“Un breve y delicado concierto, en el que no hubo nada del “deep house” protagonista en sus sesiones, producciones y grabaciones durante la primera década del siglo XXI”
El integrante masculino de Everything But The Girl, Ben Watt, se subió a las tablas del madrileño Teatro Lara el jueves pasado para ofrecer su directo. Antes, también concedió una entrevista a EFE EME.
Ben Watt (Everything But The Girl)
12 de febrero de 2015
Teatro Lara, Madrid
Texto y fotos: MIGUEL TÉBAR.
El pasado jueves por la noche, en el Teatro Lara de Madrid dentro del relevante ciclo SON Estrella Galicia, poco más de una centena de amantes del pop sofisticado a la vez que mínimo pudimos degustar uno de esos pequeños frutos invernales destinados a grandes paladares. Su nombre: Benjamin Brian Thomas Watt, más conocido por ser la parte masculina del dúo de Hull Everything But The Girl (EBTG).
La larga ausencia de Ben Watt en España, tuvo más peso que el de su “pequeña, gran banda”. Un trío formado junto al requerido guitarrista Bernard Butler (Suede, McAlmont and Butler, The Tears, Trans) empuñando su inseparable Gibson 355 roja –igualita a la de Johnny Marr cuando era todo un Sr. Smith–y el extraordinario Martin Ditcham (Sade, Talk Talk, the Waterboys, Status Quo, Elton John, The Rolling Stones, Roger Daltrey, A-ha…), sentando con precisión a la batería. Dos experimentados músicos que acompañan a Watt en la presentación de “Hendra” (Unmade Road, 2014), su segundo trabajo en solitario en treinta y tres años de actividad, y en su primera gira mundial sin su compañera Tracey Thorn después de casi dos décadas. “Este nuevo sello es sólo un vehículo para mi trabajo en solitario, así que hasta que escriba algo nuevo Unmade Road va a estar latente”. A sus cincuenta y pocos años, el aspecto de Ben es más atractivo que el de aquel jovencito que debutó en Cherry Red Records junto al mismísimo Robert Wyatt o, evidentemente, en la enfermiza última etapa en EBTG.
Aún recuerdo la fascinante presentación de “Amplifier heart” en 1994, y tras la misma a un entregado Carlos Berlanga llorando en el descansillo de la discoteca Pachá por saludar a su admirado dúo; e incluso aquella agridulce sensación que dejaron en La Riviera dos años después ante una legión de nuevos adeptos que llenaron la sala, en la que EBTG no mostraron apenas en directo su entonces reciente y exitosa reconversión electrónica. “Realmente no puedo recordar la última vez que actué en vivo en vuestro país. Probablemente a mediados de los años noventa, con ‘Walking wounded’. Estoy muy agradecido y contento ante cualquier tipo de público que acuda a mis conciertos. La escena musical está copada de artistas y bandas en estos días. Por supuesto, la variedad de cosas que he hecho en los últimos años puede parecer inusual y quizás por ello represente un blanco incierto. Tanto ejerciendo de DJ, como de cantante o compositor, la motivación es la misma: escribir, grabar, y querer compartirlo. Espero encontrarme una mezcla de fans y curiosos”, declaraba Watt a EFE EME días antes del show.
Aparentemente no fue como nuestro entrevistado preveía, más bien asistió un público bastante homogéneo y de cierta edad adulta. Sirva como excepción una admiradora del guitarrista invitado: “He venido porque sigo a Butler en todo lo que hace”, me comentó la chica que logró coger el setlist del escenario tras el concierto.
Presentó todas las canciones menos una de “Hendra” –título elegido para abrir los actuales directos–. Algunas más ralentizadas que en el disco, como fue el caso de ‘Forget’ –con Ben al piano eléctrico Wurlitzer– y otras tantas con las guitarras incluso más contundentes y oscuras, tal como se apreció en ‘Nathaniel’. “Cuando escribía las nuevas canciones, lo hacía usando ‘afinaciones abiertas’ y ‘afinaciones alternativas’. Esto hizo que el proceso de escritura fuese diferente e interesante, todo un reto. Pero la música se hizo lánguida, impresionista, etérea. Me di cuenta de que necesitaba un poco de distorsión, de pasión e ira. Las letras lo exigían. Es por esto que le pedí a Bernard que me acompañase en este proyecto”.
El grueso del repertorio trata, de una u otra manera, de sus marcadas últimas experiencias vitales. ‘The levels’ está escrita para su cuñado tras la repentina muerte de su hermanastra; ‘The heart is a mirror’, dedicada a la propia Jennie, cantada con un atisbo de esperanza ante la tristeza o melancolía al pasar por malos momentos mientras se reconoce el afecto de quien está cerca; ‘Golden ratio’, en la que anima a intentar vivir el momento presente. “Me siento bien, vivo con las consecuencias de tener que medicarme diariamente para mantener mi sistema inmunológico estable, llevar una dieta alterada y perder intermitentemente el olfato y el gusto. Pero, desde aquellos tiempos oscuros, he tenido una actividad musical completa y tres hijos maravillosos. Estoy inhabilitado para darlo todo, pero no para jugar al tenis. ¡La vida es para vivirla!”.
Nos brindó su primer guiño al pasado interpretando ‘Some things don’t matter’ de su disco debut en 1983, y algo nostálgico recordó los primeros días junto a Tracey, disfrutando del castillo de Scarborough junto al mar en Yorkshire del Norte, tal como describió en ‘North Marine Drive’ –la cual también recuperó–. Satisfecho, presentó ‘The road’, el tema que cerraba el maltratado disco de EBTG “The language of fife” (Atlantic, 1990) y al que puso su saxo tenor su influyente Stan Getz. “Mi padre, que era músico de jazz, nos solía poner los dos discos de Getz Gilberto (Verve, 1964), y ya de muy niño me enamoró la forma de tocar la guitarra que tenía Joao Gilberto. Uno años después se compró el ‘Virtuoso’ (Pablo Records, 1964) de Joe Pass y aquel nivelazo de jazz fusión y free jazz no paró de sonar en casa. Yo tan solo tenía diez años pero recuerdo perfectamente la melodía y la simplicidad de aquello. Desde el principio, Gilberto y Pass dejaron una fuerte huella en mí hasta que descubrí a otros guitarristas como John Martyn y Nick Drake, aunando así el jazz con el folk”.
Para los bises se guardó otro par de delicias de EBTG, de esas en las que Ben Watt llevaba la voz cantante: ’The night I heard Caruso sing’ –con él solo en escena al piano–y la descontextualizada ‘25th December’, del disco que los catapultó hacia grandes audiencias.
Un breve y delicado concierto, en el que no hubo nada del “deep house” protagonista en sus sesiones, producciones y grabaciones durante la primera década del siglo XXI, tal como él mismo justificaba: “Llegué a una meseta con la música electrónica y las remezclas y necesitaba un cambio. Actualmente estoy interesado en herramientas simples -madera, acero, aire…- y la magia que viene de la interacción humana, músicos improvisando juntos”. Sí hubo un elegante eco y savoir-faire de quien creó un identificable proyecto, junto a una de las voces femeninas más difícilmente reemplazables. Sin nostalgia alguna, asistimos al concierto íntimo de un buen escritor de historias. No pierdas de vista su creación literaria.
PD. Hace menos de un año nuestro compañero Carlos Pérez de Ziriza dedicaba su sección ‘La mascarada del siglo’ al artista.