LIBROS
«Becerra plantea el libro en función de aquel viaje de Xoel, aprovechando para desmenuzar concienzudamente cada una de las canciones»
Javier Becerra
Atlántico. El disco de la liberación de Xoel López
HÉRCULES EDICIONES, 2022
Texto: XAVIER VALIÑO.
Quienes hemos nacido en el otro mar-océano que baña las costas españolas, siempre hemos soñado con tener una respuesta al disco más mítico de la discografía de este país, Mediterráneo, de Joan Manuel Serrat (1971). Sorteando las —casi— insalvables distancias, cuarenta años después y algunos meses más, llegó Atlántico (2012), firmado por un gallego, Xoel López, que iniciaba con él su trayectoria en solitario, después de haber tenido éxito con su proyecto Deluxe y tras militar en formaciones como Elephant Band o Los Covers, al tiempo que seguía manteniendo su aventura paralela de Lovely Luna.
No era su intención darle respuesta… o sí. Cuando menos, buscaba reivindicar con orgullo la otra costa española, con canciones que trazaban puentes entre las dos orillas atlánticas en las que se crearon, Galicia y Latinoamérica, especialmente Argentina. En el libro que se acaba de editar, y que documenta la creación de ese álbum, se comenta la posible relación con aquel trabajo de Serrat aunque de puntillas, sin entrar mucho a ello, porque los implicados saben que no se debe intentar emparentarlo con algo tan mítico; no al menos desde las palabras de sus artífices. Que quienes lo hayan hecho suyo lo vean así, ya no es su responsabilidad.
Javier Becerra vivió de primera mano la vuelta de Xoel López a su A Coruña natal, tras su periplo americano de San Francisco a la Patagonia, así como las reacciones de sorpresa y críticas que el disco generó. Y lo explica desde esa misma ciudad, donde la supuesta traición se consideraba incluso mayor, citando festivales más pequeños que otros de renombre en la península, pero más ligados al origen de Xoel, como el Noroeste Pop Rock, el FIV Vilalba o el Atlantic Fest-Festival do Norte. Su contenido, circular, se inicia y remata con la frase «¡Esto parece Juan Luis Guerra!», que viene a resumir cómo el disco no fue entendido por una mayoría en su momento y cómo se pretendía desacreditar y ridiculizar al músico.
Sin embargo, y aún sabiendo que corría exactamente ese riesgo, Xoel decidió seguir su intuición y recuperar la libido musical, evitando la profesionalización, la rutina y la vida vertiginosa que llevaba. Rompió Deluxe y se marchó a Argentina dos meses, que luego fueron casi cuatro años de vida un tanto nómada por el continente. Como asegura aquí: «La falta de ataduras mentales que tuve fue brutal… El grado de libertad que tuve allí no sé si volverá». Ciertamente, descontextualizado, con influencias nuevas y otras que venían de su pasado —sus padres habían tenido negocios al otro lado del océano—, Xoel se echó a la carretera viviendo con calma y totalmente entregado a cada una de sus experiencias, absorbiendo de ellas. Así lo resume el autor en una de sus afortunadas reflexiones: «En Atlántico había más que música. Era la vida convertida en sonido. Una vida que estaba asimilando muchas lecciones, de esas que cuesta explicar, pero sienta de maravilla aprender».
Conoció nuevos países, nuevos músicos y sus vivencias nutrieron sus nuevas canciones —y viceversa—; cada una tomando vida propia como una pequeña película. Su mánager, Kin Martínez, lo define en una frase muy acertada: «El resumen de Atlántico no es romper, sino enriquecerse». Y el autor de este libro lo redondea: «Este paso adelante —que tiene mucho de paso atrás, por otra parte— no busca la estridencia. La revuelta musical se muestra tan amable que jamás llegó a usar esa palabra ligada a la agitación y las turbulencias. Mejor quitarle el sufijo y la rugosidad de la erre inicial, para dejarla en la suave fonética de la palabra vuelta. Porque no hay confrontación, sino búsqueda de un lugar artístico armónico. Más que adelantarse en el calendario, lo que persigue es salirse del mismo hacia una dimensión propia».
Becerra plantea el libro en función de ese viaje, aprovechando para desmenuzar concienzudamente cada una de sus canciones. Hace una parada relevante, por su importancia en esta aventura, en lo que representó la Caravana Americana —ruinosa económicamente y fructífera artísticamente—, e incluye voces de todos los protagonistas, que le sirven para refrendar su punto de vista, aunque sin que asuman todo el protagonismo ni condicionen un relato perfectamente engarzado. Solo se echa en falta la voz de Lola García Garrido, compañera de Xoel durante todo el viaje; aunque se expresa, a cambio, a través de su completísimo archivo fotográfico cedido para ilustrar un libro primorosamente editado, que se imbuye, en una atinada decisión, del propio diseño del álbum.
La conclusión a la que se llega en estas páginas es que Xoel consiguió, desligándose de su pasado, abrirse a un futuro de mucho más largo recorrido, mientras que Deluxe llevaba implícita una fecha de caducidad. Y si Mediterráneo tuvo su libro hace unos años (Luis García Gil, Efe Eme, 2015), ahora Atlántico cuenta merecidamente también con el suyo.
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Anterior crítica de libros: Marwán. El hijo del refugiado, de Víctor R. Alfaro.