CINE
“Una historia sencilla y no demasiado original que sin embargo atrapa por su forma, no por su suspense o misterio”
“Baby driver”
Edgar Wright, 2017
Texto: ELISA HERNÁNDEZ.
La nueva película de Edgar Wright nos presenta a Baby (Ansel Elgort), un jovencísimo pero muy hábil piloto que es obligado por un mafioso (al que debe dinero) a conducir en un atraco tras otro hasta que, como en todo buen film de robos, algo sale mal. “Baby Driver”, al contrario, ha salido a la perfección y es el remedio ideal para el calor: refrescante, divertido y emocionante.
Pocos blockbusters veraniegos tienen este excelente sentido del ritmo, creado sobre todo gracias a una relación orgánica entre lo musical y lo visual que resulta en un conjunto elegante y con mucho estilo. Hay tal nivel de integración de la banda sonora que hace que sea casi imposible dejar de mirar a la pantalla, cargada de imágenes tan atractivas e hipnóticas como las del mejor de los musicales. “Baby Driver” es una “peli guay”, una historia sencilla y no demasiado original que sin embargo atrapa por su forma, no por su suspense o misterio.
Cargada de diálogos ingeniosos y un inteligente sentido del humor, Edgar Wright nos demuestra que, en cierta manera, se puede tener (casi) todo: escenas emocionantes y cargadas de acción y personajes exagerados y casi paródicos, todo ello sin asumir que el espectador no es inteligente y sabiendo que no hace falta retorcerlo todo para tratar de sorprender a la audiencia. Es la misma fórmula que garantizó el éxito de “Guardianes de la Galaxia” (James Gunn) en 2014, pero que Edgar Wright ya había consolidado años antes. Parece que se haya quedado por el camino algo de absurdidad y originalidad y se echa en falta que la película no solo sea consciente de sí misma y de dónde viene, sino que sea capaz de transcenderlo (que le importara menos atraer al público, esa despreocupación por caer bien que sí tienen los magníficos filmes de la trilogía “Cornetto”).
A pesar de ello, “Baby driver” es todo un hit, es pop que se sabe pop y que, sobre todo, intenta ser de culto, quiere gustar a su audiencia, ha nacido para ser querida y, desde luego, se hace querer. De hecho, es casi como fuera un remake de “Drive” (Nicolas Winding Refn, 2011) en el que todo fuera más accesible, más extrovertido, una película menos áspera pero creada con la misma cantidad de cariño. Fresca, rápida y con una banda sonora recopilada con mucho amor, “Baby Driver” merece ser el éxito de este verano.
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Anterior crítica de cine: “Colossal”, de Nacho Vigalondo.