/ que no me ayudan en el proceso». El tiempo necesario para lamerse las heridas y recomponerse es un lujo en una sociedad regida por las apariencias y una falsa estabilidad: «porque a veces no puedo levantarme/o no quiero/ o siento que no es mi momento/y decido quedarme un ratito en el suelo». “Inmutable”, tema que apela a la pasividad ―«quieres ver el cielo ardiendo apacible en tu sofá»― guarda cierta épica gracias a los coros de tinte celestial que se abren paso entre las fieras guitarras, para tornar a oscuro mediante la distorsión en la voz, toques de sintetizadores futuristas y un final incendiario con la potencia de la batería que acompañan aullidos de impotencia.
La precariedad laboral y económica es otro de los ejes que vertebra el álbum. Con riffs de hard rock sureño setentero y juego de voces, “Verde” traza un símil entre el color del dinero y la naturaleza para evidenciar cómo el capital corrompe lo realmente importante. La tensión y la ansiedad laten en la melodía de “Prisas”, que atrapa como un laberinto conformado por preocupaciones rutinarias ―«producir y pagar/ seis malditos euros por el aceite de oliva que antes costaba tres/y pensar en mi hija y en ver qué pasa el día de mañana»― que oprimen el pecho: «no sé cómo explicar que me flipa lo que hago/ pero que muchas veces (muchas, demasiadas) no respiro/ y no hago más que dudar de mi vida y de esta masa / que me exige ahogarme cada día».
La tradición gallega aflora en “Ouveo”, corte de arranque melódico que crece en el estribillo a golpe de guitarras afiladas, donde Anxela y Violeta abrazan sus raíces acompañadas por sus paisanas Tanxugeiras, cuyo canon vocalcrea una atmósfera mística, que embriaga como pócima de druida. Un aquelarre de meigas que se refuerza, de nuevo con la colaboración de Ana Curra, en “3 veces”, tema de calado feminista que ensalza la sororidad y es un homenaje al colectivo WITCH (Women’s International Terrorist Conspiracy Hell), grupo de guerrilla feminista que, en la década de los sesenta, empleaban conjuros y hechizos como armas: «júntate con tus hermanas/ todas incluidas/ cuando te enfrentas a una de nosotras/ nunca olvides que te enfrentas a todas/ el fuego ya no nos quema/ hijas de la oscuridad».
El autocuidado es otro de los disparos que Bala lanzan contra el sistema. El muro de guitarras que se erige en la veloz “Fuera”, resguarda ese derecho a «descansar cuando todo a mi alrededor me pedía acelerar». Unos cuidados que no deben ser únicamente individuales, sino también tejidos por una red humana, tal y como apelan en “Estás”, donde la amistad se ensalza al estilo riotgrrrl: «mis colegas, la amistad, el soporte emocional, el día a día que me ahoga/ necesito respirar/ te recojo una vez más cuando salga de currar/ vamos a liarla parda/que se prepare la ciudad».
La crítica a la especie humana que vibra en “No eres”, avanza a trompicones, en una tonalidad grave, para dejar aflorar el instinto animal en “Nada más”, alegato primitivo de espíritu grunge. “Jugar” combina un arranque melódico de poso punk rock noventero y registro vocal agudo, con tonalidades guturales en un crescendo hardcore.
La conclusión de este manifiesto es inevitable, “Todo muy mal”, un ataque feroz contra males endémicos que imperan en la actualidad: el débil disfraz del postureo y el comodín de la opinión (normalmente no requerida). Bala han pulsado el botón. Su besta de varias cabezas (rabia, ansiedad, inconformismo) se ha liberado a golpe de punk y hard rock. Esa fuerza no debe encerrarse de nuevo.
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