DISCOS
«Doce canciones agradables, de factura perfecta y melodías resueltas con pulcritud»
Embusteros
Babel
SIDERAL MUSIC, 2021
Texto: CÉSAR PRIETO.
Aunque la media de edad que alcanzan los miembros del grupo cordobés Embusteros es alta, el proyecto aún resulta joven. Comenzaron su andadura en 2017 y Babel supone su tercer elepé, un elepé en el que se perciben cambios de raíz, nuevos caminos que convierten las canciones en más orgánicas, lejanas ya del entramado electrónico que las rodeaba en sus dos primeros discos.
Quizá la única que cuenta con elementos electrónicos más marcados sea “Única”, tema en el que estos acompañan a un ritmo funky que, en el puente, se llena de resonancias africanas. También funky es “Dos mil veinte”, de la que emerge algo que los grupos de su talante suelen hacer muy bien, construir un verdadero himno de estribillo adictivo y resolución perfecta que, sí, como indica el título, está plenamente centrada en su letra en la pandemia que ocupó nuestro tiempo el año pasado.
Todo lo demás combina melodías adictivas con un fondo instrumental coherente y compacto. Sucede en la que abre el disco, la erótica “El baile”, y en la que le sigue, “Lo imposible”, para pasar en el tercer corte —“A contraluz”, con la ayuda en la voz de la joven cantautora madrileña Ainoa Buitrago— a una estrategia que les da muy buenos resultados: comienzan con una placidez y una serenidad acariciante, apoyándose en un piano, para poco a poco hacer que la canción tome energía y cuerpo en una súplica de perdón de una pareja que se rompe. Es una técnica que utilizan con frecuencia. “Septiembre”, dedicada al padre de José Espín, cantante y compositor, fallecido cuando este aún era muy joven, se inicia también con un piano lleno de lirismo, que baña todo en una intensa melancolía.
También rebosa de melancolía “La milla verde”, sobre las pequeñas cosas que nos confortan, deudora de la película del mismo título y construida bajo la plantilla de Héroes del Silencio, de la misma manera que “Mayor Tom” —el título no da lugar a dudas— está construida bajo la plantilla de David Bowie al inicio, el Bowie más sideral, para poco a poco irse convirtiendo en una buena rodaja de pop—rock correoso. No se puede decir que esta ambientación nostálgica y las letras, que giran alrededor de la comunicación, sean ajenas a la pandemia: es un disco compuesto y grabado el pasado año y sus obsesiones vienen por la situación de confinamiento, de soledad.
Aún hay más. “La curva del odio” tiene casi aire de valsecito, aunque late en ella un espíritu épico, y en “Prohibido” las guitarras cabalgan a ritmo de trote. Son doce canciones agradables, de factura perfecta y melodías resueltas con pulcritud, ajustadas como un guante a la instrumentación simple y efectiva. Lo que se llama un buen disco.
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