“Con ‘What went down’, canción que da nombre al último disco de Foals, Yannis saltó sobre el público, del que se despidió como Moisés entre dos aguas”
El BBK Live cerró su edición anual con un cartel de tres días por el que desfilaron, entre otros, Foals, Pixies, Arcade Fire o Love of Lesbian. Allí estuvo Eva Rodríguez.
BBK Live
7, 8 Y 9 de julio
Kobetamendi, Bilbao
Texto: EVA RODRÍGUEZ.
Fotos Arcade Fire, Editors: LIBERTO PEIRÓ.
Fotos José González, Love of Lesbian, Pixies, Courtney Barnett Foals: ÓSCAR L. TEJADA.
Será difícil quedarse con uno solo de los conciertos o de los días que se han vivido en esta última edición del BBK Live 2016, que se celebra desde hace once años en Bilbao. Gratas sorpresas como la actuación de la australiana Courtney Barnett, conciertos esperados que no defraudaron como el de Arcade Fire, Pixies o Foals, y buen ambiente desde primera hora de la tarde hasta altas horas de la madrugada.
El jueves los canadienses Arcade Fire protagonizaban la jornada, junto con M83, New Order y los escoceses Chvrches. Los primeros dieron un concierto lleno de clásicos como ‘We used to wait’ o ‘No car go’. Aunque por momentos se echaba de menos más potencia de sonido, con más de diez músicos sobre el escenario desplegaron su talento instrumental y una puesta en escena con efectos de luces, espejos, y un Win Butler electrizado que acabó destrozando un tambor contra el suelo en la euforia del show.
Comenzaron puntuales bajo un sirimiri constante con ‘Ready to start’, preludio de la hora y media de música que tenían preparada. Se corearon como himnos ‘Neighborhood’, ‘The Suburbs’ y ‘We Used to Wait’. También tuvieron su momento los cabezudos del videoclip de ‘Reflektor’, que salieron para pasearse entre los músicos como su alter ego de cartón. William Butler, muy concentrado durante todo el concierto confesó que este, el de Bilbao, “es uno de mis sitios favoritos para tocar” y acabó el concierto haciendo una llamada a la pasión: “Amaros entre vosotros”, dijo al concluir con ‘Wake up’.
La jornada del reencuentro con Pixies
Más de 33.000 personas se esperaban para el viernes, día en el que muchos acudieron para ver a los clásicos Pixies. El sueco José González fue de los primeros en pisar el escenario Bilbao Stage ese día con su folk sosegado y sonido impecable. Saludó a los primeros asistentes de la tarde, que lidiaban como podían con la lluvia, tocando desde temas de su primer disco como ‘Crosses’ hasta la versión de ‘Teardrop’ de Massive Attack para despedirse con “Heartbeats” después de una hora e invitando a “seguir disfrutando” del festival.
A este le sucedieron los británicos Ocean Colour Scene, que interpretaron íntegro su segundo disco «Moseley shoals”, los vizcaínos Belako y Love of Lesbian, que ponía el punto nacional al escenario principal. El grupo catalán presentó, con Santi Balmes más tranquilo que de costumbre, su último álbum “El Poeta Halley” junto a clásicos de su discografía como “1999” y “Club de fans de John Boy”. Ataviado con una camiseta de Jim Morrison le dedicó al célebre vocalista de The Doors “Los seres únicos”, por el cuarenta y cinco aniversario de su muerte que se cumplía hace pocos días. “Ha sido una primera vez cojonuda”, enfatizó antes de que el grupo, entre los que se encontraba también Ricky Falkner, se despidiera entre aplausos.
El percance de la noche lo tuvo actuación de Grimes, que sufrió un apagón en el escenario Heineken, lo que hizo que la cantante Claire Elisa Boucher y las tres bailarinas que la acompañaban tuvieran que abandonar durante veinte minutos el escenario. Boucher volvió a salir con una bandera gay a sus espaldas para continuar con sus frenéticos bailes, pero muchos de los asistentes ya habían aprovechado el momento del corte para ir a coger sitio para los esperados Pixies.
La banda de Boston suponía el clímax del BBK Live de este año para muchos. Con la solvencia de un grupo de culto y la inconfundible voz rasgada de Black Francis, tocaron con mucha energía pero con poco intercambio de gestos o empatía con el público. Causa de ello puede ser la nutrida lista de canciones que sonaron.
Sin artificios interpretaron grandes éxitos de su extensa discografía, como ‘Wave of mutilation’, ‘Debaser’, ‘Hey’ y otros como ‘U-mass’, ‘Bone machine’ o ‘Broken face’. Tampoco faltó ‘Um chagua lala’, el primer single de su nuevo disco, “Head carrier”. La falta de conexión con el auditorio y la sencillez de la puesta en escena llevó a los que no eran seguidores al bostezo, sorprendentemente. Para los que esperaban con ansia esta actuación, imposible evitar que se erizara la piel con ‘Velouria’, ‘Where is my mind?’ o ‘Here comes your man’. Destacar a Paz Lenchantin, impecable.
De la enérgica Barnett al baño de masas de Foals
La tarde noche de la jornada del sábado prometía, arrancaba con actuaciones como la de Soleá Morente y Courtney Barnett. La cantante australiana no dejó indiferente a ninguno de los que acudieron pasadas las siete de la tarde atraídos por el buen tiempo a la cita temprana con este trío, de bajo, batería y guitarra, que se sobró y bastó para llenar el escenario con un más que potente sonido. Barnett deslumbró y consiguió que se quedara corta la hora de actuación. Su voz desgarrada y su pose rebelde convencieron a todos los asistentes de que lo propio era levantar el polvo del suelo con temas como ‘Elevator operator’ o ‘Pedestrian at best’.
Tras ella, Father John Misty, desde el escenario Heineken, salió con tanto frenesí al escenario que acabó cayéndose al foso. Sin embargo, el tropiezo no le impidió dar uno de los conciertos más destacables de la jornada. Muy metido en el papel de tipo sexy y talentoso derritió al auditorio con ‘I love you, honeybear’ y ‘When you’re smiling and astride me’.
La masa de gente desapareció rápidamente al acabar para unirse a los que ya esperaban a Tame Impala. La psicodelia llegó de la mano de este grupo australiano que convirtió el monte de Kobeta en una gran pista de baile. No hubo tregua en esta última jornada, la de mayor afluencia de público. Kevin Parker y los suyos venían para llevarse en el bolsillo a los más bailongos del festival, que se dejaron llevar por las melodías de ‘Let it happen’ y ‘The less I know the better’.
También había que pasarse por el concierto del carismático vocalista de Editors, Tom Smith, que salió al escenario encapuchado, como oscuro fue el show. Decidió comenzar el concierto con el tema ‘No Harm’, mientras se deslizaba de un lado a otro del escenario. Con su peculiar destreza para moverse, que le llevó incluso a subirse sobre los teclados, contagió rápido su energía al público que bailó de principio a fin algunas de las canciones que sonaron, como «Sugar» y «Papillon». Otros de los clásicos que incluyeron en el show fueron «Smokers Outside the Hospital Doors» y «The Racing Rats». Para dar el cierre reservaron «Marching orders», también de su último álbum.
Quedaba aún el plato fuerte, Foals, uno de los conciertos más esperados del festival, a pesar de comenzar con un sonido bastante deficiente (en las primeras dos canciones era difícil distinguir las palabras de su vocalista Yannis Philippakis), hizo saltar al auditorio que gritó, bailó y hasta se emocionó con sus canciones. Las primeras filas estallaban al comienzo del primer acorde de cada tema, en uno de los conciertos que más gente congregó en esta edición.
Incluyeron en la setlist canciones como ‘Snake oil’, ‘My number’, ‘Inhaler’, ‘Two steps, twice’, ‘Providence’ y ‘Late night’. ‘Mountain at my gates’ sonó como una tralla y mucho más contundente que los temas del inicio. Con ‘What went down’, canción que da nombre a su último disco, Yannis no aguantó más y saltó sobre el público, del que se despidió como Moisés entre dos aguas alzando los brazos para alcanzar a los que pacientemente se hicieron hueco entre las primeras posiciones de las vallas que dividían al medio el recinto.
Después del subidón de Foals, a los que le quedaban fuerzas se acercaron para ver a Triángulo de amor Bizarro y Wolf Alice. Basoa, el nuevo espacio del bosque, puso el cierre hasta bien entrada la madrugada a este festival que cumple once años. Si hubiera que quedarse tan solo con uno de los tres días que ha durado el festival BBK Live de Bilbao, sería difícil llegar a un acuerdo. Había entre el público, mientras reivindicaba a los incombustibles Pixies, añoraba el cartel de rock más duro del 2007.
A pesar de no llegar al todo vendido, los más cien mil espectadores que pasaron por el recinto de Kobetamendi han podido vivir momentos que quedarán para el recuerdo y, seguramente, arrastrarán con gusto el cansancio por haber disfrutado entre la multitud de largas jornadas de música en directo, con variedad de estilos y escenarios.