Bad Religion, cuarenta años de punk rock en una noche

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Greg Graffin y los suyos llevan poniendo voz a lo que pensamos desde hace décadas y esta noche nos lo han contado al oído a gritos


La mítica banda de punk rock, padres del género en California, hacían parada en Madrid para celebrar sus cuarenta años (más dos) en la música. Una cita ineludible con la que han recorrido su discografía, en una noche imborrable en la que no han faltado los emblemas y los tótems que los han encumbrado a la leyenda. Allí ha estado Sara Morales.

 

Bad Religion
WiZink Center, Madrid
21 de Mayo de 2022

 

Texto y fotos: SARA MORALES.

 

Bad Religion es un símbolo. El de la cruz restringida, sí; ese que todos conocemos. Pero es mucho más que eso. Dos palos tachados quieren decir demasiado y en la militancia punk se sabe que lo dicen todo.
Son el símbolo de una generación, el signo de la rebeldía indómita, la suya y la de todos nosotros. Corre por sus venas —seguro que por las de muchos también— lo contrario a lo que la vida, el orden, nos ha ido enseñando o, por lo menos, al hecho de plantearnos que no hay certezas, que nada (o poco) es absoluto y todo es cuestionable. Que no todo vale, pero sí que todo es posible. Por eso, dos años después de que les correspondiera hemos estado ahí, celebrando con ellos sus cuarenta años de carrera (más dos de pandemia) en una velada exultante desde el foso, acalorada, sin gradas, en las distancias cortas; sacudida por la fuerza, las ganas y el reconocimiento de una historia —la suya— que ha puesto sonido a la nuestra.

Hemos crecido a su lado. Greg Graffin —que fundó la banda con catorce años— y sus compañeros llevan poniendo voz a lo que pensamos desde hace décadas y esta noche nos los han contado al oído a gritos y en plena forma. Nosotros asumimos sus enseñanzas, tema a tema, disco a disco (van diecisiete); interiorizados quedan, grabados, mascados. Y hoy, diría, tras la entrega vivida en el WiZink Center de Madrid, que se ha superado con matrícula de honor en aprendizaje vital. “Punk rock song” nos adentró hace años en el género como vírgenes de una estirpe, visionarios ellos, pupilos el resto. Con “Atomic garden” comprendimos que el mundo que se nos pintaba era una quimera; “American Jesus” nos acercó al ideal, a sabiendas de que era imposible alcanzarlo, e “Infected”, sencillamente, nos ha terminado dando la razón a pesar de los años; la realidad y un intruso llamado Covid así lo han demostrado. Y lo mejor es que todas ellas han sonado esta noche vivas, corrosivas, infecciosas, y más actuales y acordes que nunca. Los gritos y las manos alzadas se quedaban cortas. El pogo resurgía de una nada, como epicentro de una comunión volcánica a la que todos le teníamos ganas.

«Cuántas versiones hemos llegado a ver de Bad Religion en estos cuarenta años»


Tótems del punk californiano y del hardcore melódico han desplegado, en su noche madrileña, lo que llevan  a cuestas desde que iniciaran su gira europea.
Ni más, ni menos. Nos han alimentado con los mismos platos. Un menú iniciado con “Generator”, continuado con “New dark ages”, “Suffer”, “End of history”, “Fuck you”… Uff, “Fuck you”, cómo ha sonado. El foso, bañado en cerveza, coreaba a voces y saltos su estribillo. Porque aquel álbum de 2013, True north, nos sentó muy bien a muchos. Las rutinas, aunque ahora nos parezca lejano, ya habían comenzado a cambiar y entonces supimos verlo. Con este disco nos acompañaron, lo siguen haciendo; por eso también ha sonado “Dept. of false hope», aunque antes nos llevaran de viaje hasta 1982 con “We’re only gonna die” y aquel debut imperecedero, How could hell be any worse?, con el que comenzó todo.

Su repaso a la década de los noventa ha sonado a “Slumber”, a “Anesthesia” y , antes de que comenzara, a No control, ese álbum de 1989 con el que se decantaron por el rollito skate. Cuántas versiones hemos llegado a ver de Bad Religion en estos cuarenta años, arriesgando, divirtiéndose, vacilando incluso, pero siempre sonando a ellos mismos.

«Son el símbolo de la permanencia y de la insumisión»

Cuesta decantarse por un tema, en esta noche en la que fuera acechaban relámpagos eléctricos y dentro acontecía la tormenta perfecta. Ocurre escuchando sus discos desde la serenidad de casa, del coche, de una reunión de amigos; pero también ha ocurrido, cómo no, asistiendo al límite a su directo. Pero es cierto que “You”, con esos versos que no caducan y que nos nombran a todos en un ajuste de cuentas entre nosotros mismos con el mundo, ha sido apoteósica. Quizá porque son las verdades que llevamos escuchando años y que siempre nos acompañan; quizá porque vertebran, pasadas más de tres décadas, los principios fundamentales de nuestra actitud. Pero oye, ese querido «no hay tiempo para quejas y peleas, amigo», qué bien sienta en un momento en que no tienes ganas más que de eso.

Lo dicho: Bad Religion son padres de buena parte de la música que hoy se viste de modernidad. Son el símbolo de la permanencia, de la insumisión. De la camiseta empapada y, aún molidos, seguir pidiendo a voces que la fiesta, o la guerra (entiéndase esta), continúe. Y así lo pretendemos mientras el profesor Graffin continúa iluminándonos con sus lecciones.

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