FONDO DE CATÁLOGO
«Assault & battery es un artefacto rocoso y pendenciero, directo al estómago, que da el pistoletazo de salida con “Out of this place”»
Hasta Australia nos lleva Manel Celeiro para hablarnos de Assault & battery, el segundo disco de una de las bandas más interesantes del continente: Rose Tattoo, admirada por sus paisanos AC/DC.
Rose Tattoo
Assault & battery
WEA, 1981
Texto: MANEL CELEIRO.
En un continente tan vasto como Australia está claro que hay artistas y bandas de todo pelaje y condición, sin embargo, también es cierto que la tierra de los canguros mantiene un idilio permanente con el rock más cañero (como puede comprobarse en el artículo de Sara Morales en el Cuadernos Efe Eme 34). Quizá nunca sepamos a ciencia cierta la razón, pero es impepinable que de allí provienen cientos de formaciones cuyo máximo objetivo es poner los amplificadores al once y azotar inmisericordemente a la audiencia. Sí, amigos, la lista de guerreros del decibelio, con mayor o peor fortuna, es tan extensa como recomendable, desde el power pop hasta el punk, pasando por el heavy, el hard rock, el garage o la high energy (géneros que desgrana Manuel Beteta en su libro El año que matamos a Skippy, de 66rpm). En esa nutrida lista de recomendables bandas australianas figuran Radio Birdman, Celibate Rifles, Bored! Powder Monkeys, The Meanies, Asteroid B-612, Buffalo, The Stems, Coloured Balls, The Angels, Cosmic Psychos, Hoodoo Gurus, Cold Chisel, Saints, Hard-Ons o Lime Spiders. Y más cercanos en el tiempo tenemos a The Drones, Datura 4, Wolfmother, Amyl & The Sniffers, Airbourne o Electric Mary. Sin dejar en el tintero, obviamente, a los titanes AC/ DC y a la pandilla a la que brindamos el texto de hoy, Rose Tattoo.
Formados en los suburbios de Sídney en 1976, después de los lógicos vaivenes de los inicios y algunos cambios en la alineación, el asunto se consolida con cinco músicos: Angry Anderson (vocalista), Pete Wells (guitarra), Mick Cocks (guitarra), Geordie Leach (bajo) y Dallas Digger Royall (batería). Tras batirse el cobre a base de bien en el duro circuito de salas australiano y ganar notoriedad como banda de directo ficharon, con el aval de Malcolm y Angus, por Albert Producciones. Con los omnipresentes Harry Vanda y George Young en los controles registran su homónimo debut discográfico, retitulado Rock & roll outlaw en algunos países, a la venta en el invierno de 1978. Aquel disco tuvo sencillos que sonaron bastante, como “Bad boy for love”, la propia “Rock & roll outlaw” o “One of the boys”. Y su crudo sonido, con fundamento blues —la guitarra slide de Pete Wells había bebido mucho de esa fuente— y hard rock clásico, se hizo rápidamente con una base de seguidores entre sus compatriotas. Este primer elepé contenía también “Nice boys”, tema que Guns & Roses —Axl e Izzy Stradlin eran fans devotos de los Tatto— versionaron en su epé Live?!*@ like a suicide (UZI, 1986).
No tuvieron excesiva prisa en volver al estudio. Giraron sin descanso, salvaron algunos contratiempos y corría el otoño de 1981 —justo en el momento en que empezaban a labrarse un nombre en Europa— cuando Assault & battery, igualmente a cargo de la pareja Vanda & Young, pisaba las calles. La foto de portada no da lugar a equivoco: seguimos aquí, seguimos igual, no vamos a cambiar ni nos vamos a dejar domesticar. Lo que ves es lo que hay. Somos la banda sonora ideal para ponerte patas arriba. Teniendo en cuenta el nivel alcanzado con su primera referencia, el tan complicado segundo disco (el más difícil, según sostienen muchos músicos) era una prueba de fuego. Pues bien, quizás no llegaron a superarlo, pero como mínimo lo igualaron.
Assault & battery es un artefacto rocoso y pendenciero, directo al estómago, que da el pistoletazo de salida con “Out of this place”, tema cocinado a fuego lento que ejerce de calentamiento ante lo que va a venir luego. “All the lessons” pisa el acelerador con un estribillo central de cierto aire street punk, recordemos que eran una banda respetada por las huestes del imperdible por su imagen y por las características de su propuesta. La sección de ritmo marca el paso con la firmeza característica del backbeat australiano, no se me ocurre un cantante mejor que Angry Anderson, con esa pinta de boxeador de peso ligero, rápido y amenazador, cuyas ásperas cuerdas vocales alientan el rifirrafe guitarrero entre Wells y Mick Cocks, que se arrojan metralla uno al otro en los cortes rápidos, como sucede en el tema titular, “Magnum maid”, “Manzil madness” o la feroz “Suicide city”, y también en esos tensos medios tiempos que parece que van a explotar en cualquier instante, como la misteriosa “Chinese drunkirk” y ese viaje por el lado oscuro de la vida que es “Sidewalk Sally”.
No podemos dejar de hacer un pequeño punto y aparte en el que es, posiblemente, el tema más emblemático del álbum. Una oda al rock como forma de vida en la que parten de los patrones clásicos del género para componer una contagiosa canción, de esas que se convierten en pilares del repertorio de directo y que son acogidas como propias por los fans. Nos referimos, por supuesto, a “Rock & roll is king” y su hedonista letra que alienta a olvidar los malos momentos reuniéndote con los amigos para bailar y beber.
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