Babasónicos: «Musicalmente hablando, somos transgénero»

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«Estamos viviendo en una época de recambio generacional, que es algo que hacía mucho que no pasaba»

 

Con su duodécimo disco, titulado Discutible, Babasónicos se encuentran estos días de gira por España, donde actuarán en Madrid (8 de mayo, Festival Sound Isidro, Sala Joy Eslava), Barcelona (10, Sala Apolo), Mallorca (11, Mallorca Live Festival), Ibiza (12, Las Dalias) y Valencia (14, Sala Peter Rock). La gira española coincide con una exposición fotográfica de Martín Bonetto, llamada MB Movimiento Babasónicos, que se muestra del 9 al 24 de mayo en la sede de la Embajada Argentina de Madrid. Aprovechando su visita, Carlos H. Vázquez entrevista al teclista Diego Tuñón.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: MARTÍN PISOTI.

 

Babasónicos hablan con música. También, a miles de kilómetros de distancia, aunque haya diferencia horaria, la comunicación se completa de un lado a otro del mar. Como explicaba el doctor Ian Malcolm (Jeff Goldblum) en Parque Jurásico, “Una mariposa bate sus alas en Pekín y en Nueva York llueve en lugar de hacer sol”.

Todo lo que hoy representa Babasónicos —el grupo compuesto por Adrián Dárgelos, Diego Rodríguez, Diego Tuñón, Diego Castellano y Mariano Domínguez— está en Discutible (Sony, 2018), el electropulso del latido de una banda que está en mutación constante, aunque el disco llevase escrito un año. En agosto de 2018, antes de los shows en el Estadio Obras de Buenos Aires, circularon unos flyers donde se ofrecía un servicio de veinticuatro horas bajo el nombre Trans-Algo —en letras mayúsculas— y un número de teléfono (14-4445-9176). En el centro concretaban: “Un festival de abrazos con notas de empatía secular, algo de nosotros. Demostración de afecto en público, complicidad y display de roces, display de roces”. Al llamar, desde el otro lado de la línea, podían oírse veinte segundos de un nuevo tema de Babasónicos, “Trans-Algo”, perteneciente al entonces próximo álbum de estudio: Discutible. El número doce. Una brecha generacional, el consumo de la música y todos los factores que han rodeado a esta época de cambio se encuentran repartidos a lo largo de los diez cortes que componen Discutible. Lo analiza Diego Tuñón, teclista y cofundador de Babasónicos. Al fin, un tono: “¿Está Diego? Que se ponga”.

 

¿Cuantas preguntas caben en una canción?
El universo literario de las canciones es abierto, excepto para la gente que no escribe poesía y sí cosas literales. En el caso de “La pregunta”, yo creo que menciona más la posibilidad de que vos te hagas tu propia pregunta. En una canción puede caber cualquier cosa; es otra dimensión, el otro lado del espejo de Alicia en El País de las Maravillas.

 

¿Por eso la plasticidad de las canciones?
Puede ser. Decidimos desensamblar la condena de ser una banda. La música de muchos músicos nos dio muchísimo placer durante el siglo pasado y generó cosas muy novedosas, pero en este momento encontrábamos más novedad en situaciones que tenían que ver con la generación de los sonidos puros y la posibilidad de experimentar en casa y tener un equipo, buscar las frecuencias y encontrar nuevos grooves en ello. Nos gusta mucho tocar y juntarnos, pero haciendo este disco cada uno se iba a su casa y regresaba con algo que era casi más interesante que lo que había salido en el ensayo. Es un momento muy particular de la música, los robots están haciendo un trabajo maravilloso.

 

Hablando de robots, ¿qué tipo de distorsión se ha utilizado para la voz de Adrián [Dárgelos] en “Ingrediente”, “Pequeña bestia” o “Teóricos”? Es muy parecido al efecto del Auto-Tune en el reggaetón y trap.
Nosotros no usamos Auto-Tune. En “Ingrediente” utilizamos un harmonizer (armonizador). Ahora hay unos aparatos trigonométricos que agarran los armónicos de la voz y ablandan la posibilidad de llegar a la octava. Hacer un disco acústico como el anterior [Desde adentro-Impuesto de fe, (Sony, 2016)] nos llevó tres años de gira, y eso, en cuanto a la creación de nuevo material, nos generó ansiedad. También nos generó la posibilidad de investigar otras cosas. Lo que se utiliza en “Ingrediente” me encanta, porque en otro momento de la historia hubiera sido imposible hacerlo. Creo que la modernidad de la música, o la novedad, es cada vez más difícil de identificar. Por suerte estamos viviendo en una época de recambio generacional, que es algo que hacía mucho que no pasaba. Desde que empezó el siglo veintiuno, seguimos una inercia donde era muy difícil encontrar una novedad que, ahora, es el nuevo mensaje cargado de nuevas situaciones. Y lo mejor es el gran espaldarazo generacional de los jóvenes mirando solo a su lado, lo cual me recuerda al punk y a momentos importantes de la historia. Por otra parte, los mayores estamos en desacuerdo, y eso también es importante. Para nosotros, que somos grandes, es un poco vano lo que están generando, pero a la vez es maravilloso. Me encanta, lo disfruto mucho y aprendo. Y nos pasa a todos en Babasónicos. Creo que eso es lo que nos ha permitidos moldear un disco como Discutible.

 

¿El trap es el nuevo punk? No dejan de ser temas muy cortos de una gente (joven) que tiene un mensaje…
Sí, y tiene un mensaje que parece que nosotros no entendemos. Pero me encanta que me cueste. Encuentro gente supertalentosa en ello, me parece genial el método que tiene para canalizar su violencia y su aprendizaje por la música. Es hermoso ver a gente de dieciocho años expresándose con todas las posibilidades hechas por los robots, dándoles todo armado para que ellos puedan largar su poesía. Descubrí en Argentina a unos que son buenísimos y sé que en España hay un trap fortísimo. Tenéis a un chico rubio que cuando viene a acá es un héroe.

 

¿Yung Beef?
¡Ese! Es buenísimo. No estoy al tanto de toda su obra, pero lo veo en YouTube y… ¡No es fácil hacer lo que él hace! Es un talento. Aparte, nos enfrentamos a una situación en la que ha nacido una gente mejor. Muchos son hijos de padres recopados en los ochenta, que pertenece a otro tipo de educación. Parte del sentido de Babasónicos está en que no somos solo cinco músicos o siete, sino que somos cinco escuchadores de música que después hacen lo que pueden para hacer música. Si tenés la música y la poesía adecuada y un ritmo novedoso, cualquier chico en su cuarto podrá hacer la mejor canción pop (y ahí volvemos al punk). Siento que Babasónicos tiene un costado más placentero que tiene más que ver, primero, con haber disfrutado de la música y, después, con haber tenido un compromiso contracultural.

 

¿Eso sería hedonismo? Hay un discurso, una posición, pero también un modo de vivir relacionado con el placer.
Puede ser, sí. El rock, en sus orígenes, tenía mucho de eso. Ahora la gente cree que el paradigma de la industria cambió. Desde que nosotros empezamos hasta ahora cambiaron tanto los formatos que es muy desconcertante el momento actual. Y uno tiende a creer que, antes, la industria era de una manera bastante complicada. Siempre muta la industria de la música.

 

Supongo que de ello nace la canción “Trans-Algo”.
Exacto. Y se puede aplicar a todo. Estamos ante la presencia de un translenguaje. En Argentina, las palabras tratan de tener una pronunciación inglesa y ustedes respetan la sonoridad de sus letras, lo cual está muy bien; son los creadores de la lengua. Nosotros somos más parias, se nos mezcla todo, como un chicano en Estados Unidos, pero de otra manera. Al estar tan globalizados, invadidos por el entretenimiento, se arma algo transgeneral. Y Babasónicos, musicalmente hablando, es transgénero.

 

«Lo mejor es el gran espaldarazo generacional de los jóvenes mirando solo a su lado, lo cual me recuerda al punk y a momentos importantes de la historia»

 

Babasónicos son tan orgánicos como electrónicos, ¿otra transmutación que viene de la electrónica de X-Tanz, antes de convertiros en Babasónicos?
Sí. Aquí estábamos informados de todos lados, pero no entiendo de dónde viene esa curiosidad. Hay una declaración de Joaquín Sabina donde él dice que el rock en español es un invento argentino, pero pienso que no es real. Aunque sí es cierto que Argentina siempre tuvo esa curiosidad desde que el rock existió, tratando de hacerlo a su manera. Mi teoría es que vivíamos tan lejos que ninguna banda de rock llegaba, así que teníamos que inventarlo. En otras naciones lo solucionaron con su folclor, pero nosotros no. Como parias que somos, decidimos importarlo.

 

Sin embargo, se ha exportado el rock argentino. Y ya no me refiero solo en la música, sino también en los cánticos en el fútbol.
El rock ocupa un lugar muy importante acá. Hubo una situación lamentable en 2004 que destruyó la crecida del rock: el incendio de la discoteca República de Cromañón, en Buenos Aires. La banda que actuaba [Callejeros] tiró bengalas dentro del lugar y murieron casi doscientas personas. Y aunque eso detuvo un poco el crecimiento del rock, antes, en los noventa, de diez bandas que había en los top ten, seis eran de rock. Ahora sucede bastante con el trap, pero resulta que estos niños no tienen nación.

 

¿Por desarraigo?
No. Nacieron en un torrente de información con el que se pudieron comunicar con el mundo. Esa es la verdad. Llámalos como quieras (millennials…), pero son realmente ciudadanos del mundo.

 

¿Pero tienen fronteras cuando hacen música?
Sí, pero son barreras mentales. Toda esta cuestión de la igualdad, para mi gusto, les saca a algunos la posibilidad de ser más originales. Pero siguen siendo ciudadanos del mundo. El trap español puede ser interpretado como el trap argentino o como en Taiwán; la barrera del lenguaje ejerce una cuestión tan exótica como interesante. Si bien siempre lo fue, hoy día es más inmediato.

 

¿Esto lo entiende la crítica más ortodoxa del rock? ¿Son ellos los teóricos del rock de la canción? Tanto en ésta como en “Cretinos” encuentro una cierta crítica a la industria.
“Teóricos del rock”, en definitiva, no habla para nada de los críticos. Pero te voy a hablar de un fenómeno que existe en Argentina y supongo debe existir también allá: gente que se reúne y está horas diciendo mitos incomprobables (o comprobables) del rock muy graciosos. Se toman unas cervezas y empiezan a fabular. Recuerdo que era chico y me contaban esas cosas, como que uno de los Bee Gees usaba ropa interior de mujer. Esos son los teóricos del rock, los que se reúnen para hablar de los músicos y sus mitos.

 

Pero igualmente pueden publicarlo y convertirse en críticos de rock.
Un crítico de rock es un crítico de rock. Ahora, un teórico del rock es uno que generalmente no fue músico pero se siente acompañado por lo que él cree que son las anécdotas de sus héroes. Existieron toda la vida, aunque fuesen fanáticos de la Segunda Guerra Mundial contando historias. Yo estoy totalmente a favor de que existan los críticos y hablen de tu obra para ayudar a que otra persona la conozca. El crítico es mucho más noble que los teóricos del rock.

 

¿Con este asunto se puede ser neutral?
Siempre se puede ser neutral. Empezando por algo que hemos perdido, que es dejar de opinar por opinar, sobre todo en temas sociológicamente complicados de los que estamos muy rodeados.

 

Fuera de vuestro mundo, cuando actuáis lejos, ¿las canciones se entienden como en casa?
Yo creo que una buena canción siempre se entiende diferente, aunque la escuches muchas veces. Adoraría ser entendido de otra manera. Seguramente haya neologismos locales, pero siempre quisimos ser ciudadanos del mundo. No teníamos las herramientas cuando nacimos, pero estábamos completamente preparados. Mi objetivo en cada sonido que tratamos de hacer y en cada decisión de producción que tomamos es que la mejor canción sea la que se entienda diferente cada vez que la escuches, como las canciones de los Beatles.

 

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