DISCOS
«Un tesoro, con verdadero sabor nuevaolero, que esperaba escondido»
Elásticos
Barcelona en technicolor
DISCOS DE PASEO, 2022
Texto: SARA MORALES.
Qué bien sientan y cuánto alimentan el espíritu los regresos al pasado, el retorno al origen, la retrospección bien entendida y la nostalgia edificante. Rescates en el tiempo con forma de disco, a través de los que mirar atrás para convertir ese paso en algo más que para coger impulso o emular hasta la saciedad. Rescates en el tiempo con forma de disco que ponen en valor lo que un día fuimos o tuvimos, para comprender lo que somos y tenemos ahora, pero, sobre todo, para darle el valor que merece, si es que en su momento no tuvo ocasión de ser reconocido como debería.
Si hace unos meses Subterfuge rescataba del recuerdo parte del catálogo de los donostiarras Negativo, ahora es el turno del sello Discos de Paseo, cuyo guante al cajón del olvido ha recaído sobre los Elásticos. Aquella banda de la Barcelona de 1980 que puso sonido al cambio sociopolítico y cultural de aquellos años, pero que pasó desapercibida, como tantas, porque la escena anglosajona y foránea andaba comiéndose el espacio y la atención a bocados entre el público de la época.
Pues bien. Hay quien, pese a todo, no ha olvidado la voz guerrera y atrevida de Mercè Ros, ni el carácter embaucador de aquellas cuerdas fundidas con la acidez, y la lucidez, de unas letras que hablaban de lo urbano y lo mundano unas veces con divertido delirio y otras con espléndida sensatez. Pero siempre con la pasión propia de cuatro amigos (Mercè Ros, Toni Pelegrín, José Luis Muñoz y Ramón Grau) haciendo música juntos en tiempos de punk y en los albores de la new wave.
Por eso, este disco, que recoge todos esos sabores, es el perfecto reflejo de un tiempo que quedó desdibujado porque otros gigantes arramplaron con todo. Que, además de reunir las canciones que los Elásticos registraron en un álbum que vio la luz en 1987 —sí, siete años después de la formación del grupo—, también recoge las maquetas que dejaron grabadas y que hoy representan el auténtico sonido de la banda, los cuatro miembros en su salsa, sin ornamentos, sin artificios, a pelo. Qué maravilla.
Verdadero sonido nuevaolero, porque este fue su tiempo, en canciones como “Las cartas”, que es la encargada del abrir el repertorio, en “Las vueltas”, que es la que lo cierra, y en puntos intermedios como “Rugiendo la noche”. Ademanes punk, claro, ¡cómo no!, en cortes como “La cuestión” o “Dónde estás”; dejes souleros en “¿A dónde voy?”; pop desenfadado que, si queremos comparar, puede traernos a la cabeza a unos Pegamoides en su primera etapa o incluso a unos Vegetales blanditos; impulsos bailables , tipo funky, en “Después te colgaré”; alguna balada como “La séptima” y bien de guitarras en temas como la estupenda “Jodida ansiedad”.
Un tesoro que esperaba escondido, este Barcelona en technicolor, con el que no solo rememorar un fragmento de nuestra historia sonora, sino también alcanzar a comprenderla y darle el valor que merece.
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Anterior crítica de discos: All of us flames, de Ezra Furman.