DISCOS
«Pastore se nos presenta desinhibido, triunfal por momentos, incluso caradura, para sumergirse, más que nunca, en diversos universos filosóficos y sonoros»
Pastore
Banzai
AUTOEDITADO, 2024
Texto: CÉSAR CAMPOY.
Aunque la mayoría de los mortales lo ignore, la segunda mitad de la década de los diez fue tremendamente productiva para la escena musical valenciana. Especialmente, en lo que a referencias de cantautores pop y rock se refiere. En pocos años, vieron la luz magníficos trabajos de artistas como Manolo Tarancón (Historias mínimas), Txema Mendizábal (Golpe de estado), Carles Chiner (El temps del llop, fabulosa ópera prima de Gener), Vicente Prats (aquel bello y recuperado disco homónimo), Luis Prado (Mis terrores favoritos), Ángela Bonet (el Tibia Turbia, de Lanuca), Julio Bustamante (La misión del copiloto), Juanjo Frontera (Ha llegado el rey), Gonzalo Fuster (Egresión, de El Ser Humano), Maronda (Vibraciones), Víctor Ramírez (el Young is the new old, de Ramírez Exposure), Pepe Cantó (Vida), Mireia Vilar (Madre salvaje), Cisco Fran (Gigante), Tórtel (Transparente), Cándida (Galgos o podencos), Sara Ledesma (Aware)…
Además, muchos de estos compositores establecieron una suerte de camaradería que les hizo colaborar entre ellos o compartir elementos clave como el productor e intérprete Carlos Soler. Entre aquellas gratas buenas nuevas, en 2017, emergió Pastore, esto es el alter ego de un Sergio Pastor que deslumbró con un lúcido Reverdecer repleto de entraña, exorcismo y agridulce luminosidad. Acompañado de figuras de la escena local como Tarancón, Chiner, Ledesma, Mendizábal o Néstor Rausell, Sergio se marcó un trabajo que nos hizo sonreír y llorar por partes iguales, a partir de fantasías como “Bienvenida estación”, “Fuego” o la insuperable “Pequeña Habana”. En ellas, Sergio mostraba una capacidad indiscutible para desnudarse y rascar en el alma del oyente. Y, sobre todo, para no circunscribirse a frontera estilística alguna. En ciertos pasajes, incluso, Pastore parecía devenir vocalista melódico, de aquellos de los setenta. Todo sonaba tan bien, de hecho, que apenas fuimos conscientes de que aquel proyecto fue disolviéndose sin remisión hasta desvanecerse por completo.
Justo, hasta ahora, siete años después, es cuando Pastor ha vuelto a irrumpir en nuestras vidas, como de costumbre, sin dejar a nadie tibio. En este Banzai, definido a la perfección en su hoja promocional como un disco que aborda con ironía las nuevas masculinidades, y cuyo eje transversal es la figura de Serge Gainsbourg, es evidente que Carles Chiner (intimísimo de Sergio) ha jugado un papel primordial, también componiendo, arreglando, interpretando y, por supuesto, produciendo.
Su vistoso papel de celofán, de hecho, se convierte en cobertura perfecta para mostrarnos a un Pastore que se nos presenta desinhibido, triunfal por momentos, incluso caradura, para sumergirse, más que nunca, en diversos universos filosóficos y sonoros que huelen al genio francés (faltaría más, “Gainsbourg”, “Gainsbourg reprise” y el reggae “Je t’adore”), a medio tiempo ochentero (“Lo mejor de mí”), a bolero y son latino pasados por el tamiz de la ELO (“Chivato”, sorprendente), a pegadiza melodía nuevaolera sintetizada (“Sálvame”, gratísima en sus arreglos y encanto), a pop sofisticado (“Watson & Holmes”), a (tampoco podía faltar) esencia netamente nipona (“El último dragón”, elegantísima) y (¿lo dudaban?) a canción romántica, a partir de dos auténticas gemas, que nos evocan, por ejemplo, aquella épica “La gente joven”, de Gener: una deliciosa “Vapor de jacuzzi”, a escuchar en bucle para identificar sus incontables pinceladas instrumentales y gozar con sus guitarras, y la elegantísima “Centro de interpretación del romanticismo”, de onírica e inspiradísima melodía, y letra (como la mayoría de este trabajo) imperdible. Ignoramos si Pastore volverá a esfumarse, de pronto, para no reaparecer hasta dentro de seis o siete años. Por si acaso, nos centraremos en vivir el presente, tirar de onanismo y disfrutar de este Banzai.
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Anterior crítica de discos: In this city they call you love, de Richard Hawley.