LIBROS
«El estilo, ligero e ingenioso, chispeante y lleno de plasticidad, se encuentra entre Jardiel Poncela y Tom Sawyer»
Santi Balmes
Bajaré de la luna en tirolina
Planeta, 2021
Texto: CÉSAR PRIETO.
El cantante y compositor de Love of Lesbian, Santi Balmes, es uno de esos músicos que desarrolla una carrera literaria. Lleva publicados varios libros de narrativa infantil, novelas y relatos antes de este Bajaré de la luna en tirolina, el más alocado y fantasioso. Déibid, un niño de doce años se enfrenta a la separación de sus padres y a su entrada en el instituto, hechos que ha dado lugar a cientos de novelas juveniles de iniciación; pero que, en este caso, se despliegan llenándolo todo de imaginación y colorido. Ante la crudeza de la vida la estrategia de Déibid es la evasión, el sortear los problemas volando a mundos imaginarios. La postura de su hermano, Dano, por el contrario, es enfrentarse al mundo con rabia, odio y silencio, germen de una nueva doctrina que él llama anarcofascismo. De hecho, lo encontramos enfadado con su hermano al que le ha retirado la palabra.
Pero si algo tienen en común los dos hermanos es actuar ante el mundo adulto con una sangrante ironía, no tienen empacho en buscar puntos flacos, calzar los colmillos en ellos, poner motes a la cara o hacer regalos que destrozarían la familia más tolerante. Y ello no cesa ni tras encontrarse Déibid, en su antiguo colegio de primaria, con una chica de la que no conoce ni el nombre, pero que le fascina y que irá apareciendo en su vida con alguna frecuencia. Azarosamente, no es otro el motivo.
Déibid posee una personalidad arrebatadora, complementaria con la de su amigo Kasper, experto en todos los datos bizarros e inútiles del mundo. Desbordan vitalidad en músculos e intelecto, y así roban en tiendas, se relacionan con otros personajes estrafalarios como el tío Vicent –cuya única vida son las hetairas y el Barça- y viven en una película. Cualquier episodio de su vida, Déibid lo convierte en un filme: imagina planos, pausas, subtítulos o fundidos en negro. Pertenece a la estela de Holden Caufield y es mentiroso como él, pero también a la de Manolito Gafotas y su cinismo infantil. El estilo, ligero e ingenioso, chispeante y lleno de plasticidad, se encuentra entre Jardiel Poncela y Tom Sawyer.
Lástima, en todo caso, que el final sea un tanto moralista –más que serlo, que se exponga directamente-, porque se trata de una buena novela, que bajo su mundo de escapismo y miserias cotidianas esconde un buen tratado sobre la felicidad y sobre si el mundo merece odio o fantasía.
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